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Tribuna
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Constitución europea, ¿y ahora qué?

Tras el rechazo del proyecto de Constitución europea por parte de los ciudadanos franceses y holandeses la pregunta es ¿y ahora, qué? Lo primero será evaluar las consecuencias del rechazo. ¿Quedará el proyecto constitucional en vía muerta digan lo que digan los otros países? ¿Es posible pensar en una renegociación del texto? ¿Hay una tercera alternativa?

Antes de pensar en soluciones, es relevante señalar los aspectos colaterales que acompañan al proyecto. Primero, la Constitución europea es la primera propuesta de unión política que se presenta a los ciudadanos, y ello en un entorno de crisis política y social, especialmente en los países que han sido motores de la integración. Segundo, siempre es bueno recordar a Jean Monnet y su propuesta de método comunitario 'Europa no se hará de una sola vez, sino por medio de realizaciones concretas que creen una solidaridad de hecho'. ¿Es el texto constitucional una propuesta concreta? Son muchas las cosas positivas que propone, pero probablemente sea un error presentarlo como algo que pretende ser mucho más de lo que es, lo que da cancha para múltiples interpretaciones.

Tras esta reflexión, se puede plantear si la Constitución ya está muerta y/o puede ser renegociada. Es evidente que el proceso de ratificación está seriamente herido. Sin embargo, el rechazo por parte de algunos países está previsto por la Conferencia Intergubernamental que estableció que al final del período de ratificación (noviembre 2006) si el 80% de los Estados miembros lo ratifican, el Consejo decidirá qué hacer. Decisión poco clara, pero que deja abierta la puerta a encontrar soluciones.

Las declaraciones de Giscard d' Estaing sobre la posibilidad de realizar, antes de la finalización del proceso de ratificación, una nueva consulta a los países díscolos parece inoportuna y hace un flaco favor al respeto de los valores democráticos expresados en el proyecto constitucional. No puede engañarse a los ciudadanos. El referéndum francés era vinculante y el holandés no, pero el Parlamento había prometido hacer caso del resultado. La única consulta posible a los países del no, en el caso de ratificación por más de 20 países, sería ¿desean quedarse y aceptar el proyecto constitucional o irse de la UE? Este escenario es poco creíble dado que los países que, hasta ahora, han votado no son dos de los seis fundadores y se han distinguido siempre por ser motores de la construcción europea.

Si el no se repitiera en más de cuatro países podemos pensar en dos escenarios. El primero lleva a la renegociación del texto constitucional, el segundo viene marcado por quedarnos en la situación actual, es decir, funcionar de acuerdo al Tratado de Niza. El primero es de difícil y larga solución ya que la primera dificultad será definir qué es lo que hay que renegociar. El segundo es poco atractivo y daría lugar a la parálisis del proceso de integración.

El escenario que, aunque complejo, podría llevarnos a una solución para salir de la situación de parálisis que se avecina sería lanzar un plan B centrado en aprobar, a través del Consejo europeo y ratificado, como siempre, por los Estados miembros, los aspectos indispensables para mejorar la eficacia institucional, concretamente, la creación del ministro de Exteriores y de un cuerpo diplomático europeo, el refuerzo del Parlamento y de sus competencias, el sistema de toma de decisiones, la composición de las diferentes instituciones, la simplificación de los instrumentos jurídicos y la reducción del derecho de veto. En definitiva, volver al método Monnet, ya que probablemente el error haya sido haber incluido muchas preocupaciones abstractas sobre la identidad de Europa y pocas acciones prácticas.

El futuro inmediato no está para grandes aventuras, la Unión se enfrenta a varios problemas: negociar los presupuestos en un momento de debilidad política de los países más fuertes, quiebra de la credibilidad de la clase política, huérfana de líderes e incapaz de acometer las reformas de fondo que reclama la economía globalizada y un mercado único lejos de completarse, mientras que en la Unión ampliada hay asuntos muy importantes sin resolver.

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