¿Adónde va la agricultura española?
Al hilo del 150 aniversario de la carrera de Ingeniero Agrónomo, podemos felicitarnos por haber contribuido con los agricultores a que la producción actual de alimentos sea la más asequible y variada de la historia, sustentando una esperanza de vida creciente que se ha duplicado en el último siglo. Alimentar a una población global que se ha multiplicado por 3 en menos de 100 años, respetando valiosos espacios naturales, es un triunfo digno del mayor reconocimiento. Pero el futuro es preocupante.
'Esto se muere'. No es un lamento más de tantas regiones españolas devastadas por las heladas y la sequía, sino una afirmación reciente del ingeniero agrónomo Manuel Agustí sobre la citricultura valenciana, una de las producciones agrarias más dinámicas de nuestro entorno, en una entrevista que concluye con las frase: 'La administración no es la única que tiene que poner recursos para investigar. Sin investigación no hay progreso'.
Estamos en una encrucijada con mercados más abiertos, subvenciones a la baja y encarecimiento de recursos tan importantes como el agua o el gasóleo. Para encarar el futuro de la producción agraria en nuestro país, teniendo en cuenta que no podemos ni debemos depender de salarios bajos para la mano de obra, hay que usar más y mejor tecnología, sin perder de vista dos referencias básicas.
La primera referencia sigue siendo producir de forma más eficiente que en otros países lo que el mercado demanda, pues asegura la viabilidad económica y es un reflejo del servicio a los consumidores. Sin que ello signifique renunciar a la innovación en productos y procesos, pues es previsible que siga aumentando la oferta de productos y formas de presentación. Mejorar la eficiencia en la producción y comercialización significa mantener puestos de trabajo en cada cultivo, en las empresas que les proporcionan productos y servicios, y en la industria que los transforma para los consumidores.
La innovación debe ser potenciada -o al menos no obstaculizada- por el sector público, especialmente cuando disponemos en la UE de uno de los marcos regulatorios más seguros y transparentes del mundo. A modo de ejemplo, no tiene sentido que en el caso de las variedades mejoradas con la moderna biotecnología se puedan cultivar en España solamente dos tipos de modificación genética de maíz mientras se pueden importar y consumir granos o sus fracciones no viables de 25 modificaciones genéticas cultivadas sin problemas en otros países. Por si esto fuera poco, la producción nacional está sujeta a estrictas normas de trazabilidad, incluso para productos idénticos, y amenazada por complejas obligaciones de coexistencia que entorpecerán aún más el cultivo de plantas tan seguras o más que sus alternativas convencionales. Estas normas discriminatorias -y casi excluyentes para los pequeños agricultores- se están decidiendo después de siete campañas de siembras en España sin problemas entre agricultores, y cuando en la décima campaña mundial de cultivo se ha llegado al hito de los 400 millones de hectáreas sembradas desde 1996.
La segunda referencia es el estricto cumplimiento de las leyes para seguir gozando del respeto de la sociedad y para no comprometer el futuro. Habrá que estar atentos a los índices de sostenibilidad que van a orientar las nuevas producciones, pues las primeras señales ambientales publicadas por la Agencia Europea de Medio Ambiente son bastante preocupantes. Porque a diferencia de las producciones industriales no consideran en su justa medida los aumentos de eficiencia conseguidos en cada cultivo.
Esta discrepancias entre la realidad de las producciones agrícolas y su imagen -idílica o deformada- que de ella tienen otros sectores de la sociedad, nos alertan de que a las funciones de los técnicos como proveedores de soluciones productivas.
Los ingenieros agrónomos seguiremos contribuyendo con gusto al progreso de la actividad agraria, mejorando el respeto al medio ambiente, y desarrollando nuevos productos y técnicas que en lugar de emitir contaminantes, generen de forma eficiente más alimentos, fibras y biocombustibles.