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Tribuna
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Servicios demasiado caros en España

Los españoles soportamos un incremento de precios de los servicios desmesurado y que no se corresponde ni con el incremento de su valor ni con el coste de su factor principal, que es la mano de obra. æpermil;ste se comporta de forma moderada si se compara con los precios. El aumento de los precios de los servicios está comprometiendo la competitividad de nuestra economía, así como la moderación de precios de los sectores no inflacionistas.

Si analizamos el incremento de precios de los servicios en España y lo comparamos con la media de la eurozona, observamos hasta qué punto los aumentos de los precios nacionales son desproporcionados. Es fácil encontrar servicios cuyas alzas de precios doblan la media de la eurozona y que, en algunos casos, son muy superiores.

La justificación de la convergencia de precios no se sostiene en la mayoría de estos sectores por la ausencia absoluta de un mercado europeo donde compitan. Pero, antes de hacer un juicio, veamos el panorama.

Empecemos por la distribución comercial, el principal problema de precios en España y el que más diferencia genera con Europa. La inflación de la alimentación en nuestro mercado es del 3,4%, mientras que en la eurozona se sitúa en el 0,8 %.

Este diferencial es achacable a un traslado al consumidor de las ineficiencias de las empresas distribuidoras (grandes y pequeñas), protegidas por las Administraciones, central y autonómicas, que satisfacen a los grupos de presión de los comerciantes, pero que terminan perjudicando al consumidor y entorpeciendo la marcha de otros sectores por la vía de la presión sindical a los incrementos salariales.

El segundo grupo inflacionista se halla en el epígrafe transporte, que en España tiene un incremento de precios interanual del 6,2 % y que en la eurozona es del 4,1%. La energía, el precio del petróleo, es la excusa del aumento de este epígrafe, pero ¿de dónde sale un diferencial de 2,1 con países que pagan la materia prima al mismo precio?

En primer lugar, en España, los carburantes y lubricantes han subido un 2,5% más que en Europa, algún impuesto que se ha visto incrementado en alguna comunidad y algún problemilla que ha surgido en la fijación de precios de la distribución de carburantes.

Pero, además, el crecimiento de los servicios de los talleres de reparación ha sido superior al que han experimentado los de nuestros socios europeos, sin hablar de los parkings y las autopistas de peaje. En lo que se refiere a los servicios de transporte, brillan con luz propia el transporte por carretera y, sobre todo, el transporte aéreo, que en la eurozona ha subido la friolera de un 10,8% y que ¡en España ha llegado al 15,4 %!

La hostelería y la restauración es otro de los capítulos donde los precios suben en España más que en Europa. El alojamiento ha subido en Europa un 2,7 % mientras que en España ha llegado al 6,1 %, el doble del europeo.

Otro de los grupos inflacionistas son los servicios financieros. Los servicios bancarios en Europa han subido un 2,4% y en España, un 5,6%, y, por su parte, los seguros en la eurozona han aumentado un 1,8% y en nuestro país, un 3,7%. ¿Qué justifica unos incrementos de precios en España que doblan a los europeos?: la mejora de los márgenes de las empresas financieras a costa de sus clientes.

Otros servicios cuyos precios suben mucho más en España que en Europa son los alquileres, fruto de los precios del sector inmobiliario, y también los servicios de agua, cuyos precios regulan los municipios y las comunidades autónomas.

Este incremento desmesurado de precios en los servicios tiene muchas causas. La primera, es la excesiva protección de algunos sectores frente a los consumidores.

Iniciativas como la de facilitar la baja del usuario de un servicio de telecomunicaciones van en la dirección correcta, pero se debe potenciar mucho más la defensa de los consumidores, especialmente en un país con déficit de organizaciones de consumidores.

Inicialmente se ha de potenciar la información a los consumidores sobre precios y calidades, sobre el precio real que paga por los servicios y la posibilidad de conocer la variación entre los distintos proveedores cuando la oferta es limitada y hay posibilidades de políticas de precios que conculcan la libre competencia.

La segunda causa es una excesiva regulación de muchos sectores, lo que impide una competencia eficaz.

Un ejemplo de ello es el fracaso de la competencia efectiva en muchos sectores de servicios públicos que han sido privatizados, pero no han sido liberalizados de forma efectiva. Un caso particular de regulación perversa es el del sector de la distribución comercial.

La tercera causa es la subida de los impuestos al consumo y los precios públicos, que en los últimos años han sido uno de los elementos incentivadores del alza indiscriminada de precios.

En resumen, la falta de competencia y la actuación no del todo responsable de las Administraciones públicas son el común denominador de la inflación del precio de los servicios en España, y una de las bases de nuestra pérdida de competitividad.

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