El retroceso de PNV-EA deja en el aire al actual Gobierno vasco
La coalición PNV-EA revalidó ayer su mayoría en las elecciones autonómicas vascas con el 38% de los votos, cuatro puntos menos que en 2001, lo que se tradujo en una pérdida de cuatro escaños. Esta fuerte sangría electoral que, previsiblemente, entorpecerá la formación del nuevo Gobierno, debilita también en buena lógica el llamado 'plan Ibarretxe', eje central de la campaña promovida por el lendakari y también de su acción política durante la séptima legislatura.
La jornada estuvo marcada también por un alza significativa del Partido Socialista de Euskadi-EE en las tres circunscripciones. Con casi el 23% de los votos, los socialistas de Patxi López se asomarán al nuevo Parlamento con 18 escaños, cinco más que en 2001. De hecho, es la única formación política que gana en apoyos.
El PP queda relegado a tercera fuerza política con el 17% de los votos, seis puntos menos que en las elecciones celebradas hace cuatro años. La candidatura encabezada por María San Gil pierde dos escaños en Álava, uno en Guipúzcoa y otro en Vizcaya.
La mayor sorpresa provino, quizás, del Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK), que se asoma por primera vez a la Cámara de Vitoria con nueve diputados, dos más de los que Euskal Herritarrok obtuvo en 2001. Ezker Batua-IU, partido liderado por Javier Madrazo, se queda con los tres escaños logrados hace cuatro años, mientras que la corriente Aralar consigue introducirse en el Parlamento con un diputado por Guipúzcoa. La suma de PNV-EA, Ezker Batua y Aralar, que es la composición más lógica que Ibarretxe tenía en la cabeza para formar gobierno, alcanza los 33 escaños, cinco menos de los necesarios para la mayoría absoluta. El PSE y el PP suman 33 escaños. El Parlamento vasco que conforman las urnas vuelve a mostrar, pues, la división en dos bloques, si bien el nacionalista se ve sensiblemente debilitado.
La estrategia central de la campaña de la coalición PNV-EA descansó, sobre todo, en la movilización del voto nacionalista para prevenir el riesgo de una alta abstención. A la vista de los resultados, ha sido una táctica fracasada, pues la participación fue del 69%, nueve puntos por debajo de la de hace cuatro años, extremo que resultó claramente perjudicial para la coalición nacionalista. El ahora lendakari en funciones era consciente de que asistía a una de las campañas electorales menos crispadas de las ocho celebradas hasta ahora en el País Vasco, bien por la ausencia de atentados de ETA, bien por la falta de una presión política conjunta procedente del PSE y del PP, al contrario de lo que sucedió en 2001. En aquellas fechas, la organización terrorista asesinó una semana antes de la cita con las urnas al presidente del PP en Aragón, Manuel Giménez Abad, e hizo explotar un coche bomba en Madrid coincidiendo con el cierre de la campaña electoral. La banda asesinó también en los meses previos a las elecciones al concejal socialista Froilán Elespe y al policía autónomo Iñaki Totorika.
En la recta final de esta campaña se llegó a percibir cierto nerviosismo en la dirección del PNV ante la posibilidad de un resultado sorpresa que, finalmente, no ha llegado más allá de su retroceso electoral. En realidad, el PNV no temía tanto perder el poder, escenario bastante difícil, sino el descontrol de la situación y de su capacidad para decidir en solitario, al margen de las fuerzas que componen el tripartito que ha gobernado durante la séptima legislatura. Ahora tendrá más difícil que en 2001 formar gobierno, abriéndose paso todas las hipótesis: desde una coalición a cuatro en minoría con EA, Ezker Batua y Aralar, hasta un acuerdo con el Partido Comunista de las Tierras Vascas, sin excluir, aunque este escenario sería más complejo, un pacto con el PSE-EE.
Los caladeros del PNV
Esta fue una campaña difícil, teniendo en cuenta las limitaciones de cada fuerza política en liza a la hora de buscar la movilización de su propio electorado sin activar los sentimientos de los contrincantes. Ha sido el caso, por ejemplo, del PSE de Patxi López, atento a la movilización de sus votantes, pero también a la captación del voto de los nacionalistas descontentos con la deriva del PNV y, sobre todo, de los más temerosos con el recorrido que pudiera haber tenido el 'plan Ibarretxe' de haber salido el lendakari reforzado en las urnas.
El buen resultado obtenido por el PSE es fruto de esta estrategia electoral, de la nueva trayectoria promovida por Patxi López desde el último congreso regional, pero también del llamado 'efecto Zapatero', que ya se dejó sentir en el País Vasco en las últimas elecciones generales. El presidente del Gobierno se volcó en la campaña electoral vasca para subrayar dos ideas básicas: ésta puede ser la legislatura de la paz y el 'plan Ibarretxe' debe dar paso a una reforma estatutaria que cuente con el mayor consenso posible a partir del propio Estatuto de Guernica. A la vista de los resultados de ayer domingo, la apuesta de Zapatero ha resultado exitosa, pues puede abrir el camino a que la reforma esté bien encauzada de aquí a dos años, a la vista del calendario que el Gobierno central ha previsto también para el rosario de modificaciones estatutarias pendientes de llegar al Congreso, la catalana incluida.
Con los resultados de las urnas aún calientes, está por ver si se dan las condiciones para que se abrevien los plazos del final del terrorismo. En esta última apuesta tendrá mucho que ver la actitud de la antigua Batasuna, cuyos votos han sido aglutinados al alza por el denominado Partido Comunista de las Tierras Vascas (EHAK), una formación política legalizada en tiempos de Ángel Acebes como ministro del Interior que podría desempeñar en adelante un relevante papel como interlocutora política dentro de las negociaciones que pudieran abrirse para acabar con ETA. Hace cuatro años, el PNV se benefició del trasvase de 80.000 votos de la antigua Batasuna. Ahora, el PCTV obtiene más de 149.000 apoyos, frente a los 143.000 reunidos por EH, la marca electoral de Batasuna, hace cuatro años.
Los principales dirigentes de la izquierda abertzale solicitaron durante la campaña a sus simpatizantes que respaldaran la candidatura de EHAK, después de que la misma, no sin una fuerte polémica, superara el filtro de la Ley de Partidos. La irrupción electoral de esta marca se produjo después de que la Fiscalía General del Estado impugnara la candidatura de Aukera Guztiak por estimar que era la lista blanca de Batasuna. El Tribunal Supremo decretó que esta formación no podía concurrir a las elecciones de ayer domingo y el Tribunal Constitucional confirmó el fallo por unanimidad justo a tiempo para el inicio de la campaña.
La secuencia electoral demuestra que la izquierda abertzale ha conseguido sus mejores resultados en el País Vasco en 1998, en plena tregua de ETA, con 224.000 votos y 14 parlamentarios. Su última propuesta de paz data del 14 de noviembre pasado, en la que proyectó un escenario de doble negociación, política y técnica, para alcanzar el fin de la violencia. La primera descansaría en las principales fuerzas políticas y la segunda en una especie de mano a mano entre ETA y el Gobierno central, que se limitaría a intercambiar armas por presos.
Ezker Batua y su cabeza de lista, Javier Madrazo, han terminado por desempeñar un papel escasamente relevante en estas elecciones. Aspirante a disponer de nuevo de la llave de la gobernabilidad, Madrazo no ha conseguido superar los tres escaños conseguidos en 2001. En campaña, dejó sentada una premisa importante: su participación futura en el Ejecutivo de Vitoria estaría condicionada al logro de más carteras. En la séptima legislatura tuvo la de Vivienda y ahora aspiraría a asumir responsabilidades en ésta y en otras áreas sociales.
Madrazo también ha dejado claro que la reforma del Estatuto debe abandonar como referente al 'plan Ibarretxe', en una apuesta que implicaría la apertura de una negociación de la reforma estatutaria sobre otros procedimientos, basados en el diálogo. Durante la campaña, Madrazo sólo descartó cualquier combinación de gobierno con el PP.