'El libre comercio baja los precios y eso es bueno para el consumidor'
El que fuera ministro de Transportes y presidente del Parlamento Europeo dirige la política comercial de la Eurocámara en medio de la tormenta sobre las importaciones chinas, la liberalización de los servicios y el final de la Ronda de Doha
Tras haber pasado por los grandes centros de decisión de la política española y europea, Enrique Barón se encuentra ahora con algunos de las mayores complicaciones que afectan a la UE. Desde las elecciones europeas del año pasado, la presidencia de la Comisión de Comercio Internacional de la Eurocámara le mantiene en un puente aéreo cotidiano entre Estrasburgo y Bruselas. En una de sus esporádicas visitas a Madrid, nos explica su visión de la actualidad.
¿Cómo afronta Europa la culminación de la Ronda de Doha de la OMC?
Nos encontraremos en diciembre en Hong Kong, donde deberíamos llegar a un acuerdo. Es una reunión vital, porque en la OMC es donde se decide la globalización. Al contrario que EE UU, la UE acudirá con una agenda global, que incluye servicios y agricultura. Vamos a hacer un esfuerzo de acceso al mercado y de renuncia a las subvenciones a la exportación. La Constitución Europea dice que el comercio debe ser libre y justo, y no sólo por altruismo: sólo facilitando el desarrollo conseguiremos que dejen de llegar pateras.
¿Qué opinión le merece la avalancha de textiles chinos?
Ha habido una llamarada desde enero, pero necesitamos un tiempo para valorar las medidas a tomar. El fin del sistema de cuotas está llevando a un cambio que no sólo perjudica a Europa y EE UU, sino también a países como Bangladesh o los del Magreb. Es importante que China haga un esfuerzo de disciplina para que no tengamos que recurrir a las cláusulas de salvaguarda. También hay que implantar el respeto a la propiedad intelectual, de los diseños y marcas. Es uno de los temas más sensibles en la negociación.
¿Y qué puede hacer el sector en Europa?
Lo que tenemos que hacer es centrarnos en nichos de mercado basados en el diseño y la creatividad. Hay que ir hacia gamas más altas, pero no sólo en alta costura, como demuestra el éxito de empresas como Zara o Mango. Eso sí: debemos tener en cuenta también los intereses de los consumidores, para los que una bajada razonable de precios resulta beneficiosa.
¿Cree que el sector estaba preparado para este momento?
El acuerdo de finalización de las cuotas se produjo en 1995 e incluía un periodo de transición de diez años, así que el tema no es nuevo. Quizá haya habido alguna falta de reacción hacia lo que se sabía iba a suceder. Aun así, hay muchas empresas que se han adaptado bien.
¿Hasta dónde puede llegar la protección arancelaria que pide el sector?
La cláusula de salvaguarda sólo podrá utilizarse hasta 2008. Ni Europa ni EE UU pueden permitirse volver a las cuotas. Entre otras cosas, porque países como China, además de producir, también suponen un mercado emergente enorme.
¿Quedan liberalizaciones pendientes en otros sectores?
En el terreno industrial hay un desmantelamiento generalizado de barreras, como resultado de la globalización. No hay más que ver a empresas como Mondragón, que planea construir un montón de fábricas en China. En todo caso, trabajamos con un modelo asimétrico, asumiendo que los países en vías de desarrollo están en peores condiciones.
¿Es entonces razonable la sensación de amenaza imperante?
Tecnológicamente, nosotros tenemos más que ganar que perder en el proceso globalizador, como demuestran temas como el Airbus u otros desarrollos tecnológicos. La UE es la primera potencia comercial del mundo, así que es absurdo estar a la defensiva.
¿Han cambiado mucho las cosas desde el fin de la Ronda Uruguay, en 1995?
Por entonces, en las negociaciones comerciales imperaban Europa y EE UU. Hoy, en el seno de la OMC encontramos grupos como el G-20, de países en fuerte desarrollo que tienen un gran poder negociador. Los tiempos han cambiado.
¿Ha asumido el comercio su papel para acabar con la pobreza?
El debate del desarrollo ha dejado atrás la época de la donación de los ricos a los pobres. Los países emergentes tienen derecho a acceder a los mayores mercados del mundo. No sólo comprarles; también venderles. La OMC no es un tema técnico: es ahí donde se establecen las normas de la aldea global. Una expresión inglesa define la situación: Trade, not aid. Comercio, no ayuda.
CV
Nombre Enrique Barón Crespo. edad 61.cargos Eurodiputado. Presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo.cargos anteriores Diputado en las Cortes tras las primeras elecciones (1977-1986). Ministro de Transportes, Turismo y Comunicaciones (1982-1985). Eurodiputado desde 1986. Presidente del Parlamento Europeo (1989-1992).
'Abrir los servicios es parte del mercado común'
Uno de los debates más enconados en el seno de la UE es la propuesta de liberalización de los servicios, conocida como Directiva Bolkestein. Pretende terminar con las restricciones existentes entre países de la Unión, y cuenta con la incómoda oposición de sindicatos y miembros como Francia o Suecia. Barón cree que, avanzando en la negociación, se llegará a un acuerdo: 'Esta directiva es un desarrollo de una de las cuatro libertades fundamentales del Mercado Común. Hemos construido la estructura fundamental del mercado interior, por el reconocimiento mutuo y la armonización en muchos sistemas sociales. Ahora se plantea en los servicios, teniendo en cuenta que ya ha habido avances sensibles en los financieros, con efecto muy positivo para los consumidores'.Las mayores reticencias aparecen en el plano social: 'Una de los escollos es la regla del país de origen posibilidad de que la empresa que opere en cualquier punto de Europa sólo cumpla la regulación del país en el que se ha constituido. La regla ya se aplica en sectores como la radiodifusión o el financiero, aunque con limitaciones de orden público. No tiene por qué no pasar con el resto de servicios. Otro miedo, que retrae a los sindicatos, es la posibilidad de que se practique 'dumping social', reduciendo la protección en el país de destino. Pero la directiva obliga a la conformación a las exigencias laborales del país de prestación del servicio. Habrá que tener paciencia, pero creo que al final se llegará a un acuerdo'.Enrique Barón cree que, de llegar a buen puerto, la liberalización beneficiaría especialmente a España, 'el país con mayor superávit en la prestación de servicios de la UE'.