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Tribuna
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El caso italiano, ¿deseo o realidad?

Altina Sebastián González / Sergio R. Torassa

La creación de un espacio financiero único en Europa es, de momento, más un deseo que una realidad. Los ejemplos de operaciones frustradas, las declaraciones de algunos políticos, las acciones de oro y la constitución de núcleos duros son pruebas indudables de que todavía hay camino por recorrer hasta lograr que la lógica del mercado se imponga al proteccionismo defendido desde algunos frentes.

En las últimas semanas, la polémica ha vuelto a enzarzarse, con protagonistas como BBVA y ABN Amro. El primero ha lanzado una opa sobre la Banca Nazionale del Lavoro (BNL), sexto banco italiano por activos, y el segundo se quiere hacer con la totalidad de la Banca Antonveneta, que ocupa el noveno puesto en el ranking. Dado que no parece aceptable que el apoyo o rechazo de estas operaciones esté justificado por meros argumentos nacionalistas, cabe preguntarse: ¿qué ventajas aportan para clientes, empleados y accionistas?, ¿dónde están las sinergias?, ¿quiénes salen ganando: comprador, vendedor o ambos?

El sistema bancario italiano está entre los menos concentrados de la UE. En 2003, la cuota de las cinco mayores entidades del país no representaba más del 27% del total de los activos bancarios, mientras que en España ese mismo ratio era del 44%. Al contrario de lo sucedido en otros países europeos, en Italia no ha habido grandes fusiones y adquisiciones bancarias, el sector financiero está atomizado (con más de 800 entidades operativas), es poco competitivo y su expansión internacional ha estado coronada de sonoros fracasos. La eficiencia no es tampoco su punto fuerte, y las cuentas de resultados se apoyan en unos márgenes generosos, fruto de un bajo grado de competencia real.

El sistema bancario alemán, uno de los más ineficientes de Europa, va a tomar buena nota de lo que ocurra en Italia

En este contexto, las oportunidades de mejora parecen claras: fuerte potencial de reducción de costes, aumento de ingresos, desarrollo de nuevos productos y servicios, utilización de canales alternativos, etcétera. Estas y otras posibles ventajas, como la imagen de marca o la red de oficinas, convierten a algunos de los bancos italianos en un objetivo muy deseado.

Durante los últimos años, algunos políticos italianos -entre ellos, el propio gobernador de su Banco Central- han defendido el 'carácter nacional' del sistema bancario. Esta actitud, lejos de beneficiar el sector, lo ha perjudicado, frenando su modernización, crecimiento y desarrollo. Prueba de ello es que los grandes bancos italianos no están ni entre los mayores ni entre los más eficientes del mundo.

El pasado 29 de marzo, BBVA presentó formalmente ante las autoridades de supervisión transalpinas su oferta pública de adquisición sobre el 85,6% del capital de BNL que no controla. La operación se articularía a través de un canje de acciones, previendo la entrega de una acción nueva del banco español por cada cinco de BNL y está supeditada a la obtención del 50% del capital, incluido el 14,7% que BBVA ya posee. Esta condición no es irrevocable, siempre y cuando el banco presidido por Francisco González logre un porcentaje tal que asegure la plena gestión de la entidad italiana.

Todo apunta a que esta opa cuenta con el apoyo de los dos socios de BBVA en el pacto de accionistas: Generali (8,72%) y Diego della Valle (4,99%). La aceptación por parte de la aseguradora sería muy importante para el banco español, que pasaría a tener un accionista de referencia extranjero, con un 1,3% del capital.

A su vez, el llamado 'contrapacto' -un grupo de accionistas liderado por el constructor Francesco Caltagirone y que controla un 25% de BNL- puede presentar una oferta alternativa sobre el 75% restante del capital. En este caso, BBVA debería replantear su postura, bien subiendo el precio de compra, bien vendiendo su participación, siempre y cuando el precio de la contraoferta supusiera un mayor valor para sus accionistas que seguir con su estrategia de crecimiento en Italia.

Dada la complejidad del entramado empresarial local, tampoco ha de descartarse que se produzca alguna deserción entre los grupos en puja. De hecho, uno de los miembros relevantes del contrapacto ya ha declarado que no considera la oferta como una amenaza y que 'la integración BBVA-BNL podría ser favorable'.

La operación cuenta con el apoyo de las asociaciones de consumidores, de los sindicatos, de la patronal italiana, del BCE, la Comisión Europea y de las autoridades españolas. En contra, sólo parece estar el Banco de Italia, si nos atenemos a las declaraciones de su gobernador. No obstante, este sólo podría oponerse a la opa en caso de que el comprador no fuese financieramente sólido, condición imposible de justificar en el caso de BBVA, ya que se trata de uno de los bancos europeos con mayor ratio de solvencia y con un modelo de gestión que satisface los estándares más exigentes.

Independientemente de cuál sea el resultado final de los movimientos iniciados por BBVA y ABN Amro, es indudable que ambos han dado un paso de gigante en pos de la eliminación de las barreras internas dentro de la UE.

En caso de éxito, las ventajas logradas excederían las estrictamente relacionadas con las dos entidades, sus accionistas y stakeholders. Por un lado, el modelo de negocio y la forma de hacer banca de ambos tendría un efecto revulsivo sobre todo el sistema bancario italiano en términos de eficiencia, innovación financiera y tecnológica. Por otro, se levantaría la veda que ha protegido el sector bancario, abriendo las puertas a otras entidades extranjeras que ya ostentan participaciones significativas, tales como SCH, Commerzbank, Crédit Agricole y Société Genérale entre otros. En este contexto se incluirían también las conversaciones 'de cortesía' mantenidas por los máximos ejecutivos de Barclays y Unicredito.

Finalmente, es previsible que esta dinámica actúe como catalizador de un rápido proceso de consolidación a nivel doméstico, donde, mediante fusiones y adquisiciones entre ellas, las entidades italianas adquieran la dimensión que la banca como negocio global requiere. Con seguridad, la banca alemana -una de las más ineficientes de Europa- tomará buena nota de ello.

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