Londres exhibe a Caravaggio
Los colores vibrantes de la primera pintura de Michelangelo Merisi de Caravaggio (1571-1610), su vital teatralidad y osada sensualidad se transformaron en los últimos años del artista en sombras y tonalidades oscuras. En su obra final, Caravaggio utilizó su dominio de la luz para resaltar el dramatismo de escenas que transmiten sentimientos que van del dolor a la compasión, la ira, la extrema violencia y el arrepentimiento. No hay que olvidar que el genio italiano vivía por aquel entonces una intensa tragedia. Era un fugitivo sobre el que pesaba una condena a muerte, tras matar en un duelo a espada a su contrincante.
La National Gallery muestra en Caravaggio: the last years, abierta hoy y hasta el 22 de mayo, 16 de las mejores obras de los últimos cuatro años del artista realizadas en Nápoles, Malta y Sicilia, donde se refugió tras su huida de Roma, hasta su muerte a los 39 años.
La exhibición desvela la última obra en seis salas casi en penumbra con una sutil iluminación que resalta aún más el dramatismo de los cuadros. La muestra arranca con dos versiones de Cena en Emmaus. La primera de 1601, cuando la vida todavía sonreía a Caravaggio. Es un cuadro de gran realismo en la que el espectador es arrastrado por el asombro de los apóstoles al ver a Jesús resucitado. La pintura es extremadamente detallada con un vívido sentido de presencia. Cristo aparece como un hombre rejuvenecido sin barba, como una metáfora de la vida después de la muerte.
Huía de la idealización y del canon de belleza de su época
La vitalidad y expresividad de esta obra contrasta con la que realizó cinco años después cuando ya era un prófugo. La luz de la revelación ha desaparecido y la escena es más monocromática y sombría. Pero hay una mayor intimidad alrededor de la mesa, los gestos de los apóstoles están más contenidos y hay una gran conexión con la figura de Jesús.
Según Dawson Carr, comisario de la exposición, la comparación de ambos cuadros 'muestra la transformación de la obra de Caravaggio que en sus últimos años produjo un arte más sobrio y también más libre, con un mayor interés por el aspecto psicológico'.
La intensidad de Caravaggio es un reflejo de la pasión con la que vivió, era temperamental e impulsivo y conocía bien la vida de la calle. Pero fue sobre todo un revolucionario en capturar la realidad. Huía de la idealización y de los cánones de belleza de la época. Usaba a la gente de la calle como modelos y retrataba gestos y expresiones que siguen siendo contemporáneos, según Carr.
En La adoración de los pastores se recuerda la humildad donde nació Cristo. La virgen aparece cansada, sentada en el suelo de tierra y los pastores son tan pobres que sólo ofrecen su adoración.
Buscó el realismo de la gente de la calle
El pintor escandalizó y maravilló a sus contemporáneos con el realismo de sus cuadros sobre temas religiosos o mitológicos, que se hacía más palpable por la utilización de gente de la calle, desde humildes trabajadores a mendigos y prostitutas. Cuando no tenía modelo se retrataba a sí mismo. Su rostro aparece en la cabeza decapitada de Goliat, sostenida por David, que mira a su víctima con una mezcla de compasión y dolor. A veces utiliza el mismo modelo varias veces como es el caso de la figura que aparece amenazante a la izquierda en la pintura de la Flagelación de Cristo, un cuadro que posee una gran violencia en acción.