Juan Español está agobiado
El presidente del Congreso de los Diputados y ex vicepresidente de la Comisión Europea subraya el paso trascendental que significa la Constitución europea en la construcción de la UE. Un punto de vista con el que coincide el representante del primer sindicato español
Cuántos irán a votar este domingo? ¿Pasaremos del 50% de los votantes? Si sólo vota el 30% de los ciudadanos, ¿será una catástrofe? ¿Pero cómo va a ir a votar la gente si no conocen la Constitución europea? ¿Hay ambiente de referéndum?
Me temo que, como ha ocurrido en todos los referendos habidos en la historia del proceso de integración europeo, estamos agobiando innecesariamente a nuestros pacientes ciudadanos.
Muchos Juan Español se preguntarán efectivamente cómo van a ir a votar si no son capaces de recordar cuantos títulos tiene la Constitución europea; a lo mejor otros ciudadanos no se animan del todo porque no terminan de comprender cómo, gracias a las nuevas bases jurídicas de la Constitución, se ha resuelto en parte el crónico déficit democrático de la Unión Europea: y, quien sabe si otros, con más pudor, no se ven votando un procedimiento legislativo, el comunitario, que son incapaces de comprender después de leer en familia el ejemplar de la Constitución que le dieron en el quiosco.
Para ser buen europeísta no es ni mucho menos necesario emocionarse con un proyecto de directiva de la Comisión Europea
Es el eterno problema de los referendos sobre la integración europea: explicar la complejidad de la Unión Europea en un curso acelerado de tres semanas con un atracón de datos y discursos, que terminan agobiando al ciudadano haciéndole creer que no sabe lo que está obligado a saber; que sus conocimientos son muy limitados para ser un buen europeo, y finalmente llevarle a la conclusión de que el tema europeo es cosa de grandes especialistas fuera de las posibilidades de un ciudadano común.
Pues bien, para ser un buen europeísta no es ni mucho menos necesario conocer al dedillo los entresijos de un Consejo de Ministros, ni tampoco emocionarse con un proyecto de directiva de la Comisión Europea. Tales emociones son imposibles, poco recomendables, y además no aumentan la responsabilidad del ciudadano a la hora de decidir si va a votar y qué va a votar.
Tampoco escapa el próximo domingo, día 20, a otro de los elementos propios de un referéndum nacional sobre una cuestión europea: la lectura de los resultados en clave de política interna.
Basta leer entre líneas y escuchar algunos discursos para saber que el resultado de participación y los eventuales síes y noes serán discutidos al día siguiente, no precisamente para valorar desde una perspectiva europea el interés de los ciudadanos españoles por la Constitución, sino en términos de éxito o fracaso del Gobierno. Siempre ha sido así y todo induce a pensar que ahora será también así.
Personalmente, voy a votar que 'sí'. Como ciudadano español y europeo siempre estuve convencido de que la construcción europea es un proceso en marcha que está siendo capaz de resolver los problemas históricos de un continente, el europeo, que no se ha caracterizado precisamente por haber sido siempre un espacio de paz, de cooperación y bienestar económico y social para los que tenemos la suerte de ser miembros de la Unión Europea. La Constitución europea es un paso muy significativo en este proceso.
Ya sé que no es un texto perfecto, que tiene imprecisiones, que no termina por resolver ciertas cuestiones institucionales importantes, pero es un avance en relación al antiguo Mercado Común del Tratado de Roma, al mercado interior del Acta æscaron;nica; a la Unión Económica y Monetaria de Maastricht; a los progresos en el ámbito del procedimiento legislativo introducidos en el Tratado de Ámsterdam, y representa un progreso en el espacio de justicia y de seguridad que definió en Tratado de Niza.
Si nuestro Juan Español deja de agobiarse con sesudas explicaciones de los vericuetos de Bruselas y se le confronta con lo que ha supuesto en términos de progreso individual y colectivo para nuestro país la pertenencia a la Unión Europea, todo saldrá bien. Para bien nuestro y de los europeos.