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Tribuna
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El 'tsunami' y la economía de la solidaridad

Un mes después del maremoto del Sudeste asiático, que ha causado más de 220.000 víctimas, y a la vista de la respuesta de la sociedad española nos parece oportuno reflexionar sobre su dimensión económica y las características de ésta ola de solidaridad.

En España las donaciones de los ciudadanos pueden estimarse entre 55 y 60 millones de euros, según informaciones de diferentes fuentes. Estos datos se aproximan, teniendo en cuenta la diferencia de población, a los 68 millones de euros de Francia, los 96 millones de Gran Bretaña y los 183 millones de EE UU.

Las motivaciones de los ciudadanos han sido diversas. De estupor ante la catástrofe, por el impacto de las imágenes en los medios, la mala conciencia de una sociedad opulenta en plena vorágine consumista, y sin duda, de solidaridad entendida como compromiso entre seres humanos iguales, lejos del capitalismo compasivo de los ricos hacia los pobres.

Por los datos de otras emergencias, conocemos que el perfil sociodemográfico de los donantes españoles es de mayor presencia de mujeres que de hombres, pertenecientes a la clase media y media baja, con una significativa representación de profesionales cualificados y semicualificados, y que viven en ciudades de más de 100.000 habitantes. Al igual que en otros países desarrollados se mantiene la pauta de que las personas con mayores rentas, hacen donaciones proporcionales a su renta pero muy inferiores comparativamente, a las realizadas por las clases medias y medias bajas. Por tanto, a mayores ingresos se corresponden a donaciones menores en relación con la capacidad del donante.

A este perfil hay que añadir los más de nueve millones de donaciones a través de mensajes telefónicos SMS, que han permitido acercar las donaciones a nuevos públicos como los jóvenes. Son donaciones fáciles, atractivas y baratas, aunque están lejos de los 25 millones de donaciones por SMS de Italia o de los 22 millones de Holanda.

La fiscalidad española en estos casos no actúa como un incentivo: la legislación actual permite a los ciudadanos deducir el 25% de la donación en el IRPF y el 35 % de la donación a las empresas en el Impuesto de Sociedades.

Según datos de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria en 2002 se realizaron 2.491.981 declaraciones de IRPF (16,1% del total presentadas) que hacían constar deducciones por donaciones destinadas a ONG de cooperación al desarrollo y de acción social -por un importe de 240 millones de euros- y que corresponden a una donación media de 120 euros.

En España se debe aprovechar la reforma del IRPF para acercar las deducciones fiscales a las de otros países europeos, en las que son del 100% del importe para los particulares y del 50% para las empresas. Esta próxima regulación de las deducciones del IRPF debe tener en cuenta la madurez de los tres millones de españoles que en la actualidad son socios o donantes de las diferentes ONG: de cooperación, sociales, o culturales, y no sólo para evitar el potencial fraude de 5.000 patrimonios personales.

Una última reflexión: más allá de las emergencias que se producen lejos de nuestro entorno, cada día y cerca de nosotros hay verdaderos tsunamis personales que reciben la atención de numerosas asociaciones y fundaciones. La solidaridad no debe guiarse solo por impulsos y debe aplicarse en nuestra propia sociedad. No lo olvidemos.

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