Democracia y desarrollo
En los últimos años han aparecido varios libros (algunos de ellos escritos por académicos americanos de gran éxito editorial) en los que se afirma que la implantación de regímenes democráticos en los países subdesarrollados está conduciendo a una mayor inestabilidad étnica y política, lo que está produciendo situaciones caóticas en las que el cumplimiento de las leyes es bajo y la corrupción es elevada. En uno de esos libros se conjetura que la puesta en marcha de políticas para mejorar la eficiencia económica (políticas de mercado) crea situaciones caóticas si se acompaña de una liberalización política, que acaban por frustrar la mejora de la eficiencia.
Hay la sospecha de que la evidencia que se utiliza para realizar estas afirmaciones es bastante anecdótica. Todos estos ensayos hacen continua referencia a la desastrosa experiencia de los países africanos. Pero la realidad del continente africano es que, pese a haber aumentado el número de países en los que los actuales gobernantes han sido elegidos mediante procesos electorales, el avance de la democracia es escaso, y que la realidad democrática e institucional de muchos de esos países es muy deficiente. Por otra parte, los dos países africanos que constituyen sendos éxitos de crecimiento económico (Botswana y Mauricio) han tenido en todo el proceso sistemas democráticos y han aumentado sustancialmente su cohesión social (pese a los problemas que Botswana tiene con el sida).
La relación entre formas democráticas y corrupción en los países subdesarrollados, que se avanza en algunos de esos ensayos, carece de base empírica. El Banco Mundial estima, a partir de decenas de estudios sobre la situación institucional de muchos países, indicadores sobre aspectos como grado de democracia y grado de control de la corrupción. Para el conjunto de los países africanos, latinoamericanos y los asiáticos más pobres, estos dos indicadores tienen una correlación positiva. No muy alta (0,58), pero claramente positiva. Lejos de la correlación negativa que parecen sugerir los ensayos comentados.
Hay una relación positiva entre cambio político hacia un régimen democrático y aceleración del crecimiento
Muy recientemente el profesor Rodrik (junto a R. Wacziarg) ha presentado unos resultados relevantes para la cuestión que nos ocupa. Analiza la experiencia de los países en los que se ha producido un cambio desde un régimen autocrático a uno democrático. Y estudia como se ha comportado el crecimiento económico (la tasa de crecimiento de la renta per cápita) en los diez años siguientes al cambio político. La conclusión es que hay una relación positiva entre cambio político hacia la democracia y aceleración del crecimiento.
Resultado que entra en abierta contradicción con las afirmaciones que estamos comentando. Este resultado se mantiene si se divide la muestra de países y se limita a los del continente africano. También se mantiene en la submuestra de países con cierto grado de fraccionamiento étnico. Lo que resulta relevante, pues una de las afirmaciones que encontramos es que la introducción de la democracia es especialmente negativo en los países con conflictos étnicos potenciales. Los resultados de Rodrik contradicen también esa afirmación.
La pretendida incompatibilidad entre reformas económicas para aumentar la eficiencia productiva y reformas democráticas parecen estar basadas en la exitosa experiencia china de los últimos 20 años. Efectivamente, en China, tal como describía recientemente en esta misma sección de Opinión (4 de diciembre de 2004), se han reformado muy inteligentemente las instituciones económicas, introduciendo paulatinamente (y de forma acelerada) criterios de mercado, pero se ha hecho sin reformar las instituciones políticas que se mantienen muy autocráticas.
Pero eso no quiere decir que no se hubieran podido introducir esas reformas económicas, u otras similares, y, al mismo, tiempo avanzar en el desarrollo democrático. Otra experiencia asiática de éxito, como Singapur, tampoco cuenta con un régimen abiertamente democrático, pero es uno de los países del mundo mejor valorados en el control de la corrupción y en la eficacia de la Administración.
Los dos casos asiáticos, tan distintos entre sí, no parecen suficientes para sostener la incompatibilidad entre reforma económica y reforma democrática. Hay muchas razones, y no poca evidencia, para sostener que la profundización democrática, si implica un mayor control de los poderes políticos y una más transparente administración de la justicia y del Estado, contribuye poderosamente a una mejora de las instituciones económicas y, con ellas, a una mayor eficiencia.