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Debate abierto
Tribuna
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La reforma de la negociación colectiva

La negociación colectiva en España es un mecanismo bastante bien articulado y podría decirse que funciona prácticamente solo, como un reloj. Ahora bien, a nadie se le escapa, y mucho menos a los negociadores de los convenios (organizaciones patronales y representantes sindicales), que la actual telaraña de más de 5.000 acuerdos colectivos debería retocarse para mejorar su eficacia en la regulación de las relaciones laborales de más de nueve millones de asalariados.

Una vez admitido este punto surge una primera pregunta: ¿es la reforma de los convenios imprescindible y urgente? En la respuesta aparecen dos posturas claras: la de quienes creen que los cambios son inaplazables y las de aquellos que no verían mal que se abordase la reforma pero no consideran que sea imprescindible para un buen funcionamiento de las relaciones laborales. En ambas posiciones nos encontramos a miembros de todas las partes implicadas. Si bien son mayoría, tanto entre empresarios como entre los sindicatos, los que opinan que 'no es para tanto', que las relaciones laborales en España 'son más que aceptables'.

Pero a veces da la sensación de que este conformismo es fruto de cierto temor de los negociadores al cambio. De hecho, la última vez que se planteó una reforma en profundidad en 2001, la patronal y los dos principales sindicatos optaron por retomar in extremis los antiguos pactos salariales interconfederales de los setenta, que en cierta manera atan o condicionan a los negociadores a una serie de recomendaciones pactadas en las cúpulas de las organizaciones, antes de aceptar una reforma legal guiada por el equipo del anterior ministro de Economía, Rodrigo Rato, que no interesaba a ninguna de las partes.

En la negociación de ámbito provincial se crean muchos intereses porque hay mucha gente que vive de ello

La negociación colectiva también es una fórmula para regular la competencia en los distintos sectores

Esta reacción y el conformismo antes citado de los negociadores suscita una segunda pregunta: ¿por qué da tanto miedo abordar un proceso de reforma de la negociación colectiva? En privado, la mayoría de los agentes implicados reconocen que el principal problema es la gran cantidad de intereses creados, fundamentalmente económicos y de poder, que podrían ponerse en riesgo si cambiara el mecanismo de negociación colectiva.

No hay que olvidar tampoco, como recuerda José María Zufiaur, director general del instituto de estudios laborales Labour Asociados, que la negociación colectiva no es en la práctica la mera ordenación de las relaciones laborales sino que se convierte 'en una fórmula más de regular la competencia entre los sectores'.

Todos estos intereses se ponen de manifiesto, como ocurrió en 2001, en el momento en el que las partes se sientan alrededor de una mesa con luz y taquígrafos para hacer una lista de cosas que funcionan mal y que hay que cambiar; a la hora de saber si los culpables de que los convenios no se adapten a las nuevas realidades son las inadecuadas prácticas de los negociadores o un marco legal inapropiado o, lo que parece más probable, una combinación de ambos factores.

Una de las principales cuestiones que surgieron en el último intento reformista en 2001, si no la principal, fue el debate de la descentralización de los convenios, que afecta directamente a la estructura del mecanismo negociador. Este objetivo no encuentra, en principio, grandes detractores en la teoría pero sí en la práctica.

Los sindicatos acogen con agrado, tal y como persigue dicha descentralización, que se fomenten los convenios de empresa, porque es cierto que son estos últimos los más adecuados económicamente para negociar las condiciones de trabajo. Si bien los sindicalistas exigen a cambio que se fortalezcan los niveles superiores de negociación, en particular la negociación sectorial de ámbito nacional.

Para las centrales sindicales los convenios sectoriales para todo el territorio deben ser el paraguas del resto de los convenios de otro ámbito (autonómicos, provinciales y de empresa) y, por eso, cuanto más rico sea el contenido de estos acuerdos, más ricas serán las relaciones laborales en general, ya que estos acuerdos obligan a los de los ámbitos inferiores.

Pero paradójicamente, en la práctica, no son ni los convenios sectoriales nacionales ni los de empresa los acuerdos de referencia para la mayoría de los trabajadores, sino que son los convenios sectoriales provinciales los que rigen las condiciones de nada menos que el 52% de los asalariados (el 28% tiene un convenio nacional de sector, el 12% cuenta con convenio de empresa y el 8% está cubierto por un convenio sectorial autonómico).

De esto podría deducirse que los convenios que deberían mejorarse en una hipotética reforma serían los sectoriales provinciales, para actuar así sobre el mayor número de trabajadores. Sin embargo, empresarios y sindicatos admiten que este nivel intermedio de negociación es el que más obstaculiza la adaptación del convenio a la realidad macroeconómica y empresarial, por las duplicidades normativas y el 'desperdicio de esfuerzos en la negociación' de estos acuerdos.

¿La solución sería, por tanto, reducir o eliminar este nivel de negociación? Este es precisamente un polvorín del que ni sindicatos ni empresarios quieren oír hablar, y no porque no crean que sería beneficioso sino porque aparecen, una vez más, los intereses de los que podríamos llamar mandos intermedios de las organizaciones, los negociadores de los convenios provinciales.

En el caso de la representación empresarial se llegan a crear, en muchas ocasiones, organizaciones patronales sólo con la intención de negociar estos convenios, o bien los empresarios contratan a equipos profesionales de negociación laboral a tales efectos. Igualmente se podría hablar de las estructuras sindicales, aunque en este caso suele ocurrir que un mismo equipo de representantes sindicales negocia varios convenios de la misma provincia.

En cualquier caso, es en este ámbito de la negociación donde surgen numerosos intereses económicos, 'porque hay mucha gente que vive de ello', asegura un experto. Un importante problema de fondo del que no suele hablarse y que habría que solucionar antes de entrar a reformar los contenidos y estructura de los convenios .

Algunos sectores empresariales y jurídico-laborales abogan por llevar a cabo reformas radicales que supondrían una desregulación encubierta de la negociación colectiva y, por ende, a una individualización de las relaciones laborales. Esto pondría en riesgo la propia naturaleza normativa y reguladora de los convenios, que están precisamente para fijar un marco laboral que no pueda incumplirse cuando una de las dos partes lo considere oportuno.

Al margen de cuál sea la reforma más adecuada y cuáles los plazos en los que se lleve a cabo, lo que parece claro es que cualquier cambio en el mecanismo de relaciones laborales sólo tendrá éxito si se pacta entre la patronal y los sindicatos. Y esto es algo que parece haber entendido el nuevo Gobierno socialista.

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