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Columna
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Las claves de este año

Ángel Ubide

El que nos deja ha sido un año de cierta frustración para la profesión económica. Educados en un universo de economías artificiales donde los mecanismos de transmisión funcionan sin obstáculos, el año 2004 ha servido para demostrar cómo la economía política ocupa una jerarquía superior a la pura ciencia económica.

Así, a principios de 2004, con tipos de interés al 1% en Estados Unidos, un gran impulso fiscal y una cuenta corriente en números rojos; crecimiento acelerado en Asia y, sobre todo, en China; mercados inmobiliarios al rojo vivo en varios países del mundo, y precios del petróleo al alza, la conclusión lógica hubiera sido un año de alta inflación y altos tipos de interés -el preludio de la gran mayoría de las recesiones desde la posguerra- y un dólar más débil.

El resultado ha sido bien distinto. El proceso de intervención masiva de los países asiáticos en los mercados cambiarios y la incertidumbre asociada a las elecciones americanas impidieron que el dólar se debilitara y que los tipos de interés a largo plazo alcanzaran niveles preocupantes. Por tanto, a pesar de los múltiples shocks negativos, las perspectivas económicas para el año 2005 son boyantes. Aunque dar todo el crédito a la intervención de los políticos y banqueros centrales es probablemente injusto.

A pesar de los múltiples 'shocks' negativos, las perspectivas económicas para el año que ahora empieza son boyantes

El doble shock positivo de oferta que han supuesto la revolución tecnológica y la entrada de China e India en el comercio internacional ha generado un importante aumento del producto potencial mundial, y por tanto de la capacidad de generar crecimiento no inflacionista.

¿Qué sucederá en el 2005? ¿Primará de nuevo la economía política, y por tanto se pospondrá de nuevo la resolución de los desequilibrios globales? ¿Tendrá la Administración Bush el coraje de reducir de manera creíble el déficit fiscal, como contribución esencial a la resolución del desequilibrio global? ¿Seguirá la Unión Europea creciendo de manera frágil, siempre dependiente del tirón de las exportaciones? ¿Liberalizará por fin China su tipo de cambio? Los eventos de los últimos meses del 2005 dan pistas importantes para resolver estas incógnitas.

La pregunta clave es qué sucederá con los enormes déficit fiscal y por cuenta corriente de Estados Unidos. Por suerte, las últimas semanas han presenciado un cambio de actitud importante de las autoridades americanas. Una vez pasadas las elecciones, la Administración Bush ha cambiado de tono drásticamente y ha admitido claramente que el déficit fiscal es un problema y que su resolución será una de las prioridades del Gobierno. No está claro que el plan que se adopte sea óptimo ni siquiera suficiente -ni los planes de reforma fiscal ni los de seguridad social implican un aumento del ahorro nacional- pero al menos ahora se admite que hay un problema.

De manera similar, Alan Greenspan ha admitido que el déficit por cuenta corriente es insostenible, y que un dólar mas débil forma parte de la solución. De hecho, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) que Greenspan preside parece haber mostrado su preferencia por un dólar más débil y tipos de interés mas altos. Por fortuna, tanto Europa como Asia han tolerado la apreciación de sus monedas.

Victoria por tanto para los economistas: las autoridades económicas han admitido que hay que corregir los desequilibrios y están empezando a obrar en consecuencia. La cuestión es: ¿ahora que se han admitido los problemas, agradarán las soluciones propuestas?

Durante las últimas semanas han proliferado los artículos de opinión avisando acerca de las consecuencias catastróficas para el crecimiento mundial si el dólar se debilita lo necesario para corregir el déficit comercial americano. La evidencia empírica resulta contundente: históricamente, las correcciones de los déficit comerciales han venido asociadas a una depreciación de la moneda e igualmente a una desaceleración económica del país en cuestión. El problema entonces está claro: si el resto del mundo no se independiza del crecimiento estadounidense, la resolución del problema americano arrastrará al resto del mundo consigo.

Los economistas por tanto dirían: 2005 será finalmente el año del inicio de la corrección del desequilibrio americano: la caída del dólar generará expectativas de inflación y aumentaran los tipos de interés, desacelerando la economía. Los bancos centrales del resto del mundo acomodarán la apreciación de sus monedas y adoptarán políticas de estímulo de demanda, y los Gobiernos aceleraran las reformas estructurales. Europa dará la bienvenida al euro fuerte, reflejo de un marco de política económica disciplinado y de un aumento del uso del euro como moneda de reserva. China seguirá preparando, sin prisas, el camino para una liberalización de su sistema cambiario. La economía mundial crecerá un poco menos, pero crecerá mejor. Las Bolsas, animadas por el principio de la resolución de los problemas, mantendrán un tono alcista.

¿Impedirán las autoridades económicas que este escenario se materialice? El cambio de tono es esperanzador. La reunión del G7 en febrero será probablemente decisiva. Si Estados Unidos llega a la reunión con una propuesta fiscal aceptable, el año 2005 probablemente se desarrollará como dirían los economistas.

Si no hay acuerdo y las autoridades económicas impiden otra vez que los mecanismos económicos actúen, la probabilidad de una caída desordenada del dólar que desemboque en una crisis financiera aumentará de manera notable. El sistema es elástico, pero todas las gomas se acaban rompiendo.

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