La intervención preventiva, modelo de relaciones exteriores
Desde la guerra de Vietnam, la política exterior de EE UU ha sido la gran paria electoral. Ni siquiera el fin de la guerra fría, bajo el mandato de Ronald Reagan, fue un factor determinante para los votantes. La frase 'es la economía ¡estúpido!', que se atribuye a Bill Clinton, lo resume todo.
Hasta ahora. En las elecciones de 2004 las relaciones internacionales han ganado peso en las decisiones de los votantes. Según una reciente encuesta de The Washington Post, para el 24% de los americanos lo más importante a la hora de ir a las urnas es la economía, pero para el 21% es Irak y para un 20% la guerra contra el terrorismo.
Este giro en la sensibilidad tiene su origen en el 11-S. Hay quien, como el financiero George Soros, cree que no es tanto por los ataques terroristas como por la respuesta a ellos de parte de la Administración. El hecho, es que tras esta fecha, George W. Bush, a quien siempre se le había echado en falta la curiosidad por las relaciones internacionales, ha asegurado un cambio histórico en la política exterior de EE UU.
George W. Bush ha consagrado el modelo unilateral
Con 'el eje del mal' y la doctrina de 'los ataques preventivos', Bush ha sentado las nuevas bases desde las que se dirige el poder militar y político de Washington. En solo una legislatura, el presidente ha lanzado una nebulosa guerra contra el terrorismo en dos frentes (Afganistán e Irak) y al grito de 'se está conmigo o contra mí', ha convertido las alianzas y el multilateralismo en algo prescindible.
Esta doctrina, inspirada por neoconservadores como Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y Richard Perle, entre otros, no ha sido repensada tras el clamoroso fiasco de las razones para la guerra contra Irak. Recientemente se ha hecho oficial por EE UU que el régimen de Sadam Hussein no tenía relación con el 11S, ni armas de destrucción masiva, ni representaba un peligro inminente para los americanos. En suma: no había razones para la prevención ofensiva. Pero esto, lejos de invalidar la doctrina del ataque preventivo, la ha endurecido. Bush afirma que la intención del presunto enemigo de atacar basta, y el peligro inminente pasa a segundo plano.
El candidato demócrata asegura que todo esto, junto con los episodios de abusos en Abu Ghraib o el olvido del artífice del 11-S, Osama Bin Laden, han hecho caer en picado la credibilidad de EE UU justo cuando más la necesita para obtener ayuda en Irak, reafirmarse ante el resto del 'eje del mal' (Corea del Norte e Irán) o mediar en el conflicto israelo-palestino. Solo la capitulación de Libia ha sido recibida con aplauso por Kerry. La irritación del demócrata se alimenta además con las revelaciones de disidentes como Paul O'Neill (ex secretario del Tesoro) o Richard Clarke (ex zar antiterrorista) que han transmitido la idea de que Irak estaba en la agenda de Bush desde su toma de posesión.
El comentarista de The New York Times, Thomas Friedman, dijo durante la guerra que EE UU había llegado a este conflicto 'porque puede' . El objetivo era mostrar que tras el 11-S el país no era tan vulnerable. No, además, cuando puede demostrarlo en un área como el Golfo Pérsico del que es altamente dependiente por su alto consumo de petróleo. Y no cuando hay que imponerse a alguien que puede conseguir armas y usarlas para dictar su ley en esta zona tan importante.
Nada de esto es nuevo, de hecho, Bush ha culminado una doctrina ya vigente desde los años ochenta. Y es que desde la caída del sah de Irán en 1979 y su sustitución por el régimen del ayatolá Jomeini, Washington ha tenido la zona bajo alerta. El presidente Carter dijo en febrero de 1980 que cualquier intento 'de controlar el Golfo Pérsico sería visto como un ataque a los intereses vitales de EE UU y repelido con los medios necesarios, incluida la fuerza'.
Pero aunque la génesis de la doctrina de la prevención tenga raíces históricas, Bush la ha forzado hasta el extremo y a costa de un extraordinario precio geopolítico y presupuestario. A diferencia de la primera guerra del Golfo, en la que EE UU contó con el apoyo de los aliados más poderosos que podía tener, ahora es Washington quien paga la mayoría de la factura. El coste de la guerra en Irak está a punto de pasar los 225.000 millones de dólares y la cuenta no está cerrada porque el inestable Irak demandará más. Además el presupuesto de defensa ha crecido un 35% desde 2001.
Todo ello no ha evitado que se añada una tensión más, casi permanente, a la ajustada oferta de petróleo, algo que ni favorece a la economía de EE UU ni a la de resto de países desarrollados.
Dick Cheney ha calificado de 'brillantes' las invasiones de Irak y Afganistán. Kerry cree que es un 'colosal error de juicio'. Con estas impresiones EE UU vota con la consciencia de la importancia de su política exterior.
Continuismo o tímido multilateralismo
'Si somos una nación arrogante, los extranjeros se sentirán ofendidos, si somos humildes pero fuertes, nos darán la bienvenida... Tenemos que ser humildes'.Esta frase se incluía en un discurso de George Bush en octubre de 2000 y ahora podría atribuirse al candidato que le disputa el puesto aunque con matices. La visión de un EE UU humilde no cuadra en la dialéctica actual. Frente al continuismo de Bush, Kerry propone algunos cambios que no siempre transmite con claridad. Por ejemplo, después de afirmar que 'ninguna nación tendrá veto sobre nuestra política', el demócrata rechaza la doctrina de la prevención unilateral. Incluso considera que ésta orientación exterior ha socavado la seguridad de EE UU.Kerry dice que la guerra será siempre su último recurso pero mantendrá casi el mismo gasto en defensa. En el caso de Irak asegura que ha distraído al país de su prioridad que era Al Qaeda, Bin Laden y asegurar que los arsenales nucleares no caigan en manos de terroristas.El objetivo de Kerry es comenzar la retirada de tropas en verano aunque ha dado pocos detalles sobre este repliegue. El demócrata quiere recuperar la diplomacia y espera reconstruir las alianzas rotas. No obstante, espera retomar bilateralmente las conversaciones con Corea e Irán. Por lo que se refiere al conflicto Palestino, quiere mandar un enviado especial a la zona aunque su punto de partida no difiere del de Bush. 'Israel tiene derecho a defenderse'.