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CincoSentidos

Lo más duro de ser jefe

Es complicado ser jefe. Más de lo que muchos piensan. A pesar del mayor salario y de que a algunos pueda parecer que trabajan menos que sus subordinados, también sufren. Sin duda, la tarea más difícil a la que se tienen que enfrentar los directivos es la del despido de un empleado. Decidir y comunicar a alguien que no sigue en el equipo es un trago amargo para todo jefe. 'Cuando llega este momento, que siempre acaba por llegar alguna vez, la mayoría de los mandos sufren mucho, incluso sabiendo que su decisión es la correcta', explica Paco Muro, presidente de la consultora especializada en recursos humanos Otto Walter España y director de una investigación, en la que han participado 972 directivos, sobre los obstáculos más abruptos que un líder debe aprender a manejar.

Aguantar a los que le rodean, la presión de los resultados, las exigencias de los superiores e incluso la autoexigencia supone para los ejecutivos, según confiesan ellos mismos, un continuo esfuerzo. Además, explica Muro, a los jefes se les mira con lupa y un solo desliz, un error, una pérdida de nervios, deja más huella que diez aciertos.

También les resulta desagradable transmitir órdenes de arriba que no comparten totalmente. Ante esta conclusión, el presidente de Otto se plantea: '¿Por qué ocurre esto si se supone que los de arriba han tomado la decisión con coherencia?'. Ocurre que también los propios mandos sufren en su carnes un 'grave defecto de comunicación por parte de sus propios jefes, que probablemente no les han trasladado correctamente la decisión o no les han escuchado anteriormente para tomar la decisión que hubiera sido correcta desde el principio'.

'Hagas lo que hagas y decidas lo que decidas siempre habrá alguien al que no le guste'

Comunicar decisiones o hechos que no van a gustar al otro tampoco gusta y cuando se produce una situación como ésta se pasa de víctima a verdugo. 'Cuando eres jefe, acabas aprendiendo que es imposible contentar a todos con todo. Hagas lo que hagas y decidas lo que decidas siempre habrá alguien al que no le gustará o le viene mal', argumenta Muro.

Otro motivo de agobio es tener la sensación permanente de que no se atiende a todo, de que continuamente surgen imprevistos propios del cargo. Todo esto puede acabar con el equilibrio emocional. Para mejorar la gestión de las tareas, porque solución definitiva no hay, es necesario cambiar la gestión de uno mismo, esto es, de las emociones.

Ser jefe obliga a mantener el tipo: uno de cada tres directivos considera un escollo mantener el autocontrol en situaciones de presión, lo que acarrea dirigir incorrectamente a los demás. Tampoco debe perder las formas. Y eso es algo que ocurre a menudo. En el estudio presentado el año pasado, el 50% de los empleados reconocía que, al menos en alguna ocasión, se les había faltado al respeto. Lo triste es que la mayoría de las veces el jefe no se ha dado cuenta.

Las preocupaciones, en el sueldo

Las empresas no regalan nada. Tampoco a los jefes. La gestión de equipos no es un jardín de flores. Y si se les paga más es para que asuman responsabilidades y preocupaciones. 'Creo que los jefes hacen lo mejor que saben y pueden', justifica Paco Muro.Ser jefe es una decisión voluntaria, a nadie le obligan, y cuando se acepta el puesto se hace con todas las consecuencias. Con lo positivo: el sueldo, la posición, la capacidad para gestionar, los retos y los resultados. Y lo negativo.Felicitar y no reprender tanto es muy difícil para la mayoría de los ejecutivos. Según explica el presidente de Otto Walter, aplaudir a los demás, valorar su trabajo y dar reconocimiento sincero no es un comportamiento natural del ser humano.Dirigir personas es cada vez más una especialidad profesional por sí misma. Y llega un momento en el que ya no es suficiente la valía o los conocimientos técnicos, sino su virtud en la dirección de personas. Hay jefes capaces de ofrecer un hermoso discurso sobre los valores del liderazgo y luego comportarse de manea errónea.l Ellas se ponen el listón más alto. Las mujeres, según el estudio de Otto Walter, son mucho más sensibles a la hora de evaluar el nivel de complejidad que comporta la función directiva. Sus preocupaciones son las mismas que las de los hombres, lo que las diferencia es que puntúan más elevadamente sus respuestas en el estudio.

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