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Columna
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Algunos puntos débiles

Cuando se juntan acontecimientos y circunstancias como la ampliación de la UE, los conflictos de Irak y Afganistán (entre otros), el aumento del precio del petróleo, la apreciación del euro, la entrada de china en la OMC, el fin del acuerdo multifibras y decenas de otros, es obvio que se está en una situación de cambio profundo en la que la atención a la coyuntura queda ensombrecida por la exigencia de responder a cambios estructurales, culturales e institucionales en curso. En economía la relación de factores que promueven la competitividad, el empleo y el crecimiento suele llevar a razonamientos circulares donde causa y efecto cambian de lugar, no obstante, hay puntos de consenso claros y una guía de objetivos para cuya consecución se requiere una estrategia apropiada sin demoras innecesarias. En lo que sigue se exponen tres de los muchos aspectos que, siendo necesarios, son de consecución difícil y lenta.

El precio del petróleo, en buena lógica, debería bajar pues la conjunción de problemas de oferta actuales responde a circunstancias que parecen transitorias. Desde el lado de la demanda, el crecimiento económico en algunos grandes países asiáticos indica que se mantendrán presiones alcistas. Con independencia de que el coste actual del petróleo pueda bajar, conviene mejorar la eficiencia energética del país, especialmente sabiendo que el avance en el proceso de desarrollo suele acompañarse de mayor consumo de energía per cápita.

El impulso a las formas de producción de electricidad más eficiente (y por tanto menos contaminante), como la cogeneración y las energías renovables debe completarse con ahorro en el consumo gracias al uso de materiales aislantes. Del mismo modo en que se ha conseguido eficiencia en el uso de agua en equipos sanitarios puede conseguirse en la vivienda, en edificios de oficinas, educativos y otros.

En su conjunto, la situación de la economía española es mejorable

La relación entre consumo energético y PIB en España, según datos de la Dirección General de Política Energética y Minas muestra que por cada unidad de PIB, con base 100 en 1980 el consumo de energía final en España (considera el carbón, productos petrolíferos y electricidad) descendió hasta 90,21 en 1988 y creció hasta 103,21 en 2003. La acción es necesaria aunque sólo sea para atemperar la tendencia alcista a la que contribuyen desde el aumento de la movilidad a los aparatos de aire acondicionado, los ordenadores y los cargadores de móviles.

El entorno institucional es menos propicio a la creación de empresas y a la inversión que en otros países industrializados. Según el informe Doing Business in 2004. Understanding Regulation, del Banco Mundial, para crear una sociedad mercantil en España se tardan más días, hay más trámites obligatorios y cuesta más en porcentaje de la renta por habitante que en la UE, la OCDE y en EE UU. La regulación laboral española también tiene más restricciones en contratos a tiempo parcial y fijos, en las condiciones de trabajo y en obstáculos al cese de la relación laboral.

Hay otros aspectos en los que la diferencia respecto a los países industrializados no es grande, y en algunos hay ventajas relativas, pero en su conjunto la situación española es mejorable. La función de informes como el mencionado es mostrar puntos de mejora e instar a conseguirlos. En lo expuesto la responsabilidad de lo primero corresponde a las autoridades, en lo segundo le toca en primer lugar a la negociación colectiva y a la concertación que, en línea con el acuerdo interconfederal de 1997, puede sugerir al Parlamento las modificaciones adecuadas.

La mejora de la enseñanza es un objetivo en que parece haber acuerdo, pues parece que las diferencias de productividad se asocian a los resultados de los respectivos sistemas educativos. El problema está en cómo conseguir que se aporten las habilidades que mejoran la eficiencia, la adaptabilidad, la propensión a innovar y otros rasgos. Al parecer hay diferencias de opinión sobre lo más adecuado que, más que reflejar discrepancias entre escuelas pedagógicas, parecen apuntar a valores diferentes.

En cualquier caso, la mejora de los resultados educativos requiere, por una parte actuar en la oferta, esto es precisar los contenidos, ayudar al profesorado a mejorar continuamente sus aptitudes docentes y aportar los medios adecuados. Pero, por otra parte, también es necesario actuar en la demanda, que el alumnado aprenda, y eso requiere una actitud y un esfuerzo que debe potenciarse a través de estímulos adecuados (exámenes y otras pruebas que evidencian el conocimiento adquirido) hasta prácticas lo más amplias y cercanas posible a la realidad laboral. Además, el hábito de estudio y aprendizaje ha de mantenerse de por vida de modo que sea, a la vez, una inversión que mantiene el valor del capital intelectual adquirido y un consumo cultural gratificante.

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