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Tribuna
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El impacto de la escalada del crudo

Los mercados están aplicando una prima de riesgo excesiva al precio del petróleo, pues hasta la fecha no se ha producido ninguna situación de desabastecimiento, según el autor, quien subraya que esta escalada del crudo no ha ocasionado, de momento, los mismos efectos negativos sobre el crecimiento que otras anteriores

Desde principios de año estamos asistiendo a una escalada de los precios del petróleo que han llevado al barril de Brent a acercarse a los 50 dólares -el de la cesta de la OPEP superó ayer por primera vez los 44 dólares-, superando incluso las cotas que alcanzó durante la guerra Irán-Irak y en la primera guerra del golfo. En aquellos momentos, la importante subida del crudo tuvo un fuerte impacto sobre la economía mundial.

Durante la pasada primavera, al inicio de su escalada alcista, todos los analistas auguraban que la subida del precio del petróleo podía acabar con la incipiente recuperación de la economía mundial. En cambio ahora todo indica que ésta podrá convivir sin muchos problemas (unas décimas menos de crecimiento según las últimas previsiones del FMI), con un crudo en torno a los 35-40 dólares, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, los peores augurios sobre el inicio de una nueva crisis energética.

¿Qué es lo que está produciendo esta subida de los precios del crudo?, y sobre todo, ¿qué está pasando para que la economía mundial no vea frenada su recuperación?

España no ha avanzado tanto como otras economías desarrolladas para reducir la dependencia energética del oro negro

Para contestar a la primera pregunta debemos distinguir entre los motivos de fondo y los puramente coyunturales y especulativos. El principal motivo de fondo tiene su origen en el crecimiento de la demanda de energía derivada de la reactivación económica mundial, especialmente por parte de China e India. Además, como consecuencia de la falta de inversiones durante la época de bajos precios del crudo entre 1995 y 2000, la diferencia entre la producción actual de crudo y la producción posible se ha reducido a mínimos históricos, quedando por tanto, poco margen para incrementar la oferta a corto plazo.

Pero junto a cuestiones derivadas de la oferta y de la demanda cuya resolución a corto plazo se antoja difícil, en el precio del crudo se están recogiendo una serie de incertidumbres geopolíticas. La explosiva situación de Irak, la amenaza terrorista en Arabia Saudí, la crisis de la petrolera rusa Yukos o la inestabilidad de Nigeria son circunstancias que, tarde o temprano, deberían remitir haciendo que el precio bajase, pero que extienden la sensación de que si en algún escenario de los descritos se detuviera bruscamente la producción, sería muy difícil abastecer la demanda mundial debido al escaso margen que hay para incrementar la oferta a corto plazo.

Y esta es la razón por la que los mercados están aplicando una prima de riesgo que se antoja excesiva a todas luces, pues hasta la fecha no se ha producido ninguna situación de desabastecimiento.

En otro orden de cosas, el que la subida del precio del crudo no esté ocasionando de momento los mismos efectos que otras veces se produjeron, responde a distintos factores. A pesar de en lo que va de año el petróleo ha subido un 75%, (superando los 45 dólares en Europa y los 50 dólares en el mercado norteamericano), en términos reales supone una cuantía mucho menor que la registrada en crisis anteriores. Para que el incremento hubiera sido equivalente al del 1973 o al del 1979, el barril debería haberse situado en torno a los 100 dólares.

Hoy en día las economías desarrolladas son mucho menos dependientes del oro negro que hace 30 años, en parte por una mayor diversificación de sus fuentes energéticas y en parte por una mayor eficiencia en su consumo, a pesar de que España no haya avanzado tanto como debiera en ambos aspectos.

Por último, el contexto económico en el que nos encontramos es bien distinto al de décadas pasadas. En Estados Unidos, unas políticas fiscales y monetarias tremendamente expansivas están produciendo un vigoroso periodo de crecimiento. Y aunque es indudable que la subida del petróleo está teniendo impacto en los precios, no es menos cierto que las tímidas subidas de los tipos de interés llevadas a cabo por la Reserva Federal responden más a un deseo de acomodar la política monetaria al proceso de recuperación económica, que a un miedo por las repercusiones inflacionistas del alza del crudo.

Japón y la Unión Europea han logrado controlar en parte la inflación que podría haber dado al traste con su tímida recuperación, gracias a que la fortaleza del yen y del euro frente al dólar ha abaratado sus importaciones petrolíferas.

Parece por tanto que quienes más pueden padecer a medio plazo las consecuencias del encarecimiento del crudo serán, una vez más, las economías en vías de desarrollo.

En el otro lado de la balanza, los países productores -y los latinoamericanos son un buen ejemplo de ello- verán multiplicarse sus ingresos, con la consiguiente posibilidad de mejorar sus saldos comerciales y fiscales.

Todo parece indicar que la economía mundial deberá acostumbrarse a un escenario en el que difícilmente el crudo bajará de los 35 dólares a medio plazo, a pesar de medidas encaminadas a aumentar la producción, como la reciente decisión de Arabia Saudí en ese sentido.

Esperemos que este precio elevado y la necesidad de reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero de acuerdo con los mandatos del Protocolo de Kioto, nos lleve, y especialmente a la economía española, por la senda de mejorar la eficiencia energética y de apostar de forma decidida por las energías renovables.

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