Lo que indica el precio del crudo
Las reservas de petróleo no influyen en la formación de su precio, asegura el autor, que analiza la situación del mercado internacional del crudo, el papel de los países productores y consumidores, y explica una serie de medidas para eludir una nueva crisis energética
Ante una situación de crisis, como la que se está viviendo con la subida de los precios del petróleo, la primera medida es acometer un estudio serio de las causas últimas de la situación, para llevar a cabo las medidas encaminadas a reconducirla y alcanzar de nuevo la normalidad. No sirve un análisis político, del que probablemente se obtengan réditos electorales, ni quedarse en consideraciones coyunturales que tratan de esquivar responsabilidades o ganar tiempo a la espera de que amaine o pase la tormenta, ambas consideraciones son muy propias de los partidos políticos, las Administraciones y los órganos de los Gobiernos. No afrontar con realismo el problema conducirá a un nuevo estado de mayor empobrecimiento.
El precio del crudo nunca se ha regido por las reglas del mercado -la ley de la oferta y la demanda a corto plazo- ello hubiera supuesto precios muy bajos con excedentes de capacidad y muy altos cuando no hubiese excedentes.
Prácticamente desde la irrupción del petróleo en el mundo energético su mercado estuvo controlado, en un principio por la Texas Railroad Commision (RTC) y posteriormente por la OPEP, a los que se sumaba el control ejercido por la industria, integrada verticalmente bajo el dominio de las más importantes compañías petrolíferas, las siete hermanas, pertenecientes a los países consumidores y con acuerdos entre ellas que fijaban una clara estrategia de gestión del incremento del mercado petrolífero.
Esta situación se mantiene hasta los años setenta, momento en que se nacionalizan los campos de producción y los grandes países consumidores adoptan diferentes estrategias de abastecimiento. En ese nuevo estado el control de los precios desapareció y la OPEP pasa a ser el gestor único del mercado de la oferta. Un mercado que, por otra parte, se había diversificado con la aparición y explotación de nuevos yacimientos en regiones no controladas por la OPEP, lo que hacía que fuera impredecible debido al papel tan importante del petróleo en el mix energético y al creciente predominio de las transacciones spot.
Superada la crisis de los setenta y tras algunos avatares, el precio del crudo ha sido gestionado por la OPEP que ha actuado como productor bisagra, lo que le ha permitido modular el precio y dar estabilidad al mercado al lograr un equilibrio entre los intereses de los productores y consumidores.
Un precio del petróleo demasiado alto conlleva un PIB más bajo y recesión económica, lo que conduce a reducción de la demanda de petróleo junto con el desarrollo de alternativas que al final tendrán un efecto negativo sobre los países de la OPEP; un precio demasiado bajo conlleva que los márgenes de capacidad de los productores desaparezcan, lo que inducirá a que estos traten de retener los suministros marginales, conduciendo finalmente a una subida de los precios, reducción nuevamente del PIB y a una demanda más baja que antes.
Esta gestión de la OPEP ha sido posible, hasta ahora, porque han existido márgenes en la producción que han permitido casar la demanda y la oferta. Lo que pone de relieve que lo importante, para el establecimiento del precio, es la posibilidad real de extracción en cada momento.
Las reservas no influyen en la formación del precio, excepto las últimas y a muy largo plazo, no obstante para ningún tipo de energía se ha producido el agotamiento total, como tampoco sucederá con el petróleo, pues con las señales de los precios se desarrollarán nuevas fuentes que le remplazarán de manera más competitiva.
Actualmente, y quizás desde hace algún tiempo, la OPEP tiene problemas para hacer frente de manera holgada a la demanda de producto, ello debido, fundamentalmente, a que desde finales de los noventa comenzó a declinar la producción de petróleo en los campos no controlados por esta organización, a la vez que los yacimientos de su área de influencia dan señales de envejecimiento tras 50 años de vida y, a lo que se ha de añadir, el incremento en la demanda actual, y expectativas de futuro, de países como China e India. Esta situación hace que, por la propia dinámica del mercado -incluida la especulación-, los precios se vean sometidos a fluctuaciones descontroladas, a la vez que nos dibuja un panorama de declive de esta materia prima y nos plantea la necesidad de nuevas alternativas.
A estas razones de carácter técnico hay que añadir otras ajenas al mercado en sí. En primer lugar la degradación de la vida política, social y económica de los países exportadores de crudo que dificulta la producción actual así como las inversiones a largo plazo, que facilitarían la buena administración de los recursos escasos. En segundo lugar, la ausencia de una estrategia común de suministro energético en los países consumidores, lo que les ha llevado, por un lado, a una situación de debilidad clara frente a los productores para la negociación, al no disponer de instrumentos que les permitan algún tipo de presión, y, por otro lado, esta ausencia de estrategia común y la propia estructura del mercado, que han dilatado el envío de señales correctas de escasez, lo que ha retrasado la búsqueda decidida de alternativas.
Ante este panorama y con el fin de resolver airosamente la situación, por parte de los países consumidores, se han de tomar dos tipos de medidas. Unas, de carácter general, encaminadas a salvaguardar la actividad económica de los importantes y probablemente continuos incrementos de precio a que se verá sometida la energía. Otras, especificas del campo energético, dirigidas a resolver la inestabilidad de este mercado, las cuales han de pasar por las etapas de: ahorro en el consumo y diversificación en las fuentes; incentivación de la producción y utilización de biocarburantes; y promoción de programas de investigación y desarrollo que permitan poner a punto, lo antes posible, la utilización masiva del hidrógeno como combustible de automoción.