_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más relieve para el capital riesgo

Joaquín Trigo Portela y æeuro;ngels Roqueta Rodríguez

La inversión de capital riesgo es una actividad consolidada en España, donde su peso es mayor en operaciones de compra de empresas. La capacidad de aceptar un riesgo medido y distinto al asumido por la banca está contribuyendo al cambio de la estructura empresarial

A principios de la pasada década, en toda Europa, empezando por las instituciones económicas de la UE, se impulsó la financiación empresarial a través de sociedades de capital riesgo (SCR) para aumentar el dinamismo de la economía. Se partía de las experiencias americanas que convertían ideas nuevas en iniciativas empresariales que las desarrollaban, las convertían en producto, permitían su penetración en el mercado y, después, desarrollar otras versiones y aplicaciones. Para favorecer la actividad se elaboraron regulaciones específicas y, en atención a su efecto directo e inducido sobre el crecimiento y el empleo, se añadieron ventajas fiscales.

La actividad está consolidada, con 93 operadores activos en 2002 y un volumen de fondos gestionados en 2003 de 8.131 millones de euros, según datos de Ascri (2004). En Europa las operaciones se desglosan de modo distinto a EE UU, donde nació la figura de SCR. En España, el peso de las operaciones capital semilla (seed capital) y el de inicio de actividad (start-up) es más reducido y, en cambio, es mayor la presencia de operaciones de compra de empresas, sea directa, con aportación de gestión (MBI), o con financiación a la gerencia existente para su adquisición (MBO), aproximadamente el 25% de las operaciones. Otra vertiente de actuación de estas empresas que se ha ido consolidando es su presencia en los procesos de cambio de titularidad por motivos de sucesión (o de cese de un socio) y donde una parte adquiere los derechos de otra ocasionando la entrada de SCR. Una tercera es la financiación del crecimiento, con el mismo producto o la adición de otros nuevos, cuando las posibilidades que ofrece el mercado son mayores que los recursos propios con que se cuenta. Una cuarta, o variante de la anterior, es la compra de empresas competidoras o afines, con la ventaja de la mejora de capacidad negociadora que aporta el nuevo capital. Estas dos variantes absorben el 65% de las inversiones.

La actuación de las agen-cias públicas trata de aportar más recursos, abaratar su coste, dar más estabi-lidad a la financiación y apuntar a la solidez de la estructura

Es lógico que la contribución de las SCR sea diferente en países donde la importancia relativa de la innovación es menor, y donde la mayor parte de la actividad económica se desarrolla en sectores maduros. Aquí, la capacidad de aceptar un riesgo medido y distinto al que asumen las actividades bancarias está contribuyendo al cambio de la estructura empresarial, facilitando el acceso a la propiedad de quien más valor aporta a los activos de una empresa, evitando ventas o disoluciones de empresas por falta de medios para darle continuidad. En la medida en que la intermediación bancaria se centra más en la asunción del riesgo, cubierto en lo posible, que en la de incertidumbre, un sistema financiero moderno cubre el hueco de varias formas. Las SCR son una de ellas, pero también está la creación en un área afín en bancos y cajas y la actuación del sector público a través de sus agencias de financiación.

En las operaciones en que participan las SCR hay otra parte, las empresas en que se participa, que tienen una predisposición muy desigual y que viene afectada, entre otros aspectos, por tres factores. Además del elemento positivo de la entrada de capital y el respaldo que supone superar un análisis riguroso hay un problema diferido que es la salida del socio financiero que se irá con la plusvalía correspondiente. Esa salida puede hacerse vendiendo al otro(s) titular(es), lo que es un asunto financiero más o menos gravoso, o a terceros, en cuyo caso el valor asequible es más alto si se vende la empresa entera y no una participación. Los propietarios iniciales pueden ser reticentes a un socio diferente o no desear la venta de la empresa entera. Estas posibles discrepancias se pueden evitar con un pacto inicial en que se articulen las posibles salidas.

Otras diferencias pueden surgir en el coste de la salida, que también puede encuadrarse en los pactos iniciales o en la aportación a la gestión, en la medida en que el enriquecimiento de información y experiencias con que decida el consejo ampliado con la SCR pueda quedar sesgado hacia un enfoque más financiero que el propio de la actividad. Este último aspecto puede radicar en las diferencias de horizonte temporal que contempla cada socio, siendo más largo en el de la propiedad original que en el del socio transitorio.

La actuación de las agencias y empresas públicas trata de aportar más recursos a la actividad, de abaratar su coste, dar más estabilidad -plazos mayores- a la financiación recibida y apuntar a la solidez de la estructura. La figura de los créditos participativos es la que mejor plasma la filosofía subyacente. En su conjunto, estas operaciones permiten que el cambio necesario para adaptarse a las exigencias de la clientela, o las contingencias de la propiedad, refuerce a las empresas y evite su desaparición, lo que supondría pérdida de empleos y recursos valiosos.

Archivado En

_
_