Deberes tras tres días de apagones
Los cuellos de botella físicos y el mal estado de la red de distribución están entre las razones que explican los cortes de energía sufridos en Andalucía. Para mejorar estas redes, empresas y Administraciones deben encontrar reglas de juego estables y un sistema de incentivos que lo haga posible
La explicación inmediata de los espectaculares cortes de suministro acaecidos en Andalucía, principalmente en Sevilla, en los últimos días, como en otras ocasiones ha ocurrido en Madrid, Cataluña o la Comunidad Valenciana, comienza con la aparición simultánea una serie de circunstancias extremas:
Las temperaturas han sido y son extremadamente elevadas
Han sido días de actividad laboral normal, en el marco de una actividad industrial en alza
Hogares crecientemente equipados con aire acondicionado y otros electrodomésticos en los que funcionan a pleno rendimiento
Escasa aportación de la energía eólica en una situación anticiclónica
Efectivamente, la punta de demanda peninsular (36.330 Mw a las 13.25 horas del día 29 de junio, y 36.700 Mw 24 horas después) se acercó mucho a la punta de demanda histórica, que se viene produciendo en invierno (37.600 Mw el pasado mes de febrero). Esto en cuanto a medias peninsulares, pero en la zona andaluza se han dado puntas récord en su historia.
En estas circunstancias, y siempre que la aportación de la generación sea suficiente, se pone a prueba la capacidad de las redes para atender a los consumidores. La red de alta tensión (a más de 220.000 voltios) ha respondido. Pero la red de media y baja tensión en Sevilla (propiedad de Endesa), no. Las razones técnicas que lo explican son varias, pero sin duda subyacen los cuellos de botella físicos y el mal estado de la red de distribución, que en zonas de la ciudad de Sevilla tiene casi 90 años de antigüedad.
Mejorar y reforzar este tipo de redes es ineludible, no sólo en Andalucía. Pero para ello las empresas y las Administraciones deben encontrar unas reglas de juego estables y un sistema de incentivos que lo haga posible. Y esto es algo un poco más complejo que 'subir la tarifa'.
Los problemas a abordar son:
El sistema que remunera la distribución de las compañías eléctricas, de alguna forma, es todavía provisional. Desde 1998 se está intentando encontrar una forma de reparto de la recaudación que considere las particularidades de cada zona de distribución. No es sencillo encontrar una solución que contente a todos, pero tiempo ya ha pasado.
El sistema actual seguramente no remunera adecuadamente estos activos. Dicho en otras palabras, las empresas tal vez tienen otras alternativas donde invertir más interesantes. Y lo han hecho.
El sistema actual no incentiva la inversión en redes allá donde es más necesaria.
El tendido de infraestructuras energéticas en general, y de redes en particular, encuentra enormes oposiciones y trabas administrativas a nivel local.
Por todo ello, urge encontrar un sistema retributivo definitivo, en el que, entre otras cosas:
Habría que evitar que los fondos que remuneran la distribución sean parcialmente dedicados a financiar inversiones ajenas a redes o por encima de un cierto nivel de riesgo que debiera definir el regulador.
Las Administraciones públicas más cercanas a la distribución, las comunidades autónomas, han de planificar el desarrollo de la red de media y baja tensión, seguir el desarrollo del plan de inversiones y allanar dificultades con los municipios.
La retribución de la distribución debe vincularse, entre otros aspectos, a la calidad del servicio.
Finalmente, es imprescindible comenzar a implementarse medidas de gestión de la demanda. Hay muchas ideas para ir contrastando, pero en general éstas no deben crear nuevas subvenciones cruzadas ni discriminar entre tipos de usuario. Dicho en otras palabras, todos los consumidores (incluida la gran industria) deben recibir señales claras y anticipadas sobre cuándo merece la pena consumir y cuándo no.