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Columna
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Francia y Alemania, ¿motor o freno de Europa?

Los dos mayores países de la UE han formado un directorio para defender sus intereses que, según el autor, sería aceptable en último extremo si fuesen de nuevo los motores dinamizadores de la Unión. Pero asegura que van camino de devenir en dinosaurios económicos de la nueva era

En la heteróclita Unión Europea de 25 miembros (hoy, pero mañana de 28 o de 30) era inevitable que un núcleo restringido de países buscase la forma de hacer de guía. La reconciliación de Francia y Alemania después de la Segunda Guerra Mundial ha constituido el motor de la integración europea con espíritu comunitario durante muchos años, pero parece que poco a poco los intereses nacionales les ha incitado a formar un directorio. Es decir, una forma de consensuar previamente entre ellos las cuestiones que se van a debatir y decidir más tarde en un marco más amplio, como el Consejo de Ministros.

Así es como Jacques Chirac y Gerhard Schröder llegaron a un acuerdo sobre la política agrícola común (PAC) que garantiza que Francia seguirá siendo el principal beneficiario del presupuesto agrícola (del que recibe el 22%) después de la entrada de los 10 nuevos miembros y hasta 2013. No parece que en esa reunión preparatoria a dos se hayan tenido en cuenta, en aras de un espíritu comunitario de solidaridad, los intereses agrícolas de otros países, como se ha visto más tarde, por ejemplo en el caso de España para el aceite de oliva, el algodón y el tabaco.

Tampoco parece que ese directorio haya venido en ayuda del sector de la pesca en España cuando se negoció con el Reino de Marruecos. ¿Alguien piensa que si el tamaño de la flota pesquera de Francia fuese ni siquiera la mitad del de España, sus barcos no estarían faenando a estas horas en los caladeros marroquíes?

Pero esos dos países mostraron una mayor falta de europeísmo cuando forjaron una coalición de reticentes contra el mecanismo de sanción del Pacto de Estabilidad, ya que así infringían precisamente una regla que ellos mismos se habían dado, muy especialmente Alemania. Esta actitud no puede por menos que suscitar cierto recelo sobre el respeto que tendrán esos dos países de las reglas que emanen de la futura Constitución europea.

Era, pues, natural la oposición que mostraron algunos países miembros a los umbrales de número de Estados y sobre todo población propuestos para alcanzar la doble mayoría en el proyecto de Constitución, por favorecer claramente a Francia y muy particularmente a Alemania. La población de este país supera hoy netamente por su tamaño a todas las de la Unión, pero esa ventaja (y el correspondiente poder en el Consejo) se verá acrecentada considerablemente en el futuro, según una simulación realizada por la Dirección General de Previsión del Ministerio de Hacienda de Francia.

Un directorio de Francia y Alemania podría ser aceptado en último extremo si estos dos países que representan el 50% del PIB de la zona euro fuesen de nuevo los motores dinamizadores de la Unión, pero hoy van camino de devenir en unos dinosaurios económicos de la nueva era, por su incapacidad para adaptarse rápidamente a los cambios de la economía global y como consecuencia serán un obstáculo al progreso de Europa.

Como se ve pueden ser tan importantes las consecuencias del reparto del poder en el Consejo de Ministros que se decida en la próxima discusión del proyecto de Constitución, que la estrategia que se siga en las negociaciones puede ser decisiva para que un país alcance su objetivo.

Francia y Alemania han empezado aceptando el umbral de la mayoría de población (60%) propuesto inicialmente porque saben que eso les da margen para hacer concesiones en la negociación y seguir al final, como hasta ahora, cortando el bacalao. Igualmente Londres ha comenzado declarando 'no negociable' las cinco o seis famosas 'líneas rojas' que reducirá en la negociación a las tres o cuatro que realmente le interesan.

Tras echar algo de agua al vino del proyecto de Constitución -pensando en parte en los referendos que se van a celebrar para su refrendo- ésta acabará siendo aprobada. Al final, todos tan contentos -sobre todo los tres grandes países-, pero también España, pues si como era de esperar su propuesta inicial de dos tercios como umbral para la mayoría por población -casi equivalente a la fórmula de Niza- no será aceptada, habrá conseguido al menos mejorar en algo el proyecto Constitucional en este aspecto.

Sea cual fuera el resultado final al que se llegue, sus consecuencias para España serán muy importantes. Por eso resulta chocante tanto el poco eco que ha tenido esta cuestión entre los españoles como el escaso interés que han mostrado al respecto los partidos políticos en liza en la campaña de las elecciones europeas, que más se han parecido a un remake de las del 14-M.

Economista y estadístico

Los Estados alemán y francés mostraron su falta de europeísmo con su 'coalición de reticentes' contra el Pacto de Estabilidad

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