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Columna
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A los europeos nos une algo más que la moneda

Como señaló el antiguo presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, la introducción del euro ha contribuido a crear la percepción de una identidad europea. El euro ha tomado una personalidad propia, con características de moneda fuerte. Hay que resaltar que el euro supone una soberanía compartida, en la cual hay decisiones que se toman conjuntamente y donde hay instituciones supranacionales que actúan en pos del interés común.

Mucho se ha dicho sobre los beneficios de tener una única moneda, en términos de costes de transacción y de integración económica y financiera. Es importante resaltar que los shocks recientes en los mercados de valores, con importantes empresas declarándose insolventes, no han generado episodios de inestabilidad como es probable que hubiera ocurrido de existir diversas monedas.

Hay que recordar que cuando se especificaron las fases de la Unión Monetaria, a finales de los ochenta, poca gente creía que se iba a materializar y se predijo el caos como resultado posible. Las opiniones eran o que no llegaría nunca la fase tercera o que las diferentes condiciones entre los países integrantes harían inestable la moneda. Hoy, sin embargo, es evidente que en todos los países europeos el euro está firmemente establecido y que se considera un hecho irreversible.

Con sólo cinco años de existencia, el euro compite con el dólar en estabilidad. Su generalización como moneda de reserva o como medio de pago en el comercio internacional es cuestión de tiempo, ya que son procesos con inercia. También son importantes las economías de red; es decir, las ventajas de su utilización se incrementan cuanto mayor es el número de los que lo usan. Seguramente, para hacerlo más atractivo, hay que dotar de mayor estructura a la región europea. Esto implica que hay que seguir profundizando en los aspectos de política económica que pueden ser comunes y en la homogeneización de la regulación. Esto no debe suponer mayores reglas, sino reglas comunes, que sean efectivas pero que no ahoguen el crecimiento.

En el ámbito financiero se está finalizando el Plan de Acción de Servicios Financieros, que establece un marco que facilita la integración de los mercados financieros.

El punto débil del crecimiento europeo se encuentra en la reducida productividad, sobre la que incide la rigidez que aún existe en algunos sectores o en algunas políticas. Es un proceso donde no se puede ignorar que debe haber voluntad política pero donde se debe dejar que los mercados tomen también la palabra. Evidentemente, la última palabra debe corresponder a los ciudadanos, y estamos en ello, ya que las elecciones al Parlamento Europeo van ganando sentido propio.

El siguiente reto para el euro se encuentra en su adopción por los nuevos países que se han integrado en la UE. Los nuevos diez países ya han realizado importantes esfuerzos de convergencia nominal, y se están beneficiando desde hace algún tiempo de los efectos de la integración por anticipado, como la intensificación de las relaciones comerciales con los países de la Unión, la oportunidad de acceder a nuevos conocimientos o los incentivos a profundizar en políticas económicas ortodoxas. A medio plazo los beneficios de la integración se dejarán sentir con mayor intensidad, aunque a corto plazo soporten ciertos costes de ajuste.

La perspectiva de que el objetivo es la construcción de una nueva Europa con identidad propia no se debe olvidar. No se deben olvidar cuáles son los beneficios esperados, no sólo económicos, y que hay costes en el proceso. Por lo tanto, es bienvenido el nuevo ánimo respecto a la Constitución europea, que dará carta de reconocimiento a la voluntad de los europeos de enfatizar lo que nos une. En algunos momentos, la resistencia a ceder por parte de unos y otros países ha hecho creer que es un intento fallido. Pero también cuando se pensó en el euro muchos economistas y políticos creyeron que era una misión imposible y, sin embargo, ahora se puede echar la vista atrás con satisfacción por el camino recorrido y los logros cosechados.

La introducción del euro es hasta ahora el mayor ejemplo de cooperación estructurada en la UE. La nueva fase de integración política y económica tendrá tres pilares: el euro, la ampliación y la Constitución.

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