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Columna
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Las condiciones externas

No sé si sería adecuada para la economía española una prolongación de la mejoría de las condiciones económicas de la economía mundial. En los últimos trimestres, áreas como EE UU y Japón están experimentado crecimientos significativamente superiores a los que se tuvieron a principios de la década, al tiempo que un conjunto de economías asiáticas, con la India y China a la cabeza, presentan crecimientos de producción del orden del 10%. La medida en que la mejoría de la actividad exterior beneficiaría a nuestro bienestar tiene que ver, por una parte, con el aumento de demanda de los bienes y servicios producidos en nuestra economía. De otra parte, y en la medida que nuestras empresas e inversores tienen posiciones en activos emitidos por no residentes, por aumento de sus rentas o riqueza, se podrían ver beneficiadas las posiciones en activos en el exterior.

Pero, cada vez que se alcanzan cifras de crecimiento significativo de la producción mundial, estas conllevan un aumento significativo de los precios de las materias primas empleadas en procesos industriales y, en especial de los de los productos energéticos. En la medida en que España no es productor neto de materias primas, el aumento de sus precios significa para nuestro sector productivo un aumento de costes, que reduce la capacidad de crecimiento. Además, dicho aumento de precios es una transferencia de rentas al exterior. Como sucede con la gasolina, cuando aumentan los precios se reduce la capacidad de compra de los consumidores, entre otros agentes implicados, que tienen que ajustar sus decisiones de gasto y, probablemente, dedicar menos recursos a los bienes y servicios de producción nacional, a favor de extranjeros.

Tampoco me atrevo a decir que una mejora de las condiciones de la eurozona tendrá implicaciones muy positivas sobre la economía española. Siendo el área a la que se destina la mayor parte de nuestras exportaciones de bienes y servicios, los sectores productivos implicados en el comercio exterior se beneficiarían de un aumento de la demanda. Sin embargo, la posición competitiva de nuestra industria puede haberse deteriorado los últimos años, no sólo por la pérdida de competitividad que implican tasas de inflación sistemáticamente superiores a las de nuestros socios comerciales.

El aumento de los tipos de interés no beneficiaría en absoluto al endeudado sector privado español

Este comportamiento de los precios relativos no puede ser compensado por el de la divisa, común a la de los principales socios comerciales. Además, es posible que parte creciente del 'pastel' de la demanda sea suministrado por nuevos participantes en los mercados exteriores: las economías emergentes de Europa Central y el Sur y Este de Asia.

Pero, lo peor de todo, de cara a nuestra economía, quizá, tenga que ver con las implicaciones financieras de las mejoría económica global y, en particular, la de la UEM. La reactivación internacional llevará a subidas de tipos oficiales en las principales economías, empezando por EE UU que ya los ha mantenido excesivamente bajos un tiempo más que razonable. Por haber practicado una política tan expansiva, es muy probable que la reactivación lleve a los agentes económicos a prever mucha más inflación que la que se ve en EE UU (en el rango 2%-2,5%). De manifestarse tales expectativas, veríamos repuntes significativos de la rentabilidad de la renta fija en dólares, comenzando por sus tipos monetarios, y, seguramente, de la expresada en cualquier otra divisa.

Si la reactivación se extendiera a la UEM, se descontarían aumentos significativos de los tipos de la eurozona. El aumento de tipos de interés no beneficiaría en absoluto a nuestro, cada vez más endeudado, sector privado. El sector privado español, empresas y familias, está endeudado con tipos variables. El crédito hipotecario para la adquisición de vivienda ronda el 50% de todo el crédito otorgado a residentes. Dichos créditos está vinculados mayoritariamente a tipos que se mueven con los monetarios. En la medida en que el servicio de la mayor parte de las deudas del sector privado español aumenta con tipos oficiales al alza, nuestra demanda interna, y en particular el consumo y la inversión residencial pueden resentirse.

Quizá, en esta coyuntura, las entidades de crédito ganen más, siempre que el repunte de tipos de interés no eleve la morosidad y si pueden mantener, en un escenario de tipos al alza, los costes de financiación. Pese a ello, no creo que su mejora de márgenes pudiera compensar la ralentización de la demanda agregada que provocará el aumento de tipos monetarios.

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