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Columna
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La disciplina de mercado y el riesgo conjunto

Se dice que existe disciplina de mercado cuando los agentes económicos son capaces de distinguir el riesgo implícito en una inversión y lo incluyen en su precio. Si una inversión no es atractiva desde el punto de vista del binomio rentabilidad-riesgo, el mercado evitará dirigir a ella recursos. La disciplina de mercado es un elemento que indica el buen funcionamiento de las economías. Sirve de guía para que los fondos se coloquen en su uso más productivo; impide que se malgasten recursos desde el punto de vista del riesgo. Es decir, conlleva una mejora en la eficiencia económica y en la estabilidad financiera.

El mecanismo de disciplina de mercado resulta más efectivo para identificar y frenar los riesgos de una entidad concreta que los riesgos generalizados en la economía. Esta es la tesis de Malcom Knight, director general del Banco de Pagos Internacionales, que, no obstante, señala que la disciplina de mercado es una condición necesaria, aunque no suficiente, para la estabilidad financiera. Si los mecanismos de disciplina funcionan, puede evitarse que se generen fuerzas desequilibradoras en las entidades o mercados financieros.

Para que funcione la disciplina del mercado es necesario, en primer lugar, que exista la información necesaria para identificar un incremento generalizado del riesgo o un riesgo específico. La disciplina de mercado funciona cuando se puede señalar a una entidad en mala situación dentro del conjunto de un sistema financiero que goza de buena salud. Con información adecuada, los precios de mercado y las condiciones financieras reflejarán el riesgo de la empresa. Es más fácil identificar una entidad que tiene un riesgo elevado en un momento determinado, con unas condiciones del sistema dadas, que identificar la dimensión temporal del riesgo en su conjunto. La dimensión espacial es la que permite identificar el comportamiento erróneo de una entidad. En la dimensión temporal, muchas instituciones pueden ser erróneas al mismo tiempo.

En segundo lugar, es importante la diferencia (o la distancia) existente entre el comportamiento racional individual y los comportamientos que son deseables desde el punto de vista colectivo. Algunas actuaciones que parecen razonables para agentes individuales pueden producir resultados colectivos indeseables. Por ejemplo, es racional que los agentes económicos busquen rentabilidades a corto plazo para aprovechar los ciclos alcistas. Sin embargo, la agregación de esos comportamientos implica una reducción colectiva de la aversión al riesgo, y ello puede desembocar en una expansión del crédito, de los precios de los activos y del gasto real más allá de niveles sostenibles. De igual forma, la respuesta individual a síntomas de tensiones financieras puede resultar en una carrera por reducir inversiones que puede provocar un caos financiero. Esa 'endogeneidad' del riesgo es difícil de valorar (incluir en el precio) de los instrumentos financieros individuales. Así se entiende por qué la percepción y el deseo de tomar riesgos se mueven de forma cíclica, ampliando las fluctuaciones coyunturales. Esto explica también por qué los mercados fracasan en impedir que se acumulen riesgos agregados.

Aunque es importante mejorar la publicidad del perfil de riesgo de las instituciones financieras de forma individual (riesgo específico), ello no es suficiente para abordar el riesgo generalizado. Es necesario mejorar la información y la capacidad de los agentes para identificar el perfil de riesgo del sistema en conjunto. También hay que estudiar cómo debe difundirse esa información en los mercados financieros de forma que éstos mejoren su papel disciplinario. Esta publicidad haría a los participantes más cautelosos.

Para prevenir el riesgo conjunto, es importante prestar atención a las condiciones existentes en los auges, cuando el riesgo se acumula: los aumentos excesivos de precios financieros o el apalancamiento de las entidades son señales que no deben pasarse por alto. Por último, se deben mirar mecanismos para mejorar los incentivos para que se ejercite la disciplina de mercado. Hay veces que los agentes tienen incentivos para actuar de forma individual, pero hay un gap respecto a las actuaciones colectivas. El gap surge cuando se dan dos condiciones: una acción individual es vista como más racional si aumenta el número de personas haciendo lo mismo, y el riesgo sistémico es una función creciente de ese número. En estos casos, aparte de mejorar la información e identificar señales de alerta, la política económica (en cumplimiento del objetivo de estabilidad financiera) puede ayudar a los agentes a internalizar cuáles pueden ser las consecuencias del comportamiento colectivo. Por ejemplo, se deben analizar periodos como el de la crisis financiera de 1998 y sacar conclusiones comparativas con el momento actual. El esfuerzo debe ser más en la prevención que en la cura.

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