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Columna
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La ampliación de la UE y el Presupuesto

A la vista de las vueltas que da la vida, conviene tener cuidado con las aguas que se puede acabar teniendo que beber. Es lo que debe estar pensando mi buen amigo y compañero de trabajos en la Convención Europea Michel Barnier. Ayer, comisario responsable de los fondos de cohesión, y hoy, por mor de la derrota de Raffarin en las pasadas elecciones regionales francesas, ministro de Asuntos Exteriores de su país. Ayer pidiendo que el Presupuesto de la UE se elevara al 1,24% del PIB comunitario, máximo previsto por los actuales tratados, y hoy miembro de un Gobierno que se niega a aumentar en un solo euro el actual nivel del 1%. Ayer asegurando, con razón, que con ese volumen de recursos es imposible hacer frente a las exigencias derivadas de la ampliación, y hoy escuchando al ministro de Hacienda de su Gobierno proclamar que 'más dinero para Europa implica menos solidaridad'.

Así, los ministros de Hacienda marcan el paso del debate sobre las perspectivas financieras 2007-2013, que ocuparán la agenda europea en los próximos meses. Ya en diciembre, los seis grandes proveedores de fondos al presupuesto comunitario (Alemania, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Austria y Suecia) advertían que, a pesar de la ampliación, el Presupuesto no debería superar el 1% del PIB. Esta posición hizo que Prodi rebajara sus pretensiones desde el 1,24% al 1,15%.

Pero la semana pasada en Punchestown, Irlanda, los países ricos han recordado a la Comisión que no les puede pedir más dinero y, a la vez, perseguirles por tener demasiado déficit. Los británicos, señalados con el dedo por Solbes mientras hacía sus maletas, se han unido a franceses y alemanes para tachar de contradictorias las posiciones de la Comisión.

Cualquiera que sea el nivel presupuestario, los países del Este recibirán más ayuda de la que pueden absorber

En realidad, desde 1996 el Presupuesto comunitario ha crecido menos que la gran mayoría de los Presupuestos nacionales. Y para hacer frente a la ampliación, sin que la acción europea no se limite a los territorios más pobres, como pedía el comisario Barnier, harían falta más recursos, aunque quizá no tantos como el aumento de 120.000 a 160.000 millones de euros que pide la Comisión.

La primera variable de ajuste será la política regional, que representa un tercio del gasto. El Reino Unido ha abierto el fuego, contra nosotros en particular, negándose a que sólo la mitad de los fondos estructurales vaya a los nuevos Estados miembros. Curiosamente, nuestro ministro en funciones, señor Rato, se quedó bastante solo en su defensa de alcanzar el 1,24%. El clamoroso silencio de los países del Este, en particular de Polonia, compañera de aventuras transatlánticas y mediorientales, no debería sorprendernos. Los que van a llegar en 15 días, con la excepción, quizá, de Eslovenia, saben que el nivel del Presupuesto comunitario no es para ellos una restricción activa puesto que, cualquiera que sea, recibirían más ayudas de las que se considera que podrían absorber (4% de su PIB).

Por eso, nuestra batalla por aumentar los recursos globales y así garantizar que habrá fondos para todos no es su batalla. Su parte está garantizada y su interés pasa más bien por que no se reduzca el gasto agrícola, en el que van a participar de forma creciente. Esa sería la segunda variable de ajuste si no fuera porque los acuerdos franco-alemanes han garantizado un nivel elevado de gasto agrícola hasta 2013. Ello permitirá financiar la agricultura del Este, incluyendo a Rumanía y Bulgaria a partir de 2007, a pesar de que su parte en el total del gasto decline desde el 46% actual hasta el 36%.

Y así asistimos a un curioso cambio de alianzas que conduce a que sea Rato el único que proponga, con más lógica comunitaria que un santo pero en la más absoluta soledad, revisar el cheque inglés para cuadrar el Presupuesto. Como se sabe, la rebaja consentida a Thatcher permite que el Reino Unido recupere dos tercios de su transferencia neta a sus socios comunitarios. Pero en Irlanda, los franceses han preferido olvidar esa espina que llevan clavada desde 1984 y sólo España se ha atrevido a afrontar el veto del 'amigo' Blair.

Ciertamente, nunca es tarde para proclamar de qué agua no vas a beber. Y muchas son las incógnitas que, más allá de la pelea presupuestaria, trae la ampliación que será efectiva el 1 de mayo y de cuya importancia no tenemos todavía clara conciencia. ¿Qué modelo de crecimiento seguirán los nuevos Estados miembros? ¿Será parecido al que España, y más aún Irlanda, coronaron con éxito? ¿O se nos atragantará, como le ha ocurrido a Alemania con su reunificación? Buen tema de reflexión para el 1 de mayo.

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