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Columna
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Desafíos para el futuro

La economía española finaliza un ciclo muy favorable, al amparo de la incorporación al grupo de países que definieron inicialmente la zona euro. Tal decisión fue uno de los sucesos más favorables en la historia moderna de nuestra economía. Constituyó un espaldarazo definitivo al desarrollo socioeconómico alcanzado en una democracia todavía joven. La credibilidad que concedió a las decisiones de política económica del Gobierno en España posibilitó reducir las expectativas de inflación, hecho crucial en un país en el que asistir a tasas de inflación y tipos de interés muy por encima del 10% era habitual.

La mayor credibilidad en materia de control de inflación posibilitó, a su vez, la reducción de tipos, al disminuir drásticamente la prima de riesgo-país. Finalmente, el mantenimiento de tipos históricamente bajos facilitó un potente impulso motivado por procesos de inversión empresarial y consumo de las familias, que se enfrentaban por primera vez a unos mercados financieros desarrollados, competitivos y en unas condiciones de costes muy favorables. A la vez, la apuesta por las posibilidades de desarrollo, en un contexto de fuerte reducción del riesgo y de clara credibilidad política, atrajo muchas empresas extranjeras, industriales y de servicios, que contribuyeron a lanzar el proceso de modernización y desarrollo por el que apostaban.

Cuando se trata de fijar los retos a que se enfrenta la economía española en los próximos años es importante enmarcar en su contexto histórico el comportamiento de sus variables fundamentales en el pasado reciente. Buena parte del positivo comportamiento de los principales indicadores no hace sino reflejar las implicaciones que a través de toda la economía ha tenido el favorable proceso arriba descrito. Por el contrario, no es disparatado pensar que la actuación en términos de política económica en los últimos años podía haber sido más activa, conclusión no difícil de obtener cuando se examinan los retos aún pendientes.

Existen importantes lagunas que sugieren las líneas de actuación que deben concentrar la atención del equipo económico del nuevo Gobierno

España tiene unas cuentas públicas saneadas y un mercado de trabajo relativamente desarrollado, al que las mujeres se han incorporado en cierto grado y al que la inmigración está aportando más fuerza. El crecimiento se ha mantenido sistemáticamente por encima de la media del entorno, tanto por el vigor de los principales componentes de la demanda interna, inversión y consumo, por las razones expuestas, como por el desarrollo de nuevas actividades productivas, especialmente en el sector servicios.

Existen también importantes lagunas, que sugieren las líneas de actuación que deberían concentrar la atención del nuevo equipo económico: un permanente diferencial de inflación con los países de nuestro entorno comercial, que produce una continuada pérdida de competitividad para las empresas exportadoras, generando un importante y sostenido déficit comercial; un esfuerzo inversor en I+D que las agencias internacionales sitúan sistemáticamente en la cola de los países de nivel similar, y que impide una equiparación del stock de capital tecnológico con el de éstos, a la vez que permite el continuado descenso de la productividad sufrido en años recientes; la necesidad de un desarrollo definitivo del mercado de trabajo, que racionalice los costes a la contratación, así como sus modalidades, especialmente en lo relativo al tiempo parcial, y un desarrollo administrativo que reduzca los costes tangibles e intangibles de abrir empresas, y facilite definitivamente la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, al reducir la discriminación por sexo y facilitar la asistencia para el cuidado de los hijos antes de la edad escolar.

En términos más coyunturales, el nuevo Gobierno se enfrenta a un sector familiar muy endeudado, cuya tasa de ahorro ha disminuido muy rápidamente la última década. æpermil;sta es la contrapartida de disfrutar de unos tipos reducidos y de un comportamiento muy agresivo del sector financiero, que se ha disputado en los últimos años la captación de ciertos segmentos del mercado de crédito, especialmente el hipotecario.

Esta situación se ha visto favorecida por un sistema fiscal que mantiene notables distorsiones de difícil justificación, con notables diferencias en la rentabilidad después de impuestos de distintos modos de ahorro. En particular, tanto el FMI como la OCDE han apuntado repetidamente la inconveniencia de mantener los incentivos fiscales a la inversión en vivienda, en una coyuntura de precios como la de hoy.

La ampliación de la UE ha suscitado en España el miedo a una fuerte competencia que puede desencadenar el traslado de plantas productivas hacia estas nuevas economías, una vez que -como ocurrió con España hace años- disminuye el riesgo económico e institucional en dichos países, y desaparece el riesgo de divisa. Se ha insistido mucho menos en que dicha incorporación abre también unos mercados enormes a las empresas españolas, y quizá ello muestra las reticencias de parte significativa del empresariado español, que no se ve en condiciones de competir por cuota en dichos mercados. En esta situación, por razones de eficiencia, estaría justificada una intervención administrativa que a través de las oficinas comerciales posibilitase el acceso de las empresas a estos mercados, facilitando su presencia en ferias comerciales y el establecimiento de contactos con las personas e instituciones adecuadas.

Los retos económicos a que nos enfrentamos pueden sintetizarse, en primer lugar, en la necesidad de definir un modelo de futuro, que especifique el grado de especialización sectorial y de oferta de productos que queremos alcanzar, pues una economía de nuestro tamaño no puede pretender luchar en todos los frentes. Y en segundo lugar, en el reconocimiento definitivo de la creciente dependencia a que vamos a asistir en el futuro entre los diseños de modelo educativo y de investigación y el modelo de desarrollo económico y de crecimiento de renta, cuya interrelación es en España, a todas luces, una cuestión pendiente.

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