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CincoSentidos

Ulises en Dublín

Es un objeto de culto. Desde hace décadas se celebra con fervor casi religioso (y no sólo en Irlanda) el Bloomsday, un día en la vida de Leopold Bloom, protagonista del Ulises. Los juegos de palabras encantarían al iconoclasta Joyce: Bloomsday suena casi como Doomsday (día del juicio final), y eso es la jornada del 16 de junio de 1904 en la novela, una especie de epítome universal, compresión del tiempo y del espacio de manera que los gestos y latidos de unos personajes anecdóticos revisten la solidez de una epopeya. Una odisea en sentido literal. Por otro lado, Rejoyce, aparte de recordar al escritor, tiene en inglés un eco bíblico-litúrgico (regocijaos). Fiesta. El cascarrabias de Joyce debe de estar revolviéndose feliz en su tumba del cementerio de Zúrich.

Por fin se lleva bien con sus compadres. Lo curioso es que habiéndose exilado (voluntariamente) de su tierra a los 22 años, y sin apenas haber vuelto a poner el pie en su país, toda su obra la dedica de manera obsesiva a su ciudad natal, Dublín. Su obra no es muy copiosa, en títulos: Retrato del artista adolescente, Dublineses, el Ulises y Finnegans Wake; en extensión, es otro cantar, las cerca de mil páginas de tipografía apretada del Ulises siguen siendo un reto para el lector más voluntarioso. El propio Joyce escribió a su amigo Frank Budgen que quería 'dar una estampa de Dublín tan completa que si de pronto la ciudad desapareciera del mapa, se pudiera reconstruir a partir de mi libro'.

El escenario del Ulises es todo Dublín. Existen libros y folletos que permiten abrochar el relato ficticio con su marco real. Muchas alusiones son irrelevantes. Pero existen algunos puntos calientes dentro de la novela que resultan ser (no por casualidad) puntos álgidos también para la celebración joyceana. Una propuesta podría ser la siguiente:

Empezar, por supuesto, en Sandycove, allí donde comienza la novela: en la Torre Martello; una de las quince atalayas que un decreto del 16 de junio de 1804 ordenó levantar en la costa de Dublín para protegerla de posibles ataques napoleónicos. Caídas en desuso, el ministerio de Defensa las alquiló como vivienda. Un amigo de Joyce, el escritor St. John Gogarty, fue el primer inquilino en la torre de Sandycove; invitó a Joyce, que se dejó caer un 9 de septiembre, pero cinco días más tarde salió de allí literalmente a tiros y de noche. La torre la compró un arquitecto en 1954 y con ayuda de John Huston crearon el Museo Joyce (1962) que sigue ocupando (remozado) el baluarte. Esta Torre Martello es un santuario obligado para los joyceanos, pero Sandycove no es una playa especialmente atractiva. Sí vale la pena, en cambio, dejarse atrapar por el color del pueblecito contiguo de Dalkey, donde transcurre el segundo capítulo del Ulises. Dalkey retiene, en su luminosa sencillez, algo de esencialmente marinero, de perenne y fugaz a la vez.

La calle O'Connell

En el centro de Dublín la elección se torna más engorrosa; habrá que echar un vistazo a la calle central, O'Connell, buscar en sus inmediaciones la estatua paseante de Joyce, y también las placas de bronce que marcan, por el suelo, algún pasaje del Ulises. Por allí está el Centro James Joyce, lugar de visita obligada, cercano al colegio de jesuitas Belvedere y cerca también de Monto, el barrio rojo del Dublín eduardiano que era el mayor burdel de Europa, donde Joyce perdió su inocencia, recreado en el capítulo 15 que es, en cierto modo, el corazón de la novela.

Otro capítulo (el 9) se desarrolla en la Biblioteca Nacional: ésta va a celebrar precisamente una exposición de manuscritos de Joyce recientemente adquiridos. Finalmente, dos visitas ineludibles: una, al 15 de Usher's Island, la casa de Los muertos (último relato de Dublineses llevado al cine por John y Angelica Huston), ahora galería de arte y centro joyceano, justo frente al novísimo puente James Joyce diseñado por Santiago Calatrava, admirador confeso del escritor. Y otra visita a la fábrica de cervezas Guinness, abierta al público hace unos tres años: en el último piso, un bar panorámico, acristalado, se puede abarcar Dublín en 360 grados, con comentarios de Joyce transparentados.

Es la manera más joyceana de contemplar esa ciudad: con una pinta de cerveza en la mano sin olvidar que el chorro vital del Ulises termina, significativamente, con un mayúsculo Sí.

Guía para el viajero

El festivalToda la información se puede obtener en www.rejoycedublin2004.com. Los hitos más relevantes del festival (1 de abril a 31 de agosto) serán una exposición en el IMMA (museo de arte moderno) sobre artistas influidos por Joyce (7 abril-1 agosto); otra exposición en la Biblioteca Nacional con fondos y manuscritos recientemente adquiridos de Joyce (apertura 15 junio); el XIX Simposio Internacional James Joyce (12 a 19 de junio); y el Bloomsday, con un desayuno joyceano en O'Connell Street para 10.000 personas el día 13, celebraciones callejeras el 16 y Elijah is Coming, un gran espectáculo el día 19 para resaltar el río Liffey en la obra de Joyce.Cómo irIberia (900 400500 y www.iberia.com) tiene un vuelo diario y directo Madrid-Dublín a las 10.00h., y otro compartido con Aerlingus a las 19.27h., a partir de 99 euros ida/vuelta.AlojamientoThe Clarence (6-8 Wellington Quay, 353 1 407 0800) céntrico edificio de 1850 restaurado por Bono y U2, de moda. Chief O'Neils (Smithfield Village, junto a The Chimney, 353 1 817 3838), magnífico hotel de diseño en edificios de las antiguas destilerías Jameson, junto a la torre panorámica The Chimney. Jurys Ballsbridge Hotel (Pembroke Rd., Ballsbridge, 353 1 660 5000), algo apartado del centro, pero confortable.ComerEden (Meeting House Square, 353 1 670 5372) uno de los locales más de moda en Temple Bar (el barrio cultural y bohemio), diseño y sofisticación. Chapter One (19 Parnell Square, en los bajos del Museo de los Escritores, 353 1 88732266) cocina tradicional revisada con inventiva. Guinness Storehouse (St. Jame's Gate, 353 1 408 4800) varios restaurantes informales, visita imprescindible.

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