_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Son los ingresos, estúpido

Los mercados financieros han dejado de prestar atención a los desequilibrios fiscales que, en algunas economías, han llegado a límites que antaño hubiesen provocado un desplome de la deuda pública o una alteración seria en los mercados. Sin embargo, cada vez es más complicado observar alguna reacción a las malas noticias fiscales, tal vez porque los efectos más perniciosos se notarán a medio y largo plazo, y ya sabemos de la inconsistencia de las políticas económicas a estos plazos.

En cambio, los agentes de deuda andan muy preocupados por indicadores menores, como el de confianza de la Universidad de Michigan o el ZEW, el indicador de confianza del sector financiero alemán. Con la escasa información que aportan, solo cabe achacar al gran desconocimiento de la comunidad financiera sobre su importancia en el reflejo de la economía. La falta de formación es alentada desde las instituciones, al trivializar los riesgos fiscales, y especialmente el déficit de ingresos que se avecina, permanente en muchos casos. En EE UU, la ratio de ingresos sobre PIB se ha reducido al 16,3%, tres puntos por debajo de la media de los últimos 30 años.

Esta búsqueda de la desfiscalización puede hacer que el objetivo de equilibrio presupuestario, ligado a la coyuntura electoral, solo se cumpla restringiendo gastos, que en muchos casos son esenciales. Esta reducción de ingresos, que no afecta por igual a todos, tiene como objetivo incentivar el consumo privado, y aumentar la oferta de trabajo al aplicar el resultado teórico y empírico que relaciona fiscalidad y participación en el mercado de trabajo. Esto, que es verdad, rige especialmente para las rentas altas, por ello el gobierno Bush ha seguido al pie de la letra el esquema, rebajando la carga fiscal para los tramos más elevados, con muy poco impacto en el consumo agregado.

Otro argumento, utilizado también en España, es que la existencia de una gran bolsa de fraude justifica la rebaja de la carga en aras de reblandecer el ánimo defraudador, y así incentivar las colas para declarar. Esto,falso en sí mismo, se puede comprobar comparando la presión fiscal y el cumplimiento de las obligaciones entre países como EE UU, Canadá, Alemania o los Países Bajos, frente a España.

En consecuencia, y ante el previsible fracaso del aumento de la recaudación, ¿qué deberían hacer los mercados financieros?, ¿ se deberían atrever las empresas de rating a revisar sus calificaciones a estos países?. La respuesta es que sí, al menos en la medida que lo ha hecho Moody`s con EE UU. En uno de sus informes se anotaba el riesgo que tiene el sostenimiento del ritmo de crecimiento de la deuda, por la debilidad de los ingresos, llegando a declarar que diez años, podría ser insostenible. Uno de los elementos que más preocupa es el incremento de clases pasivas, unido al envejecimiento y elevación de la esperanza de vida. Reconociendo las obligaciones que tiene y tendrá cualquier gobierno respecto a sus ancianos, parece una pésima idea bajar los impuestos. Habría que subirlos y dejar de camuflar déficit público.

Otro elemento que reduce los ingresos es la inexistencia de inflación, salvo en España, que ha podido salvaguardar la recaudación pese a la rebaja de impuestos. Sería recomendable publicar el montante del impuesto inflacionario, y la rémora por la no deflactación de la tarifa del IRPF, que en ningún caso es irrelevante como nos quieren hacer creer. En el resto del mundo, prácticamente sin inflación, las perspectivas a diez años no son favorables para incrementar la recaudación, como tampoco lo son por la vía de la inflación salarial.

En resumen, un mundo sin inflación, con bajo crecimiento salarial y con la capacidad recaudatoria muy baja, nos deja al albur de la discrecionalidad del gasto como única herramienta de lucha contra el déficit. Ni las estrategias de camuflaje, la última referente al cómputo del gasto en infraestructuras en la UEM, ni la utilización de otras variables, como la deuda, pueden esconder la verdadera situación fiscal que espera a la OCDE. Desde el mundo financiero se debería prestar más atención a la situación fiscal, mirando menos al ZEW o la confianza de Michigan, y desde el político y monetario no se debería trivializar el problema, especialmente con elecciones tanto en EE UU, como en España. No engañemos a los electores con propuestas que, con el nivel de ingresos futuros, no se podrán cumplir.

Responsable de análisis de Intermoney

La desfiscalización puede hacer que el equilibrio presupuestario sólo se cumpla restringiendo gastos

Archivado En

_
_