Vuelven las bombas, vuelve la inquietud
Se suele argumentar que los terroristas matan donde pueden, no donde quieren. Pero la elección de Estambul como objetivo de las últimas matanzas parece cualquier cosa menos casual. El 11-S supuso el ataque frontal a la hegemonía estadounidense en las tres patas de ésta: la financiera, la militar y la política. Así, los suicidas estamparon un avión contra cada una de las Torres Gemelas en el centro de las finanzas mundiales, estrellaron otro en el Pentágono y dirigían un cuarto hacia la Casa Blanca.
Esta vez el mensaje parece haber cambiado. No atacan la hegemonía estadounidense o, en un sentido amplio, occidental. Buscan agudizar el temido choque de civilizaciones y, para eso, nada mejor que golpear en Estambul, antigua Bizancio. Un puente entre Oriente y Occidente que, borrachos de sangre, los terroristas quieren volar en mil pedazos.
El grado en que algunos dirigentes occidentales contribuyen, consciente o inconscientemente, a este choque de civilizaciones y a deslegitimar la causa demócrata, es otra historia. Lo relevante hoy es que Europa y Estados Unidos han dado el acuse de recibo de este macabro mensaje de los terroristas. Los mercados financieros, expresión del estado de ánimo de una importante colectividad, han vuelto a verse sacudidos por las bombas como no ocurría desde los meses posteriores al 11 de septiembre. Incluso la Bolsa de Estados Unidos bajó después de que una avioneta violase el espacio aéreo de la Casa Blanca y se evacuase el edificio presidencial. A pesar de que Bush se encontraba pasando unos días en Londres.
¿Son relevantes estas señales? Sí. Al Qaeda ha mandado un mensaje y el mundo ha respondido. Aún marcan la agenda, y afortunadamente no estamos tan acostumbrados a estas masacres -a las practicadas por estos terroristas, se entiende- que pasamos por encima de ellas.
El clima de desconfianza que se generó después de los atentados de 11 de septiembre fue nefasto para la economía, tumbó los mercados y agravó la crisis. Aunque el pánico de aquellos días es prácticamente imposible que se repita, atentados como los de los últimos días y reacciones financieras como las registradas recuerdan que el terrorismo todavía es un factor a tener en cuenta.
Para estos riesgos los inversores no disponen de derivados con los que cubrirse o indicadores que les puedan dar pistas, a no ser que se ponga en marcha aquel macabro mercado de futuros sobre el terrorismo que idearon algunas mentes del Pentágono. Después del 11-S se decía que había que aprender a convivir con el terrorismo. Pero ni desde la barrera es fácil.