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Columna
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Olvidemos el mañana

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

El Gobierno ha resucitado la vieja canción de Sinatra, Forget domani. En todas sus presentaciones destaca el 2,3% de crecimiento español frente al estancamiento europeo y, cuando se le recuerdan los desequilibrios en que se basa ese crecimiento, recuerda los más de cuatro millones de puestos de trabajo creados en los últimos nueve años. Sin embargo, el pasado e incluso el presente no tienen mayor interés porque ya no los podemos cambiar. Lo único que nos debería interesar es el futuro de la economía española porque, aunque sea difícil, podemos conseguir que sea distinto, que sea mejor.

El Gobierno dice que, si las cosas han ido bien hasta ahora, así seguirán en el futuro. Habría que recordarle los anuncios de los fondos de inversión que advierten que la evolución del pasado no presupone la del futuro. No debemos extrapolar sin más el presente, sino que tenemos que analizarlo para averiguar dónde pueden aparecer los problemas en el futuro y actuar en consecuencia. Y el presente de la economía española contiene una inmensa colección de desequilibrios que sugieren un futuro delicado si no hay un cambio de rumbo en la política económica española después de las elecciones de marzo.

En primer lugar, está el desequilibrio entre la demanda interna y externa. Frente a un crecimiento de la demanda interna en Europa en torno al 1%, el crecimiento en España es del 3,3%, mientras que el sector exterior está restando cada vez más al crecimiento de la economía española, llegando el último trimestre a sustraer un 1,1% del PIB. Tenemos un desequilibrio en el ahorro, que es otra forma de ver el desequilibrio exterior. La economía española sigue endeudándose con el exterior y ello se observa en el creciente déficit de balanza corriente, que podría alcanzar un 3,5% de PIB el año que viene, superando la cifra que registró la economía española cuando se desataron las devaluaciones de los años noventa. Ahora no habrá devaluaciones porque, al no existir las monedas nacionales, los mercados no pueden discriminar entre los que lo hacen bien y los que lo hacen mal dentro del euro.

El presente de la economía española tiene una colección de desequilibrios que sugieren un futuro delicado

También hay un desequilibrio dentro de la propia demanda interna. En efecto, la demanda de bienes de equipo sigue languideciendo, mientras que se muestran muy potentes la construcción y el consumo. Esta estructura desequilibrada genera unos efectos benéficos excepcionales en el presente en cuanto a creación de empleo, pero anuncia problemas para mañana, cuando se recupere el equilibrio. Respondiendo al desequilibrio de la demanda, ha emergido también el desequilibrio de la oferta, que se refleja en la débil situación de la industria, cuyo último indicador de producción se ha situado ya por debajo del de 2002 y lleva tres años estancada.

No olvidaremos el desequilibrio de la inflación, superior a la de nuestros socios, por lo que nos resta competitividad. El Gobierno acostumbra a confrontar la inflación española con la de la zona euro comparando los IPC, pero esto es un engaño porque el IPC no mide los precios de los productos españoles, sino de los que se venden en España, procedan de donde procedan. El mejor indicador de nuestros precios es el deflactor del PIB que está creciendo al 4,3%, mientras que el deflactor de Alemania está por debajo del 1%.

Pero el más famoso de todos nuestros desequilibrios es el de la llamada burbuja inmobiliaria, que se refleja tanto en el ascenso meteórico de los precios inmobiliarios como en el espectacular engorde del endeudamiento hipotecario a tipo variable. Finalmente, tampoco están creciendo equilibradamente el empleo y la productividad, sino que nuestro crecimiento está basado exclusivamente en el aumento del empleo.

Estos desequilibrios deberían llevarnos a preocuparnos del mañana y a centrar la política económica en el aumento de la productividad y en la mejora de competitividad, tal como ha sugerido la CEOE, y propuso el mismo líder de la oposición en el debate presupuestario. En contraste, en el almuerzo anual de APD, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro habló durante una hora seguida sin mencionar una sola vez la palabra productividad. Está claro el lema del Gobierno en economía: 'Forget domani'.

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