Pleno empleo y plena protección
El fotograma del mercado de trabajo ofrecido por la encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre del año revela cotas históricas de empleo y actividad, como si la economía estuviese en ebullición acelerada. El colectivo de activos -personas ocupadas o dispuestas a hacerlo- ha experimentado en los últimos años un elevado crecimiento, estimulado por la posibilidad cierta de encontrar trabajo o por la llegada de contingentes numerosos de inmigrantes en plena edad activa. Este empujón de la actividad en los últimos años ha logrado absorber la incorporación de todo el boom demográfico al mercado de trabajo y reducir las tasas de paro masculinas hasta alcanzar los umbrales del pleno empleo.
En una veintena de provincias la tasa de desempleo de los varones se encuentra en torno al 5%, valor considerado como residual en los mercados de trabajo occidentales, especialmente en los que disponen de redes de protección por desempleo generosas. En estas provincias los empresarios tienen problemas para encontrar trabajadores que se ocupen de determinadas actividades industriales, como hace unos años se echaban de menos trabajadores de la construcción de distinto nivel de cualificación, de la metalurgia o incluso para la recolección agrícola. Ahora, con el oleaje desordenado e insistente de inmigrantes, no existen tantos cuellos de botella, y si los hay se circunscriben a actividades muy especializadas.
Pero las tasas de paro del 5% en media España conviven con otras superiores, que la triplican, en el resto del país, y en la mayoría de los casos en provincias limítrofes, y en ciudades a pocas decenas de kilómetros. Sin embargo, los parados siguen manifestando su resistencia a aceptar una oferta de empleo si lleva aparejado cambio de residencia, sueldo menor del esperado o categoría inferior a su cualificación. Y el sistema de protección por desempleo, que el Gobierno removió y volvió a dejar como estaba por el susto que le dieron los sindicatos, no ayuda mucho.