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Cinco Sentidos

A otro país con la casa a cuestas

Las empresas buscan profesionales dispuestos a moverse de un país a otro cada pocos años

Su hijo tiene 13 años y ya ha vivido en cinco ciudades diferentes. Ella, 45 años, ha de pararse a pensar antes de responder en cuántos países ha desarrollado su carrera profesional. 'Al menos una decena desde que a los 25 años empecé a trabajar a tiempo completo'. Para Carmen van Moerkerken, directora de proyecto de recursos humanos de una tabacalera, moverse forma parte de su 'código genético'. Precisamente por eso se considera 'una excepción, un ejemplo atípico'. La ejecutiva lleva desde el 1 de agosto en España y no cree que sea su último lugar de residencia. En su opinión, la movilidad geográfica es 'un factor de multiplicación de la capacidad de aprendizaje', por lo que anima a los jóvenes a empezar cuanto antes. 'Quien no se arriesga, no gana'. Ha tenido la suerte de contar con un marido que la ha seguido a todas partes. 'Está claro que en cierto momento uno de los dos tiene que dejar su carrera si quiere vivir en pareja. Al principio del matrimonio cogíamos el avión para vernos los fines de semana, al nacer nuestro hijo las cosas cambiaron. Nos apetece a los dos estar con él'.

Con una mirada internacional privilegiada, esta ejecutiva asegura que 'en España no hay espíritu de movilidad'. Una impresión que se constata en las conclusiones de un estudio de la consultora Pricewaterhousecoopers donde se señala que los españoles son los más reacios a cambiar de país y más del 80% de las empresas encuentra dificultades para mandar fuera a sus directivos.

El hecho es que la movilidad geográfica en España tiene mil caras. Muchos la consideran un premio. Otros, un castigo. Hay quienes asumen la experiencia como una manera de subir peldaños en su compañía. Otros se lo plantean como el modo de mejorar la calidad de vida de sus familias, ampliar conocimientos y conocer gente. Algunos apuestan por que será el trampolín definitivo en su trayectoria profesional, dentro o fuera de su compañía. Existen cada vez más casos de trabajadores que asumen voluntariamente ser expatriados de carrera. Pero los hay también quienes, obligados por causas organizativas y empresariales, lo viven como un auténtico trauma familiar.

'Al principio del matrimonio cogíamos el avión cada fin de semana. Al tener un hijo, mi marido tuvo que dejar de lado su carrera profesional'

En cualquier caso, bajo todas estas formas subyace una realidad económica rotunda. Las empresas se internacionalizan y necesitan plantillas con predisposición no sólo para desplazarse temporalmente, sino para estar preparados para cambiar su lugar de residencia. El mundo de los negocios es más global y se necesitan experiencias cada vez más globales. Eso está obligando, por una parte, a un cambio de mentalidad de los trabajadores españoles, pero también, a que tanto las compañías que pretenden expatriar a sus empleados como las legislaciones ofrezcan la estructura necesaria para incentivar esa movilidad.

'Hoy por hoy, las leyes en España están obsoletas y las ventajas de la movilidad son casi siempre para las empresas. Para los trabajadores sigue teniendo connotaciones negativas y genera excesiva inestabilidad', señala Marta Alamán, de Landwell-PWC.

Además, la complicación aumenta cuanto más se desciende en el nivel profesional. Javier de la Fuente, responsable de Creade, una empresa especializada en outplacement (recolocación de trabajadores), señala que 'nada tiene que ver la forma en la que un directivo aborda un traslado a como se lo toma un operario'. 'En los niveles intermedios es más difícil que un cambio salga rentable, para los ejecutivos es una decisión profesional y se da por sentado que no salen perdiendo económicamente'. De La Fuente recuerda, además, los problemas que plantea la recolocación de trabajadores incluso de una provincia a otra dentro de España ante una decisión empresarial como el cierre de una planta de producción, como ha sido el caso de Valeo.

En general, los expatriados voluntarios coinciden en que la experiencia vale la pena personalmente. Profesionalmente, sin embargo, reconocen cierta frustración. Miguel Valls, director financiero de una compañía de telecomunicaciones, tuvo una experiencia como expatriado en una multinacional francesa del mismo sector. Recuerda con nostalgia que 'en el extranjero se pasan menos horas en la oficina', pero asegura que 'la experiencia internacional tiene una valoración muy limitada en el currículum, a menos que estés dispuesto a ser el eterno expatriado. Lo difícil es la vuelta. Te arriesgas a que te metan en la nevera'.

Visión de multinacional

La globalización ha cogido por sorpresa a las empresas españolas. Compañías como Repsol, Telefónica o los dos grupos bancarios, SCH y BBVA, han tenido que aprender en muy poco tiempo a ser multinacionales, con todo lo que eso comporta desde el punto de vista de las plantillas. Antonio Ortiz Chardón, responsable de recursos humanos para América del BBVA, asegura que en el grupo 'la experiencia internacional es, sin duda, un escalón ascendente', y precisa que, además de los incentivos económicos, 'todos los expatriados tienen en el contrato un compromiso de retorno'.En el nuevo esquema de gestión que quiere implantar el grupo, en el cual se amplia el número de cargos directivos, 'la nacionalidad es accidental, lo que importa es la responsabilidad del puesto y el talento'. La entidad tiene en estos momentos 230 expatriados, de los que dos tercios son españoles y el resto de otras nacionalidades. El propio Ortiz, venezolano, es un ejemplo de expatriado.Otra de las grandes, Repsol, cuenta con un colectivo de 427 expatriados.

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