El pilar capital
El pasado fin de semana se reunieron en Madrid los miembros del Comité de Supervisión Bancaria de Basilea (CSBB) para discutir las respuestas a los comentarios recibidos sobre el último documento consultivo del Nuevo Acuerdo de Capitales de Basilea (NACB), conocido como Basilea II. Un acuerdo de capitales en banca es una serie de normas que obligan a las entidades a tener suficientes recursos propios para cubrir pérdidas. El NACB completa estas normas de solvencia, denominadas primer pilar, con normas sobre la supervisión bancaria, segundo pilar, y con recomendaciones sobre la transparencia de la banca respecto a los mercados en los que operan, tercer pilar. No deja de ser coincidencia que tantos pilares adquirieran relevancia hacia el 12 de octubre.
Lo que fue tratado el pasado fin de semana por el CSBB se refería exclusivamente al primer pilar, es decir, a la valoración de la solvencia de las entidades de crédito, ante la oleada de comentarios críticos que la tercera versión del NACB había suscitado entre los distintos participantes de la industria bancaria.
Uno de los asuntos más controvertidos había sido la cobertura de las pérdidas esperadas por impagos en la banca mediante capital. Podemos definir por pérdidas esperadas las que calcula una entidad sobre la base de su experiencia histórica de morosidad. Habitualmente, las entidades hacen provisiones, específicas o genéricas, para hacer frente a dichas pérdidas esperadas.
La reunión del Comité de Basilea celebrada en Madrid se centró sólo en la solvencia de las entidades de crédito
Hasta la última versión del NACB, el tratamiento de las provisiones en el cálculo de la solvencia de la entidad reconocía completamente la prudencia que significan dichas dotaciones. El documento consultivo había cambiado significativamente este tratamiento, a peor, lo que fue criticado por la industria bancaria europea, como puede observarse tanto en los comentarios remitidos por la Asociación Española de Banca (AEB) como en los de la Federación Bancaria Europea. La AEB se refería especialmente a la necesidad de que los cálculos de solvencia reconocieran la provisión estadística que las entidades de crédito están obligadas a hacer.
La provisión estadística se impuso por el Banco de España como medida de prudencia ante la asincronía entre concesión de los créditos y sus impagos. A lo largo del ciclo económico, las concesiones se concentran en los picos del mismo, pero, al tener muchas operaciones un plazo superior a un ciclo económico completo, es muy probable que la morosidad del momento de la concesión de los créditos infraestime el potencial de impagos a lo largo de la vida de la operación.
Como la mayor parte del crédito se concede en momentos álgidos de la curva económica, coincidentes con los mínimos de la morosidad, resulta sensato algún criterio que incremente las provisiones en los momentos mejores del periodo, que es cuando más operaciones se conceden, y que las reduzca en los momentos peores. Dicha medida contrarrestaría el potencial desestabilizador que sobre la economía tiene el ciclo de concesiones de créditos: casi todos se conceden cuando la economía va bien, amplificando el ciclo económico. Como la provisión estadística es menor cuando hay menos concesiones, podría haber más operaciones en momentos de alta morosidad que en un sistema sin este tipo de provisión anticíclica.
El caso es que dicha provisión, por muy sensata que resulte, responde a un criterio impuesto únicamente por el Banco de España, pero podría no ser reconocido por los cálculos de solvencia, lo que entra en la esfera del segundo pilar del NACB. Como reconoce el propio CSBB, el proceso de supervisión es básico en la solvencia de la banca internacional. Sin embargo, a lo largo del proceso consultivo, algunas de las peores señales vienen de los propios supervisores. Es el caso de los estadounidenses, cuando la Reserva Federal mencionó el reducido número de entidades bajo su supervisión que adoptarían el NACB (20 a lo sumo), o los bajos niveles de capitalización de las sociedades hipotecarias.
Si los problemas están también en el segundo pilar, y no sólo en el referido al cálculo de solvencia, el edificio que trata de construir el NACB tiene fundamentos poco sólidos. La reunión de Madrid se anunció como progreso significativo en asuntos importantes para la aplicación del NACB. Lo que sorprende es que el CSBB no incidió en la supervisión en el fin de semana del Pilar (de Zaragoza).