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Tribuna
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Franco Modigliani, maestro y amigo

Franco Modigliani fue mi maestro y amigo. Nació en Roma en 1918 y murió en Nueva York el pasado jueves. Decidió estudiar Derecho y en 1936 tomó contacto con la economía. El ambiente de la Italia de principios de los treinta le llevó a definirse como antifascista. La Guerra Civil española 'es el punto en el que realmente se me abren los ojos'.

A finales de 1937, siendo estudiante universitario, conoce a la que será su mujer durante toda su vida: Serena Calabi. Se marcha a Francia, y trata de terminar su carrera en La Sorbona, sin éxito. Franco y Serena se casan en mayo de 1939 en el consulado de Italia en París. Ambos tenían 21 años.

La pareja llega a Nueva York el 28 de agosto de 1939. Cuatro días más tarde estalla la segunda guerra mundial. Con la ayuda de su suegro, vende libros (españoles e italianos) en Nueva York. A los 26 años publica un importante artículo sobre el problema de la preferencia por la liquidez en Keynes. Al poco se doctora. Luego llega su segunda gran aportación: un nuevo enfoque a la curva de Beveridge, la relación entre la demanda y el empleo.

A partir de 1946 desarrolla su tercer hito investigador: los determinantes de la tasa de ahorro nacional, que culminará con una publicación en 1949. De esta época data su fallido fichaje por Harvard. Modigliani rechazó la oferta para entrar en la élite y, a pesar de que sus amigos se lo recriminaron, dijo: 'Nunca me arrepentí de mi decisión'.

Su relación con Milton Friedman ('nunca de amistad, pero sí de respeto profesional') tuvo encontronazos, especialmente a raíz de la publicación en el The New York Times de un artículo sobre una alternativa eficiente de tipo fiscal al control de los precios. Tras su llegada a Chicago, le contacta la University of Illinois, por la que fichará. En esta etapa desarrollará otro hito de su carrera, la denominada Life Cycle Hypothesis of Saving.

Será en Illinois donde le sorprenda la ofensiva patriótica de McCarthy. Modigliani sale para el Carnegie Institute of Technology en Pittsburgh. Todos los trabajos que le citaron en la concesión del Nobel de Economía, en 1985, fueron concebidos o completados allí. En 1957 se publicaron sendos artículos firmados con Merton Miller, también Nobel más tarde (el MoMi y el MiMo, según el orden por el que figuraban los firmantes). Son un nuevo hito y una incursión en la economía de la empresa. Sostienen que en un mercado perfecto de capitales (por ejemplo sin un sistema impositivo que lo distorsione), la estructura financiera de la empresa (principalmente el ratio deuda/ fondos propios) no afecta al valor de mercado de dicha empresa.

En 1960 ficha por el MIT, donde ya permanecerá el resto de sus días. Una aportación de los sesenta fue una reflexión sobre la mejor forma de financiar el gasto público, si con mayores impuestos o incrementando la deuda. Sostiene que un déficit público creciente y sostenido tiene efectos negativos sobre el stock de capital de una nación.

Desde el MIT son constantes sus visitas y trabajos en Europa, sobre todo el desarrollo de modelos para los bancos centrales en Italia, pero también de España. En febrero de 1973 cursa su primera visita. Pasará meses en el Banco de España, al lado del entonces director de estudios, Luis Ángel Rojo. Llegarán a ser muy buenos amigos. Volverá en diversas ocasiones, era un admirador de España. Muchas veces, especialmente en los ochenta, nos ponía como ejemplo de buen hacer (económico) frente a Italia. Se sentía en casa.

Otro hito fue ser elegido vicepresidente de la American Economic Association, que lo convertía en presidente al año siguiente. Es memorable su Presidential Address en Dallas a finales de 1975, sobre un tema entonces muy polémico que, a su juicio, si eludía quedaba como un cobarde: el alcance y los límites de la política monetaria.

En los setenta y ochenta realizó importantes aportaciones al debate de la política económica. Para él, mantener a largo plazo altos tipos de interés, junto a una política fiscal restrictiva (así era a principios de los ochenta), llevaba inexorablemente a deprimir el nivel de la demanda agregada, lo que generaba un fabuloso problema de desempleo. Esta era la raíz del desempleo y no tanto los tan traídos (en Europa) factores del lado oferta.

Para Modigliani, había que cambiar la orientación de la política monetaria (y con los pactos del SME todos seguían la errónea política restrictiva del Bundesbank). Un hito en esta reflexión de política económica fue el Manifiesto de los economistas sobre el desempleo en la UE, de 1998.

Eterno candidato, el Nobel le llegó cuando 'todo el mundo había dejado de apostar por mí'. Son célebres sus palabras acerca de que ser leal a un país no significa dejar de criticarlo: fue antifascista en Italia, demócrata (que no republicano) en EE UU, se opuso muy activamente a la guerra del Vietnam, se movilizó como tantos otros economistas frente al encarcelamiento de Papandreu en la Grecia de los coroneles, se opuso firmemente a la política de Reagan...

De Franco Modigliani aprendí muchas cosas, aparte de economía. Las sintetizaré en tres lecciones. La primera es que la labor docente e investigadora no debe estar reñida, sino al contrario, con un profundo compromiso social. Decía: 'siempre he pensado que en EE UU un liberal es un conservador con corazón, y un conservador es un liberal sin corazón'.

La segunda lección es que siempre debe prevalecer la honestidad intelectual frente a las conveniencias tácticas del momento. He sido testigo de cómo en 1992 y 1993, decía claramente y argumentaba al vicepresidente económico del Gobierno o al gobernador del Banco de España, que era un error que España se integrase en la moneda única. O regañar a la plana mayor de UGT y CC OO por no acompasar el crecimiento de los salarios al de la productividad.

La otra lección es que aunque la ciencia económica avanza mediante modelos teóricos que incorporan hipótesis y que se formalizan matemáticamente, no todos los economistas teóricos son lo que aquí entendemos como neoliberales o monetaristas o de derechas o de Chicago. Modigliani es un ejemplo.

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