El oro negro que viaja desde el mar al surtidor
Sin embargo, carece de yacimientos importantes que le aseguren gran parte del suministro, con lo que depende del transporte internacional de crudo. La refinería de Tarragona es la única en España que cuenta con una plataforma de extracción, la Casablanca. El complejo tarraconense data de 1976, y desde entonces no ha parado de crecer. Actualmente ocupa 368 hectáreas. La inversión en medio ambiente ha alcanzado los 447 millones de euros desde 1999.
Las instalaciones de Repsol en la petroquímica de Tarragona representan el único ejemplo de producción integrada del grupo en España: desde la extracción de crudo en la plataforma marítima Casablanca, frente al litoral tarraconense, hasta la producción de la gasolina sin plomo en las instalaciones del polígono norte.
La compañía no extrae crudo de ninguna otra parte en la Península. Por lo tanto, las otras cuatro refinerías de Repsol (Bilbao, Cartagena, A Coruña y Puertollano) se abastecen de buques petroleros. Con todo, la plataforma de Casablanca es pequeña, y no consigue cubrir el consumo de la refinería.
La capacidad de la plataforma ronda los 10.000 barriles diarios, lo que representa sólo entre el 5% y el 10% de lo que necesita la refinería. Además, el centro del negocio de Repsol es el refino y la venta de combustible. La capacidad de refino de Repsol alcanza los 39,3 millones de toneladas anuales, de las que la petroquímica de Tarragona aporta 9,4 millones. Es la segunda en capacidad, puesto que Repsol cuenta con 11 millones de toneladas en las instalaciones de Bilbao.
Pero vamos por partes. Las plataformas petrolíferas se diseñan en exclusiva, adaptándose a las características del fondo marino en el que se encuentran. José María Saumell es operador de radio y sanitario en esta instalación. Opina que la vida en la plataforma es muy tranquila. Y habla de vida, no de trabajo, porque hace turnos de tres semanas, doce horas al día. Empieza a las 7.00 horas; a las 9.00, descanso y café; entre mediodía y las 13.00 horas, comida; a las 15.00 horas, 20 minutos de merienda, y a las 19.30, cena. Total, que a las 22 horas no queda nadie despierto de la plantilla de 20 personas que trabaja en la plataforma.
'En el interior todo está insonorizado y vamos protegidos con orejeras', remarca Saumell. Lo único que se echa en falta es la familia. 'Pero puedes hablar con ellos cada día, si quieres. A partir de las 19 horas hay cola en los teléfonos. En realidad, sólo te sientes aislado cuando hay problemas en la familia', asegura.
Por su parte, Carlos Huélamo, jefe de operaciones del yacimiento de Casablanca, destaca que hace lo posible para que la vida del empleado sea lo más cercana a lo normal. 'Hay gente que hace footing en el helipuerto... Y si no, ya se hace suficiente deporte subiendo y bajando escaleras todo el día'. Según Huélamo, lo normal es que todos los trabajadores sean hombres (una media de edad de 50 años, por cierto), 'pero también ha habido mujeres; bueno, una en concreto'.
El viaje del crudo empieza lógicamente en el pozo subterráneo, en este caso marino. Sin embargo, antes ha habido que hacer multitud de perforaciones, pruebas y estudios geológicos. Una onda sonora identifica el tipo de terreno por la velocidad con que se propaga, es decir, la existencia de capas duras y su profundidad. Si las condiciones son buenas y una vez descartados los 'pitufos' (yacimientos que no merecen la pena) se instala un taladro, que es el que debe encontrar la bolsa de crudo.
En Casablanca se han llegado a perforar hasta ocho pozos productivos alejados hasta cuatro kilómetros de la plataforma. Cuando el taladro debe separarse, hay que ir con sumo cuidado para evitar que las elevadas presiones de los gases puedan producir escapes y explosiones. Una vez abierto el pozo se retira la torre, se instala una máquina de bombeo y se inicia la extracción del crudo, que llega a la plataforma a una temperatura de hasta 110 grados centígrados.
De la masa viscosa que aflora se separa el gas (se destina en parte a la generación de electricidad, quemándose en la antorcha el resto), el agua (se reinyecta) y el petróleo, que se envía a la refinería a través del oleoducto (más de un metro de diámetro).
Dejamos la plataforma y nos trasladamos a tierra firme, a través de un conjunto de tuberías (rack), que enlazan con la refinería y otros clientes petroquímicos del polígono. Tienen una longitud de 14 kilómetros y discurren en paralelo, remontando el río Francolí, al lado de Tarragona.
El pantalán
Pero no debemos olvidarnos de un paso intermedio: el pantalán, la instalación portuaria de 1.600 metros de longitud que recibe la descarga de 500 barcos al año. Repsol recibe 14 millones de toneladas de crudo, justo el 70% del tráfico total de Tarragona. A pesar de esta actividad frenética, Francisco Moya tiene una sensación de soledad. 'Aquí trabajas solo la mayor parte del día, puesto que las tripulaciones muchas veces no salen de los barcos', comenta.
Finalmente hemos llegado a la refinería, que ocupa 368 hectáreas, con 712 puestos de trabajo directos (3.350 indirectos). El nivel de automatización y de seguridad es el máximo, cuenta Joan Busquets. Es operador de panel del centro de control, que mide la temperatura, el caudal, la presión y el nivel de oxígeno. Lo ideal es 450 grados en los hornos y 20 kilos de presión.
La refinería consta de hasta 34 unidades productivas y medioambientales, que se dedican a destilar, separar y aligerar paso a paso las diversas fracciones del petróleo. Las gasolinas y gasóleos son el producto final, después de pasar por tres unidades de destilación, dos de hidrocraqueo de gasóleo, dos de desulfuración, dos más de sustitución de los antiguos aditivos de plomo, otra que facilita la producción de la gasolina con menos aromatizantes y la unidad de mezclado final (blending), que reduce el volumen de combustibles almacenados en la refinería.
Agapito Madrigal Gasolinera que no cierra para 800 vehículos
Tres turnos. Son tres turnos de trabajo los que necesita la gasolinera ubicada en el cruce de la calle de María de Molina con la de López de Hoyos, en el centro de Madrid. Tres turnos y 11 personas las que dan servicio durante las 24 horas diarias. Más de 800 vehículos paran de media para llenar sus depósitos en esta histórica gasolinera de Repsol, recientemente reformada.Siete de la mañana. El primer turno es el más ajetreado. Empieza a las siete de la mañana y es el que recibe la llegada del combustible y las descargas. Además, es el que coincide con las horas punta de la ciudad, las idas y venidas, y las prisas de los conductores. A pesar de ello, la mayoría de operarios prefiere este turno.Tostado. Agapito Madrigal es el encargado. Lleva 41 años llenando los depósitos del barrio. El rostro tostado por el sol y las manos ennegrecidas. 'Esto es como cualquier trabajo', dice luciendo una sonrisa de orgullo. Agapito prosigue con el relato de la jornada: 'Al terminar cada turno cerramos caja, no sólo de las ventas de combustible, también de todo lo de la tienda'.Jóvenes y solteros. El segundo turno empieza a las 18 horas y acaba a las 23, y es el preferido por los jóvenes y los solteros. En cambio, el tercero y último es el de madrugada, que empieza una hora antes de medianoche y termina a las 7 horas. 'Desde luego es el más tranquilo, pero también es difícil encontrar gente que se sienta cómoda trabajando así', argumenta Agapito.36.000 litros. La estación de servicio expende cerca de 36.000 litros diarios de gasolina y contabiliza en cada jornada una facturación de unos 30.000 euros.Seguridad. Todos los que conocen el negocio coinciden en una cosa: con los años el nivel de seguridad de los depósitos ha aumentado. Esto es un lujo comparado con los tanques con los que vivíamos antes', concluye Agapito.