Tres pilares informativos en Basilea II
El pasado 29 de abril, el Comité de Supervisión Bancaria publicó un nuevo documento consultivo (CP3) a la industria financiera. Aunque la versión definitiva del nuevo Acuerdo de Basilea no se lanzará hasta finales del presente año, las principales directrices ya están definidas alrededor de tres pilares, de manera que se asegure la solvencia de las entidades mediante una relación directa entre riesgo y capital (pilar I), teniendo el supervisor (pilar II) y la disciplina de mercado (pilar III) un papel destacado.
El nuevo acuerdo introduce importantes cambios en las entidades, principalmente la utilización de enfoques basados en calificaciones internas y la dotación contra eventos por riesgo operacional.
Se ha debatido en numerosos foros sobre las novedades, dificultades e incentivos de la aplicación de los enfoques más avanzados, con argumentos procedentes de áreas de negocio y áreas de control: reducción de capital, adecuación de las políticas de precios, nuevos parámetros de gestión, etcétera. Pero la globalidad y profundidad del nuevo Acuerdo de Basilea requiere la implicación de toda la organización de las entidades, incluyendo lógicamente las áreas de soporte, principalmente a los sistemas de información.
Para las áreas de sistemas de las entidades el coste de las acciones que tendrán que ejecutar con el nuevo acuerdo es muy elevado El verdadero reto del nuevo Acuerdo de Basilea radica no sólo en la medición del riesgo, sino en la gestión global del mismo
Para las áreas de sistemas de las entidades, las necesidades de información de estos enfoques avanzados impactan enormemente en los procesos actuales y en la implantación de nuevos desarrollos ad hoc. Es tal la envergadura de los cambios a los que debe enfrentarse esta área que podríamos hablar de sus tres pilares particulares: aprovisionamiento de información, almacenamiento de información y explotación de información.
Pilar A: aprovisionamiento. Independientemente del tipo de riesgo del que estemos hablando, el aprovisionamiento de la información tiene tres puntos críticos: la identificación de la información, su calidad y la creación de los procesos de captura.
La información necesaria es variada, y su identificación y la de sus distintos orígenes no es una tarea sencilla: riesgo actual y potencial de los distintos contratos u operaciones, herramientas de calificación internas (proactivas, reactivas y de comportamiento), eventos de pérdida y recuperaciones conseguidas, elementos mitigadores del riesgo, etcétera.
Además, y debido a esta heterogeneidad de la información a capturar, deberá contarse con una calidad, consistencia y profundidad histórica de los datos contenidos en estos sistemas operacionales, puesto que posteriormente habrá que cruzar y combinar información procedente de diversos orígenes.
Finalmente es necesaria la creación de procesos de captura de la información que requieran una mínima intervención manual, especialmente complejo de establecer en eventos de riesgo operacional.
Pilar B: almacenamiento. El almacenamiento de información procede de la necesidad de disponer de series históricas de datos con una profundidad histórica nunca inferior a tres años. Esta exigencia de bases de datos históricas de incumplimiento y severidad (para riesgo de crédito), y de eventos y recuperaciones (para riesgo operacional), debe venir ligada a análisis de optimización y flexibilidad de uso de los repositorios de información creados.
El volumen de información a almacenar es el principal escollo de este pilar, evitándose que existan datos almacenados en distintos lugares de los sistemas de la entidad no sólo por su volumen, sino también por los problemas de consistencia que pudieran presentarse.
Pilar C: explotación. La explotación de información, verdadero incentivo para los desarrollos a realizar en el área, permitirá el cumplimiento de los tres pilares del nuevo acuerdo: cálculo según las distribuciones estadísticas de la pérdida esperada y capital económico; justificación al supervisor; y generación de la información requerida para la transparencia.
De los tres objetivos anteriores -los tres pilares-, el informe al supervisor debe asegurar la trazabilidad suficiente para la posterior justificación de los resultados obtenidos. Este factor trazabilidad debe estar presente en el diseño de los procesos, aunque al mismo tiempo implica el almacenamiento adicional de información, ahondando en las fuertes exigencias comentadas en el pilar B.
Pero las inversiones a realizar pueden maximizarse más allá del puro cumplimiento normativo. Subyace, adicionalmente, una serie de logros que pueden alcanzarse con la información capturada y almacenada, siendo posible la determinación cualitativa y cuantitativa del perfil de riesgo de la entidad (a través de herramientas como indicadores de riesgo, mapas de riesgos o mapas de procesos), la calibración de las herramientas de calificación existentes y el diagnóstico de la calidad crediticia de la cartera sin calificar.
El esfuerzo a realizar también puede aprovecharse para implantar nuevos ratios de gestión en la entidad, como el RAROC (Risk Adjusted Return On Capital), que ajusten la rentabilidad al riesgo, calculados a nivel de contrato/operación y agregados por ejes organizativos, de productos o clientes. Este punto puede permitir la integración de riesgos (crédito, mercado y operacional), aunque primero deben resolverse cuestiones esenciales como son la determinación de correlaciones existentes y la disparidad de metodologías utilizadas en la determinación del Value at Risk.
El verdadero reto del nuevo Acuerdo de Basilea radica no sólo en la medición del riesgo, sino en la gestión global del mismo, de manera que las herramientas de riesgo formen parte de los procesos de negocio.
El coste de todo el conjunto de acciones a ejecutar en el área de sistemas es muy elevado, por lo que debe afrontarse dentro de un proceso evolutivo racional, en el que se establezcan unos dominios de actuación que combinen áreas organizativas, productos y zonas geográficas, con técnicas de medición y con elementos de soporte tecnológico.
Este planteamiento de evolución de dominios permite equilibrar el coste de medición y gestión frente al refinamiento de su resultado, por lo que todas las entidades financieras, con independencia de su tamaño, pueden definir su propia estrategia de acercamiento al nuevo acuerdo.