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Columna
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La actitud hacia el riesgo

Las variaciones en los precios de los valores pueden reflejar un cambio en la actitud de los inversores hacia el riesgo. Si los inversores cambian desde una actitud de tolerancia hacia una actitud de rechazo, los mercados sufren la pertinente corrección. Existe numerosa literatura académica sobre la aversión al riesgo, basándose en los postulados de Pratt y Arrow. Muchos estudios se han centrado en la obtención de medidas de la aversión; precisamente, el último boletín trimestral del Banco Internacional de Pagos de Basilea (junio 2003) recoge dos artículos en los que se realizan sendas mediciones; uno realizado por Nikola Tarashev, Kostas Tsatsaronis y Dimitros Karampatos, y el otro, por Martín Scheicher.

Como determinantes de la aversión al riesgo se pueden señalar las perspectivas económicas, el riesgo de mercado y de crédito, las fluctuaciones del tipo de cambio o la afluencia de malas noticias. Esos factores determinan la riqueza de los individuos y, por tanto, su deseo de tomar o aceptar riesgo.

Entre las conclusiones que dichos autores obtienen destacan algunas respecto a la relación entre el riesgo, la volatilidad y la correlación entre activos. En los periodos en los cuales los inversores toman una actitud contraria al riesgo aumenta la volatilidad de los mercados, tanto de renta fija como de renta variable, aunque más en estos últimos.

Una mayor volatilidad se asocia con un mayor riesgo y puede coincidir con periodos en los que la base de capital de los participantes está afectada negativamente: estas circunstancias provocan que se valore menos la posibilidad de recibir una mayor ganancia que la de evitar una pérdida, lo cual indica una situación crítica de aversión al riesgo. Se puede interpretar que si los participantes, por cualquier motivo, rechazan tomar riesgo, su reacción a las diversas noticias va a ser más radical, causando así un aumento en la volatilidad. También se observa que la aversión al riesgo provoca una descoordinación entre los movimientos de los precios de los bonos y de las acciones, dado que los primeros proporcionan un cierto refugio.

Ambos trabajos destacan que la actitud hacia el riesgo supera los límites nacionales. Son los movimientos en los precios de las Bolsas norteamericanas (la variabilidad, que no el nivel) los que contagian la actitud hacia el riesgo a las demás, especialmente a los inversores europeos. El contagio internacional de la aversión al riesgo por la volatilidad de los mercados norteamericanos puede, además, verse incrementada si se añaden movimientos en los tipos de cambio.

En relación con el patrón temporal observado de dichos indicadores de riesgo, en los últimos tiempos hay tres aumentos importantes en la aversión: en 1997, coincidiendo con el estallido de la crisis asiática; en 1998, tras la crisis rusa y del fondo LTCM; y después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. La crisis principal fue, para ambos trabajos, la de 1998. Obviamente, ha desaparecido la extremada aversión al riesgo de entonces, pero parece que no se ha recuperado la situación de mediados de los noventa. Las perspectivas económicas, la volatilidad de la Bolsa americana y el tipo de cambio del dólar son actualmente importantes factores de riesgo.

Es lógico esperar que los indicadores de aversión al riesgo cambien con el tiempo, reflejando diferentes actitudes de los inversores, pero también reflejando la prevalencia de distintos tipos de inversores institucionales activos o preponderantes. Hay que señalar que el cambio de la aversión al riesgo puede producirse de forma colectiva puesto que ya se sabe que una de las características de los seres humanos como inversores es tener comportamientos de manada (por no decir de borregos, el conocido herd behaviour).

Pero también puede deberse a un cambio del comportamiento de los inversores activos, los que son profesionales. Es decir, puede que los mismos inversores activos hayan modificado su actitud hacia el riesgo, pero puede ser también que haya cambiado la naturaleza de los que en un momento dado lideran el mercado.

Así, puede que haya una sustitución del tipo de inversores institucionales que prevalecen, desde unos más proclives al riesgo a otros menos proclives -o adversos- como pueden ser los fondos de pensiones. Sin embargo, se ha comentado en ocasiones que estos agentes están siendo tomadores de riesgo, en contra de la lógica de su finalidad. Lo que ocurre en los mercados se comprendería mejor si se identificaran cuáles son los inversores principales y cuál es su comportamiento.

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