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Alfonso Soláns, presidente del Instituto de Empresa Familiar

'El gran temor es perder el control de la sociedad'

Es el primer presidente del Instituto de la Empresa Familiar no catalán ni madrileño. Esa condición debe permitirle lograr que la organización se desprenda un poco de sus raíces catalanas. El conflicto abierto con los socios madrileños es un obstáculo

Presidente del Instituto de la Empresa Familiar Texto: Jordi Sacristán Fotografía: Manuel Casamayón

El sexto presidente del Instituto de la Empresa Familiar (IEF), Alfonso Soláns, nació en Zaragoza hace 54 años. Es hijo único y de su padre heredó la propiedad de Pikolín y la presidencia del Real Zaragoza, su particular penitencia. Firme defensor de las ventajas de la empresa familiar, se muestra preocupado por cómo conseguir transmitir ese 'veneno' a sus dos hijos varones. En su nuevo cargo, al que accedió el pasado mes de abril, debe afrontar el doble reto de reconducir el IEF tras 10 años de existencia y hacerlo desde la capital aragonesa, a mitad de camino entre Madrid y Barcelona.

Pregunta. El IEF ha cumplido una década y ha alcanzado muchos de sus objetivos, sobre todo en lo referente al tratamiento fiscal de la empresa familiar. ¿Con qué objetivos inicia su mandato?

Respuesta. El objetivo principal es garantizar la continuidad de la empresa familiar cuando hay un cambio generacional. Es cierto que hemos logrado una bonificación del 95% en el impuesto de sucesiones, pero quedan flecos. Por ejemplo, en Cantabria la exención del impuesto es del 100% y en Castilla-La Mancha, del 99%. En Cataluña se ha logrado que la permanencia mínima del sucesor en la empresa sea de cinco años en vez de diez y en Aragón la transmisión puede hacerse hasta cuarto grado de consanguinidad, mientras que la norma nacional sólo acepta hasta tercer grado. A través de la comisión paritaria que hemos creado con las asociaciones territoriales del IEF, pondremos los diferentes avances en común para que, luego, cada asociación negocie con su comunidad autónoma. El objetivo es llegar a la libre transmisión de las empresas. Pero también estamos muy preocupados por el tema de formación.

P. El IEF ya ha creado 14 cátedras de empresa familiar, ¿no son demasiadas?

R. Es difícil fijar un tope y decir que no a algunas autonomías o universidades. Lo importante es que consigamos formar a los futuros ejecutivos en las características y peculiaridades de la empresa familiar. No es lo mismo trabajar para una multinacional que para una familia. Luego, otro de los objetivos es que consigamos trasladar a las pymes la labor y los conocimientos que hemos acumulado a lo largo de una década.

P. ¿Cómo está el tema de la inclusión del protocolo familiar dentro de los estatutos de las compañías para dotarlos de validez legal, ya que hasta ahora sólo es un acuerdo entre accionistas?

R. La Ley de Nueva Empresa ha abierto el camino para que el protocolo se incorpore a los estatutos, más allá del acuerdo entre particulares. Ahora estamos negociando con notarios y registradores qué partes pueden introducirse sin ser contradictorio con la Ley de Sociedades.

P. Su nombramiento como presidente se produjo justamente cuando la asociación territorial del IEF en Madrid se escindió por diferencias al parecer irreconciliables. ¿Ha recuperado el diálogo con ellos?

R. El IEF creó un documento de coordinación para establecer que todas las asociaciones territoriales mantenían un vínculo con nosotros y, además, definir los territorios de cada una. Quince firmaron y una no. Lo que está claro es que quien no firme no forma parte del instituto. Nosotros hemos hecho gestiones con la asociación de Madrid para que reconsideraran su postura, pero no se pudo conseguir. Todos los esfuerzos de diálogo se han hecho y no van a hacerse más. Es decisión de ellos.

P. Pero hay socios comunes en el IEF y en la asociación. ¿Tienen que decidir dónde se quedan?

R. El instituto cuenta con 21 socios en Madrid y cuatro de ellos también están en la asociación de Madrid. Son Prosegur, Ferrovial, grupo Pascual y Gonvarri. Ellos tienen que decidir qué hacen.

P. ¿Necesita la empresa familiar ganar dimensión? ¿Las fusiones o la salida a Bolsa son soluciones para lograrlo?

R. Nuestro territorio económico natural ha crecido, ya que la Europa de los 25 ofrece más oportunidades que la de los 15. La empresa familiar tiene la necesidad de crecer y, principalmente, debe hacerlo mediante adquisiciones o implantándose en otros países. Para crecer y realizar compras o para acometer unas fusiones puede ser necesario salir a Bolsa.

P. ¿Pero no es el camino principal?

R. Yo creo que lo que debe hacerse es incentivar fiscalmente la creación de holdings españoles. Ahora nuestra fiscalidad apoya la exportación, pero lo que debería hacer es propiciar la ubicación de grupos españoles en el exterior. Ya sea mediante implantación de centros productivos en otros países o la compra de empresas externas. Actualmente, el territorio económico dentro de la Unión Europea es sólo uno.

P. ¿A qué se debe tanto miedo a acudir a los mercados por parte del empresario familiar?

R. Hay tres motivos fundamentales. El temor a perder el control de la sociedad; la necesidad de destinar tiempo y recursos para cuidar la acción y a los accionistas y, finalmente, la obligación de facilitar información sobre el negocio y los planes de la compañía. El primer problema podría solventarse con las acciones sin derecho a voto, una fórmula que en Francia está muy desarrollada. Nosotros estamos dándole vueltas al tema.

P. La crisis económica o la desaceleración amenaza el crecimiento. ¿Las empresas familiares están tan endeudadas como en la crisis de 1993?

R. Las empresas familiares están menos endeudadas que la media de las empresas. Y por supuesto mucho menos que en 1993. Esa es, creo, una de las ventajas de la empresa familiar frente a la multinacional, es mucho más rápida a la hora de tomar decisiones y afrontar ciclos bajos. Las crisis nos afectan menos.

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