Universidad y empresa, dos mundos paralelos
La universidad y la empresa comienzan a buscar fórmulas que les permitan cooperar en sus investigaciones. Esta colaboración es la clave para mejorar la competitividad de la industria española
E l 65% de la riqueza económica en Europa es resultado de la generación de conocimiento. Sin embargo, la mayoría de los nuevos avances se quedan encerrados en los laboratorios de las universidades sin una aplicación práctica que ayude a la competitividad de las empresas. Sólo el 7% de las pymes españolas realizan actividades relacionadas con la innovación en cooperación con otras instituciones públicas u otras empresas, cuando la media europea está en un 11,2%, según los últimos datos del European Innovation Scoreboard.
España se encuentra a la cola de investigación europea, ya que sólo dedica un 0,96% del PIB a este propósito. Sólo Grecia y Portugal están por detrás. Lejos queda la media europea, que es del 1,9%, que a su vez va a la zaga de EE UU y Japón, que rondan el 3%. Precisamente, el objetivo de la Unión Europea es alcanzar este porcentaje de inversión para el año 2010.
'No es tanto una cuestión de cantidad de dinero como de la manera en que se va a gastar', dice Joan Majó, ex ministro de Industria y actual presidente de la joven empresa tecnológica Techfoundries, quien se define como el inventor del objetivo del 3%. 'El Estado debe dejar de predicar y presentar hechos, estableciendo mecanismos que permitan utilizar la palanca del dinero público para impulsar la cooperación entre universidad y empresa', añade.
'Si un profesor monta en España una empresa se le considera casi un corrupto. En cambio, en Oxford es un mérito', critica Joan Majó
Todos los esfuerzos actuales para mejorar los niveles de competitividad de la industria, tanto en Europa como en España, pasan por agilizar la relación entre la universidad y el sector privado. Según el ex ministro, la Administración debe gastar más en estimular la investigación que en la investigación misma. 'Puede haber dinero público que vaya a las universidades, pero con la condición de que éstas trabajen en cooperación con las empresas o viceversa, que se subvencione al sector privado si parte de su investigación la encarga a la universidad', opina Majó. Este planteamiento es compartido por todos los actores implicados en la I+D+i, pero, según comenta un experto, es negativo que las universidades indiquen en sus solicitudes de financiación pública para proyectos de I+D que hay empresas interesadas en ellos. 'Me lo han reconocido entre bastidores los propios gestores del Plan Nacional de I+D. Dicen que si hay empresas, interesa que sean ellas las que financien los proyectos', señala.
Lo cierto es que siempre ha habido barreras entre el mundo académico y el empresarial, que persiguen distintas metas. En España la incomunicación se ha visto agravada por una legislación contraria a la cooperación. Hasta que no entró en vigor la Ley de Reforma Universitaria (LRU) en 1986, los profesores no podían establecer convenios de colaboración con las empresas. 'Esto ha provocado que EE UU y los países nórdicos nos lleven 50 años de ventaja', apunta Francisco Mora, director técnico del proyecto Ciudad Politécnica de la Innovación de Valencia, creado entre la confederación empresarial y la universidad politécnica de dicha comunidad para acelerar la transferencia tecnológica.
Pero la reforma universitaria no ha sido suficiente. La falta de entendimiento tiene problemas asociados a la idiosincrasia del trabajo de cada uno. 'La empresa persigue objetivos a corto plazo y muy concretos, mientras para la universidad los tiempos son relativos y quieren más investigación básica', señala Carlos Fernández, gerente de programas de tecnología de Indra. El directivo de la compañía española, que tiene en marcha del orden de 100 colaboraciones al año, cree que para arreglar esta desconexión hace falta que la empresa entienda que la universidad es una fuente de conocimiento y ésta sepa que 'no puede vivir siempre en el limbo haciendo publicaciones en revistas de prestigio'.
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Lo cierto es que en España, al igual que en otros países europeos cuando se deciden qué fondos públicos van a cada universidad, se barajan criterios como el número de alumnos o de publicaciones científicas en las que participan, pero no se tiene en cuenta el número de patentes que tiene cada universidad o cuántas de ellas les han sido compradas por empresas. 'Hay que utilizar criterios que demuestren que las investigaciones de las universidades son útiles, no sólo que son buenas', puntualiza Majó. También en este punto es muy crítico Carlos Fernández. 'Hay departamentos universitarios que viven estupendamente de las subvenciones públicas, obtengan los resultados que obtengan. Y esto no puede ser así. El Ministerio de Ciencia y Tecnología debería meter más presión para que la universidad compita. Es necesario que las reglas de juego sean las mismas para todos'. El directivo de Indra se refiere a que, por ley, la universidad recibe subvenciones, mientras la empresa recibe créditos (anticipos reembolsables).
Hay más problemas de fondo. Aunque la universidad española ha cambiado bastante durante los últimos años, el proceso de colaboración con la empresa no está suficientemente engrasado y se van dando palos de ciego, como comentan algunos expertos. 'Todavía es un arte establecer las relaciones de colaboración con las universidades porque no existe un proceso estándar para ello. Es difícil saber a qué puerta llamar', cuenta Richard Benjamins, director de I+D de Isoco, una spin-off surgida del CSIC.
'El modelo universitario impide ser dinámico. No tenemos la agilidad para responder a ciertos convenios de colaboración ni para responder a la gestión de capital riesgo, entrar en el capital de empresas o apoyar a nuestros alumnos para que monten sus propias compañías', subraya Francisco Mora. 'Cuando hablas de empresa dentro de la universidad te miran mal, lo consideran un subgénero, una contaminación para sus investigaciones', explica Joan Massó, fundador de Grid Systems y catedrático de la Universidad de Palma de Mallorca.
Massó se queja de que la universidad española no da excedencias a los profesores para que se dediquen a montar una empresa o a investigar exclusivamente. 'La única opción si quieres seguir en la universidad por mera vocación es dedicarte a tiempo parcial a la docencia', añade. No dar facilidades para que el profesorado se realice fuera de las aulas frena una de las sinergias más positivas para compartir conocimiento. En las universidades de Cambridge y Oxford uno de los criterios que manejan para renovar los contratos de los catedráticos es el número de empresas que han nacido gracias a las innovaciones de sus departamentos. 'La diferencia es que, en España, si un profesor monta una empresa se le considera casi un corrupto. En cambio, en Oxford es un mérito', critica Majó.
Pero las cosas han empezado a cambiar, aunque sea poco a poco. En España, las universidades son conscientes de que el número de alumnos no va a crecer en la próxima década y de que dependen demasiado de los presupuestos públicos, por lo que están empezando a preocuparse por generar más recursos a través de convenios de investigación con empresas.
'Lo óptimo sería que los contratos con las empresas representen el 30% de los ingresos de la universidad', indica Mora, cuya universidad, la Politécnica de Valencia, se encuentra entre las tres que generan más transferencia de tecnología, junto con las politécnicas de Madrid y Barcelona. En Valencia ya han logrado una financiación privada de más de 30 millones de euros, un 15% del total de sus ingresos. El objetivo es alcanzar el 30% para 2006.
A lo largo de los últimos años se han creado distintas fórmulas para tender puentes entre la universidad y la empresa. Las más antiguas son las oficinas de transferencia universitarias, las Otris, que no reciben muy buenas críticas. 'El problema es que la gestión de estas oficinas suele estar en manos de políticos que no son expertos y no comprenden el funcionamiento de la investigación. Es cierto que hay gente válida que está sacando proyectos adelante, pero por su propia inquietud', señala Joan Massó, quien mantiene colaboraciones con departamentos de algunas universidades, aunque no han surgido por las vías oficiales, sino por sus contactos personales. Lo mismo le ocurre a los directivos de Isoco, que aseguran que sus relaciones casi nunca empiezan por las Otris, aunque las formalizan posteriormente a través de ellas.
Los parques tecnológicos impulsados desde los años ochenta querían ayudar a cumplir los objetivos de competitividad. Su meta inicial fue atraer a empresas de alto valor añadido a ciertas zonas ofreciéndoles condiciones atractivas. El acercar la universidad a estos parques fue un paso; el reto actual es lograr una verdadera interacción.
Los parques tecnológicos del País Vasco se han tomado muy en serio el que la presencia de la universidad se traduzca en proyectos. Por ejemplo, en el de Álava se ha creado un aula para proyectos de fin de carrera en el que las empresas plantean sus necesidades concretas de investigación. Los alumnos de los últimos cursos pueden escoger para sus trabajos temáticas que resuelven problemas reales, y se les deja un espacio para trabajar en el propio parque cerca de la empresa y tutelados por sus profesores. En 2002 había 49 universitarios desarrollando proyectos para distintas compañías. 'El resultado es muy positivo. A los cinco o seis meses los alumnos suelen ser contratados por las empresas', comenta Mauri Lazkano, presidente de la Red de Parques Tecnológicos del País Vasco.
El Parque Tecnológico de Andalucía (PTA) es otro pionero que ha logrado reunir a 4.100 corporaciones y concentra el 25% del I+D privado de toda la comunidad. De sus instalaciones han surgido compañías como Novasoft, que puso en marcha un grupo de estudiantes, o Cetecom, creada por un grupo de ex empleados de Fujitsu, que se especializó en tecnologías inalámbricas y hoy factura 12 millones de euros, la mitad procedentes de exportaciones.
Felipe Romera, presidente del PTA, resalta que es importante cooperar, pero que hay que resolver al mismo tiempo la falta de financiación para la investigación que hay en España. 'Las empresas se encuentran con sus fondos propios. Hay un largo camino por recorrer', comenta. Romera promueve un sistema de investigación virtuoso en el que el dinero genere conocimiento, y éste se traduzca en productos que a su vez generen ingresos para la investigación. 'Hace falta capital semilla, preincubadoras e incubadoras que ayuden a transformar ideas en empresas'.
A los parques tecnológicos se les están sumando los denominados parques científicos, impulsados esta vez del lado universitario. Esta es la última tendencia y cada comunidad está tratando de poner en marcha uno propio. La Universidad de Barcelona se adelantó a esta tendencia con la creación del Parque Científico de Barcelona en 1994. Hoy cuenta con 11 grupos distintos de investigación, 3 grupos de Icrea y 80 personas del Instituto Molecular de Barcelona.
Sus ingresos por explotación científica se elevan a 1,7 millones, lo que representa un 19,6% de su facturación. 'Nuestra ambición es cambiar la estructura de la universidad para hacerla más competitiva. Queremos ser generadores de conocimiento y ofrecer los instrumentos para aplicarlo. Sólo si hay una buena investigación básica puede darse una transferencia eficaz', reflexiona Mario Rubiralta, presidente del parque.
Siguiendo pasos parecidos, la Universidad Politécnica de Valencia y la Confederación Empresarial Valenciana han creado la Ciudad Politécnica de la Innovación (CPI), que ocupará 140.000 metros cuadrados, de los cuales ya hay edificados la tercera parte. Esta ciudad contará con espacios propios para la incubación de nuevas empresas tecnológicas y para que las empresas instalen sus departamentos de I+D. Treinta y seis firmas ya han confirmado su interés en este parque, que estará en pleno funcionamiento en 2006. La CPI acogerá el 60% de la I+D que se realiza hoy en la Universidad Politécnica de Valencia y que supone unos ingresos anuales de 42 millones.
Pero no todo el mundo comparte la buena opinión de los parques tecnológicos y científicos. 'Son una inmobiliaria de lujo. Urbanizaciones para las empresas, cuyo negocio es vender suelo', dice Juan Mulet, presidente de la Fundación Cotec. Según este experto, se ha tratado de imitar el modelo del Silicon Valley, que vio como espontáneamente alrededor de la Universidad de Standford nació la potente industria informática actual. 'Es muy difícil copiar este modelo de manera artificial'. Para él, la fórmula que da mejores resultados es la de los llamados traductores del conocimiento: centros de investigación especializados financiados por empresas de una misma industria. El más exitoso es el Instituto Universitario de Tecnología de la Cerámica de Castellón, impulsado entre otras por Porcelanosa, o el del calzado, en Alicante.
A pesar de esta crítica, la mayoría de los expertos ven positiva la proliferación de estos parques. La pregunta es si realmente habrá o no un mercado para todos, porque prácticamente cada comunidad o ayuntamiento está montando el suyo propio. Quizás es cuestión, como propone el Parque Científico de Barcelona al Ministerio de Ciencia y Tecnología, de crear un distintivo de calidad homologable que deban cumplir estos parques. O que cada uno escoja una especialidad que le de renombre internacional, como apuntan otros.
'La meta es que encontremos un punto de equilibrio, donde se den con los términos justos para ambas partes. La empresa no puede buscar mano de obra barata en la universidad y ésta no debe darle la espalda', concluye Mauri Lazkano, vicepresidente de la Asociación de Parques Tecnológicos de España.
Portales para informarse y hacer contactos
La mayoría de las empresas españolas desconocen las ayudas y ventajas fiscales que está promoviendo la Administración para estimular todas las actividades relacionadas con la investigación, el desarrollo y la innovación.Internet es un espacio perfecto para obtener información acerca de la actividad universitaria y establecer contactos.La Fundació Catalana per a la Recerca presentó esta semana su renovado portal Investigaempresa.com. En la nueva dirección web se puedes conocer las principales ayudas públicas, incentivos y líneas de financiación para la empresa. Además, se pueden realizar todo tipo de consultas y ponerse en contacto con 3.200 grupos de investigación del CSIC.Recientemente, también se ha renovado la página www.madrimasd.org, desde la que se puede acceder a la Red de Laboratorios de Organismos Públicos de Investigación y encontrar una completa guía de enlaces relacionados con el lanzamiento de empresas de nueva creación.Por otro lado, la Comisión Europea ha puesto en marcha el servicio IST Results (www.cordis.lu/ist/ results) para informar sobre los resultados de los programas de investigación de la Unión Europea en el sector de telecomunicaciones y tecnologías de la información.El Ministerio de Ciencia y Tecnología tiene su propio espacio dedicado a informar sobre las ayudas a los proyectos de investigación: www.mcyt.es/proyectosID. Cuenta con enlaces al Fondo Europeo de Desarrollo Regional.
Negocios nacidos de las ideas universitarias
El número de spin-off (empresas que se crean en el seno de una universidad o un centro de investigación públicos y que luego vuelan solas) también es un reflejo del poco entendimiento entre el mundo universitario y el empresarial en España.Cada vez se ven más, ciertamente, pero quienes tienen esta experiencia confiesan que el proceso es bastante complejo. 'Los pasos a seguir no son tan simples. La universidad muchas veces quiere una parte de la propiedad de la empresa para cobrar por el conocimiento que tienen los fundadores', explica Richard Benjamins, director de I+D de Isoco, una spin-off surgida del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).España está en estos momentos en los últimos puestos, junto con Grecia y Alemania, en la creación de este tipo de empresas, según muestra un informe elaborado por el fondo de capital riesgo 3i en colaboración con la Unidad de Inteligencia de The Economist.El informe resalta la labor de estas empresas de nueva creación nacidas de la tecnología desarrollada en un laboratorio, especialmente para las universidades a quienes aportan una mayor perspectiva laboral, desde el punto de vista del profesorado, y una vía de creación de empleo para los estudiantes. La tecnología generada en entornos académicos y transferida a la industria sumó 40.000 millones de dólares extras a la economía de EE UU en 1999 y generó 270.000 empleos, según datos de la Asociación de Directivos Tecnológicos Universitarios (AUTM).Pero en España todavía se está muy lejos de estas cifras. 'Los trámites legales son complejos. Primero por temas de propiedad intelectual y luego porque para montar una empresa necesitas tener un perfil de gestor y no sólo de investigador, y esa doble característica no siempre es fácil reunirla. Muchos investigadores sienten que actúan contra sus valores', comenta Benjamins.A estos problemas administrativos se suman la falta de cultura empresarial universitaria que hace difícil encontrar salida a las materias que desarrollan e investigan porque no tienen la costumbre de pensar en hacer relaciones comerciales y marketing.