Treinta años, tres crisis
Poco a poco se ha ido extendiendo la idea de que las economías occidentales están en una fase de estancamiento. Y aunque no sea, por ahora, peor que la que pasaron hace diez años, la reacción de las Bolsas hace recordar mucho más la que sufrieron hace treinta, que fue mucho más grave. ¿Tienen algo en común, aparte de coincidir con guerras en el Oriente Próximo?
El contraste entre la situación de los años setenta, la de principios de los noventa y la actualidad no podría ser mayor. En los setenta, Occidente aún estaba siendo desafiado por un modelo diferente, el de la Unión Soviética, que tardaría sólo diez años en derrumbarse. Como consecuencia de la crisis, las industrias occidentales se adaptaron a un menor uso del petróleo y muchas de ellas, las más tradicionales, emigraron hacia otras tierras en un estadio inferior de desarrollo, tras dolorosos procesos de reconversión, con lo que el peso de la industria en el conjunto del PIB decreció rápidamente.
En el periodo que va de 1968 a 1980 todo entró en crisis: desde el modelo de crecimiento de la posguerra hasta las ideologías y los modos de vida tradicionales. El dólar se declaró no convertible en oro y, poco después, se producía la retirada de los norteamericanos de Vietnam, mientras los precios del petróleo sufrían dos brotes espectaculares, provocados por la guerra del Yom Kippur (1973) primero y por la revolución iraní (1979) más tarde. La victoria de Margaret Thatcher en su enfrentamiento con los sindicatos y la llegada de Ronald Reagan a la presidencia de los EE UU marcaron el final de esa etapa.
La inversión está creciendo a menor ritmo que el ahorro, lo que dificulta la canalización de éste hacia inversiones financieras rentables
Tras una expansión económica que duró más de ocho años, la economía de los EE UU entró en recesión de nuevo, esta vez sin que hubiera grandes síntomas de crisis del sistema, aunque un crecimiento fuerte tardara tiempo en llegar. La Guerra del Golfo coincidió parcialmente con la recesión de 1990/91, aunque no la provocara en absoluto, y con el derrumbe de la Unión Soviética. El triunfo del modelo occidental pareció definitivo.
La crisis actual es fruto del exceso de inversiones realizadas en los últimos años de la pasada década, lo que la hace muy parecida a las de hace 100 o 150 años. La Segunda Guerra Mundial marca un antes y un después en la duración y profundidad de las recesiones: en los EE UU se han producido 41 a lo largo de los últimos 200 años, con una duración media de casi 18 meses. Para las 10 recesiones de la posguerra, la duración media apenas ha sido de diez meses.
La vuelta a un tipo de crisis parecida a las de hace un siglo, ¿significa que va a producirse un alargamiento en la duración de las recesiones? Es pronto para saberlo pero, con la experiencia de gestión de las crisis acumulada en el siglo XX, y visto lo sucedido recientemente en Japón, lo más probable es que los periodos recesivos sean cortos pero vayan seguidos por tasas de crecimiento raquíticas. Es decir, periodos, como el actual, en los que las economías parecen estancarse y en los que, normalmente, la inversión crece menos rápidamente que el ahorro, provocando dificultades en la canalización de éste hacia inversiones financieras rentables. Algo de esto ya se está desarrollando ante nuestra vista, con los fondos de inversión monetarios o garantizados atrayendo todo el dinero nuevo, a pesar de que su rentabilidad esperada sea cada vez más baja.