Refugios que cada vez lo son menos
Han sido tantos y tantos meses de incertidumbre y los inversores han rotado sus carteras con tanta intensidad, desde activos de riesgo hacia otros más seguros, que hay quien considera que a estas alturas son escasos los refugios disponibles para el inversor. Es por ello que las gestoras de fondos recomiendan diversificar mucho las carteras, con el objetivo bien de aprovechar las posibles alzas de los diferentes activos, bien de paliar los descensos que puedan sufrir.
La renta fija, los fondos monetarios, el oro, los garantizados... Todos ellos se han convertido en una alternativa atractiva a los mercados de valores. Cada uno de estos activos, sin embargo, comienza a perder atractivo.
El caso de la renta fija a largo plazo es quizá el más esclarecedor. La incertidumbre inversora ha empujado a muchos inversores a entrar de manera masiva en este mercado, lo que ha provocado una acusada subida del precio de los bonos, con la consiguiente revalorización de las carteras que invierten en estos activos. Los fondos de renta fija a largo plazo acumulan una ganancia media del 5,56% en un año, según los datos de Inverco, la patronal del sector, a 28 de febrero. Es, de hecho, la mayor subida en este periodo de todo el espectro de la inversión colectiva española. El problema, según muchos analistas, es que el potencial que le queda a este mercado es muy limitado, dado que las rebajas de tipos de interés a corto plazo, si las hay, serán limitadas -sobre todo en EE UU- y porque, en el momento en que el optimismo regrese con fuerza a las Bolsa, el flujo de capitales saldrá de los bonos para regresar a la renta variable. La consecuencia de ello, al haber menos demanda, será el descenso del precio de los bonos.
El bajo nivel de los tipos de interés a corto plazo hizo que el año pasado la revalorización del mejor fondo monetario fuera menor a la inflación
Con los fondos monetarios sucede algo parecido. Este tipo de productos no entrañan ningún riesgo, pero el bajo nivel de los tipos de interés oficiales a corto plazo evita que sus revalorizaciones sean muy altas. El año pasado, de hecho, el mejor fondo de esta categoría logró una ganancia del 3,43%, frente a una inflación interanual del 4%; es decir, que la ganancia real fue nula. A la hora de escoger uno de estos productos, hay que fijarse en la comisión que cargan al partícipe, porque la diferencia de rentabilidades entre unos y otros depende en último caso de esta variable.
Los fondos que invierten en compañías extractoras de oro han sido, sin duda, las estrellas de los últimos tres años de chaparrón bursátil. Los dos fondos de estas características a la venta en España, uno de Merrill Lynch y otro de Société Générale, acumulan una ganancia del 84% y del 43%, respectivamente, en los últimos tres años. El oro es el valor refugio por excelencia y su subida se ha visto impulsada tanto por el descenso de las Bolsas como por la debilidad del dólar. Las compañías extractoras cotizadas suelen moverse en la misma dirección que el precio de la onza. Sin embargo, se trata de activos muy volátiles que podrían caer en picado una vez que el flujo de capitales se dirija de nuevo a los mercados de valores. De ahí el riesgo con el que conviven.
Las gestoras de fondos españolas han centrado este año sus campañas en los fondos garantizados. Son productos muy fáciles de vender y, desde luego, muy seguros, pero, como muchos otros activos, la revalorización añadida que suelen prometer se ha visto limitada por el bajo nivel de los tipos de interés a corto plazo. Un garantizado invierte la mayor parte de su cartera en renta fija a un plazo concreto y otra parte en opciones sobre acciones. La proporción que se destina a derivados, la que da la rentabilidad añadida que se promete, se extrae del rendimiento que dan los bonos al rendimiento. Cuanto menores sean los tipos de interés, menor será ese rendimiento, menos se destinará a invertir en opciones y, por tanto, menos rentabilidad añadida puede prometer el fondo.
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