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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Apuesta por el crecimiento

El Banco Central Europeo (BCE) bajó ayer los tipos de interés en los 12 países de la zona euro a niveles desconocidamente expansivos desde 1999. Sólo se había atrevido a descender hasta el 2,5% en la primavera de aquel año por la convicción que anidaba en el seno de la autoridad monetaria europea de que había riesgos ciertos de que despertase el fantasma de la deflación. Ahora, si bien el tufillo deflacionista vuelve a aparecer, los motivos son únicamente la debilidad desesperante de la actividad económica en el núcleo duro de la Unión.

En los últimos meses, la presión de los mercados financieros, los políticos y los analistas sobre el BCE y su cabeza visible, el holandés Wim Duisenberg, habían llegado a niveles asfixiantes en la petición de una bajada del precio del dinero para estimular el crecimiento. Pero la ortodoxia germánica del banco y del banquero había resistido las sucesivas embestidas amparados en una inflación no del todo controlada y poco uniforme en la zona administrada. En las últimas comparecencias públicas se había añadido un argumento nada desdeñable, que también ha pesado en la decisión de ayer, la fragilidad de la estabilidad geopolítica.

A juicio de Francfort, independientemente del comportamiento de los factores que sustentan la actividad, los riesgos crecientes de un conflicto bélico de incalculables consecuencias para Europa dejarían en papel mojado cualquier decisión de abaratamiento del dinero. Ningún empresario ni consumidor tomaría una decisión de inversión o gasto duradero por medio punto de ahorro en la financiación mientras la guerra acechase su estatus. En otras palabras, toda bajada de tipos tendría el mismo efecto que un cartucho de fogueo.

Este argumento vale para la decisión de ayer. Duisenberg baja 25 puntos básicos los tipos por el control de las tensiones inflacionistas y, ante la evidencia de un crecimiento raquítico para la UEM (cerró el año a un ritmo del 0,2%, con tres países paralizados o en recesión), deja entrever que hay margen para bajar más, pero que no lo hace para que no sea un viaje en balde por la anestesia que sobre las decisiones provoca el clima bélico. Con este mensaje, el mercado, que esperaba un descenso más abultado, interpreta que habrá más gestos cuando se abra camino el clima de paz.

La decisión deja a varios países de la zona euro, a España de manera flagrante, en claro fuera de juego, con tipos de interés negativos que estimulan la demanda interna y generan más tensiones inflacionistas. El BCE ha tomado partido por el crecimiento y bajará aún más el coste del dinero. Las zonas con los precios descontrolados tendrán que buscar soluciones ajenas al rigor monetario. Habrá hipotecas más baratas, pero ahora más que nunca se impone la vigilancia de los niveles de endeudamiento familiar; habrá más crecimiento, pero o se combaten los diferenciales de inflación con superávit público y más liberalización de mercados, o llegará la sangría de competitividad y de empleo. Y, entonces, ¿quién pagará las hipotecas?

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