Las sombras del empleo
La afiliación de cotizantes a la Seguridad Social y el registro de parados de febrero sugieren una situación económica boyante en España, y más cuanto más deteriorada está en los países del entorno, especialmente Alemania y Francia. Cuando parecía que la resistencia de la economía española podía agotarse, y se esperaba que la generación de empleo se acercase a cero por el estrechamiento del crecimiento económico en un entorno de parálisis internacional y de amenaza bélica, aparecen datos de reactivación en España. Esta evolución de los cotizantes al sistema de pensiones, sin duda el rasero más fiel del desarrollo de la ocupación, es coherente con el descenso del paro registrado en las oficinas del Inem, y con las pistas que sobre actividad ofrecieron también ayer el Banco de España y los empresarios en la encuesta de coyuntura industrial.
æscaron;nicamente persisten dudas sobre la evolución inmediata del consumo de los agentes privados, ya sea por el temor a un conflicto bélico de indeterminada duración, ya por los altos grados de endeudamiento adquiridos, que reducen la capacidad de gasto corriente de los hogares. Pero la inversión comienza a mostrar perfiles más consistentes que en 2002, si bien el componente más sólido sigue siendo el inmobiliario. Tanto la afiliación a la Seguridad Social como el registro de paro muestran una vez más el vigor de la construcción.
Pero todas las luces proyectan sombras. La fuerte generación de empleo no debe ocultar el deterioro de la calidad de la ocupación, reconocido en informes de la propia Tesorería de la Seguridad Social. Llama la atención la masiva entrada de nuevos cotizantes con aportaciones (sueldos) muy inferiores a los de los trabajadores que causan baja por jubilación. El diferencial de las cuantías de las bases de cotización está en muchos casos un 35% por debajo de la media, con una gran concentración de población inmigrante entre los colectivos recién llegados al sistema. Además de una discriminación salarial intrínseca, se produce un deterioro lento de las finanzas de la Seguridad Social que aflorará en los próximos años.
Pero la principal duda es si cuando el crecimiento se instale en valores como los actuales, con menores diferenciales con la UE, la elasticidad del empleo va a mantenerse en tasas cercanas a uno, como hasta ahora. Si en los últimos años la actividad económica y el empleo han estado estimulados por una política generalizada de bonificaciones, que no resultó ser eficiente para reducir la temporalidad aunque evitó su crecimiento, ahora pueden haberse agotado los alicientes dinamizadores del empleo.
El propio Banco de España advierte que el núcleo duro del desempleo, el de larga duración y que afecta sobre todo a personas de más edad, empieza a tener problemas para reducirse. Por ello pide con buen criterio que se rescaten las reformas laborales que el Gobierno ha paralizado por conveniencia electoral: desempleo y determinación de salarios en la negociación colectiva.