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Ahold, fuera

Mientras la ola de escándalos corporativos pos-Enron se paseaba por EE UU el año pasado, la respuesta común en Europa era: esto no sucedería aquí. En EE UU se forzó a más de 1.200 compañías a rehacer sus cuentas de los últimos cinco años, en Europa el número casi no llega a los dos dígitos. Es escandaloso, argumentan muchos europeos ahora, que EE UU esté tratando de imponer la inmanejable ley Sarbanes-Oxley, aprobada durante la resaca de Enron y World-com, a las compañías europeas que cotizan en Nueva York. El clamor de impunidad en Europa se ha ahogado esta semana con la noticia de que Royal Ahold, el tercer grupo mundial de distribución alimentaria, infló su beneficio de 2002 en más de 500 millones de euros. Es absurdo que los políticos se arrastren convencidos de los méritos de sus sistemas contables. Lo adecuado es asumir el más rígido y no el más flexible. Esto implica tanto reasegurar la normativa contable internacional como duras medidas sobre auditores.

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