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Tribuna
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No están preocupados por la deflación

No están preocupados por la deflación', esa fue la respuesta dada por el ministro de Finanzas japonés tras la última reunión del G-7, ante una pregunta sobre el riesgo de deflación en Europa y EE UU. Quizá las autoridades japonesas sean las que más conozcan este riesgo, ya que su economía lleva varios años en un contexto de estancamiento económico y deflación.

Entre la deflación y la inflación excesiva. Tan malo a efectos económicos puede resultar la inflación al alza como la deflación. El objetivo, implícito o no, de los bancos centrales es lograr la estabilidad en la inflación en niveles bajos. Y es que la inflación controlada puede llegar a ser un factor positivo para el crecimiento económico. ¿Cuál es el nivel apropiado para considerar que la inflación está controlada? Aquel que sea creíble por los mercados.

El BCE tiene claro cuál es su objetivo: lograr la estabilidad de precios. Por otro lado, un modelo para la autoridad monetaria fijado por el poder político. Estabilidad de precios, ¿en qué niveles? Hasta un 2%, un nivel de inflación considerado neutral desde una perspectiva de medio y largo plazo. ¿Y el crecimiento económico? A diferencia de la Reserva Federal de EE UU, que combina objetivos de inflación y crecimiento económico, el Banco Central Europeo (BCE) por ley se centra sólo en el primero.

Otra cosa es que se acepte el objetivo de estabilidad de precios en niveles de inflación más elevados. Esto es lo que proponen algunos analistas en estos momentos. Ahora se puede aceptar un nivel de inflación mayor, derivado de la subida en principio coyuntural de los precios del petróleo, teniendo en cuenta que la debilidad económica va a impedir que esta inflación se consolide. Incluso hay algunas voces que consideran las tensiones en los precios del petróleo como una bendición para detener las presiones deflacionistas. Sin duda, estos analistas temen más al riesgo de deflación que al de la propia inflación.

Y la estagflación? Por definición, sería un escenario de estancamiento económico e inflación. Siguiendo con la teoría, un escenario sólo posible en situaciones de debilidad económica y un shock de oferta. La primera parte nos viene dada por la coyuntura actual de incertidumbre. Y el riesgo de una subida en los precios del petróleo, ante la posibilidad de guerra en Irak, nos ofrece el shock de oferta.

¿Comparaciones con la Guerra del Golfo de 1991? Escasas. Por un lado, la subida de los precios del petróleo en aquel momento fue inmediata (más de un 100%) cuando las tropas de Irak ocuparon Kuwait; su desaceleración en los siguientes meses, culminando con el ataque aliado a Irak en febrero de 1991, llevó los precios por debajo de los iniciales. En estos momentos la simple amenaza del enfrentamiento ha dejado los precios del petróleo no muy lejos ya de los máximos de aquel momento.

Pero es en el ritmo de crecimiento donde surgen las mayores discrepancias. En aquel momento la economía mundial crecía por encima del 4%, mientras ahora no supera el 2,5%. Para los países de la OCDE, el crecimiento pasó desde un 3,1% en 1990 a un 1,2% en 1991, con la economía de EE UU sufriendo el mayor frenazo. Ahora todos esperamos (deseamos) que la economía norteamericana mantenga un ritmo fuerte de crecimiento, dada la debilidad que muestran la japonesa y la europea.

La subida de los precios del petróleo puede tener un doble impacto negativo en la economía. El impacto sobre los precios de consumo ya lo hemos estudiado. Y luego tenemos el impacto negativo sobre el crecimiento económico: sobre el consumo y también sobre la inversión. Siendo más comentado el primero, ahora el que más nos preocupa es el segundo. Hace unos días el ministro de Economía francés consideraba abiertamente que la economía europea adolece de falta de inversión y no de consumo. Es un mal común en el ámbito internacional.

En EE UU vemos cómo muchas compañías han comenzado a aplazar sus proyectos de inversión hasta que el escenario sea menos incierto. Para que la inversión se recupere no sólo hace falta un escenario menos incierto, sino también que los beneficios se recuperen.

Y aquí tenemos el otro potencial impacto negativo de la subida de los precios del petróleo, como es un descenso de los márgenes empresariales. Una subida de los costes del petróleo, también de otras materias primas, que no se repercuta en los precios de consumo debido a la debilidad de la demanda supone ahora un factor adicional de preocupación. Como prueba de esto tenemos el mayor crecimiento ahora de los precios industriales frente a los de consumo. Y con una moderación en la productividad marginal, lo que reduce el margen de maniobra de las empresas.

No, no hay temor hacia un futuro escenario de deflación a nivel mundial. Ya se ocupan las tensiones en los precios del petróleo (y la caída del dólar, para la economía norteamericana) de compensar estos temores.

Ahora el principal riesgo es sobre la economía real, de profundizar la desaceleración actual. ¿Cómo combatirlo? Si el problema de base es la incertidumbre en Oriente Próximo, reduciéndola o eliminándola. Poco pueden hacer los tipos o la política fiscal por compensar los efectos de esta incertidumbre.

De hecho, no parece apropiado malgastar el poco margen de actuación de las políticas económicas ahora sin saber cómo va a reaccionar la economía en el futuro. ¿Nuestra opinión? Este mismo artículo ya es un buen ejemplo del complicado contexto actual. Quizá el más complejo de los últimos años.

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