El BCE alerta de una crisis bancaria si se desata un conflicto bélico en Irak
El Banco Central Europeo lanzó ayer una grave advertencia sobre las posibles consecuencias de un conflicto bélico en Oriente Próximo sobre el sistema bancario europeo.
La institución presidida por Wim Duisenberg advirtió en un informe que 'una acción militar contra Irak podría ser el factor desencadenante' para una crisis bancaria en el continente. Especialmente, si el conflicto bélico 'se ve acompañado de incrementos significativos en el precio del petróleo y de reacciones negativas en los mercados financieros'.
Según el banco central de la Unión Europea, una conflagración provocaría con toda probabilidad un incremento de las provisiones para créditos con riesgo y un descenso de los ingresos procedentes de la banca minorista tradicional, el negocio que ha sostenido buena parte de las cuentas de resultados de la banca en los últimos dos años.
De hecho, las provisiones para cubrir posibles insolvencias son materia central de preocupación para el BCE. El organismo prevé que estas dotaciones experimenten un nuevo crecimiento durante el presente ejercicio, 'incluso con ausencia de impactos adicionales' sobre la economía. 'Esto se debe', apunta el informe, 'al retraso que se produce entre el surgimiento del riesgo y su reflejo en los balances de las entidades'.
Así, según los datos que maneja el BCE, las provisiones para posibles insolvencias crediticias (tanto las específicas como las genéricas) crecieron un 47% en la primera mitad del pasado ejercicio. En 2001 ya se había producido otro destacado repunte, en aquella ocasión del 38%.
La banca, al igual que otros sectores industriales, ha sufrido un 'deterioro significativo' de su rentabilidad en los dos últimos ejercicios. Esta reducción obedece a dos causas principales. Por una parte, al 'deterioro del ciclo económico y al deterioro de la calidad crediticia de los prestatarios'.
Desplome de los mercados
En segundo lugar, las entidades han sufrido 'el desplome de los mercados en el mundo y, en particular, en Europa. A esta segunda circunstancia se le añade una 'creciente aversión al riesgo y la incertidumbre en otros mercados financieros'.
Esta caída de la rentabilidad, según el BCE, comenzó en 2001. Ese año comenzó con un ROE agregado-return on equity, es decir, el ingreso neto dividido entre el patrimonio capital- del 12,4%. Ese mismo año, este ratio cayó hasta el 10,1%. Esta caída de la rentabilidad continuó a lo largo de 2002. Así, el ROE de los grandes bancos del continente (57 entre un total de 4.174 entidades) cayó en 1,5 puntos porcentuales más desde enero hasta junio del pasado año. 'Durante el tercer trimestre siguieron produciéndose señales negativas en los resultados de algunos grandes bancos', indica el informe.
El BCE, no obstante, se mostró optimista acerca de la fortaleza del sector bancario. Así, según el informe, el sistema europeo se ha mantenido 'estable' hasta la fecha pese al entorno económico y financiero desfavorable. La banca mantuvo el pasado año una media porcentual de fondos propios de un 12%, 'significativamente' por encima del 8% mínimo exigido por el Banco de Pagos Internacionales (BIS).
Este colchón permitirá a las entidades en el futuro disponer de 'capacidad para resistir a nuevos choques negativos', afirmó el BCE en su informe. En las 'presentes circunstancias', prosigue el texto del BCE, se ha producido un 'endurecimiento' de las condiciones crediticias de la banca de la Unión Europea.
'Las entidades parecen haber endurecido de forma apropiada sus estándares crediticios, en vez de volverse restrictivos en la actividad prestamista debido a la falta de capital', asegura el documento.
En consecuencia, el organismo comunitario no ha hallado 'ningún signo' de escasez de crédito en el territorio de la UE.
Este endurecimiento de los criterios para conceder créditos se ha producido, sobre todo, en los requisitos relacionados con el 'precio antes que con otros requerimientos colaterales'.
La autoridad monetaria reivindica su papel como supervisor
Wim Duisenberg aprovechó el informe difundido ayer por el BCE para defender el papel del organismo que preside en las tareas de supervisión bancaria en la UE. Una intención que, en principio, choca con las intenciones de los ministros de Economía de los Quince.El Ecofin ratificó recientemente la decisión tomada en octubre de crear un supervisor único, que estaría formado por representantes de alto nivel del ministerio competente de cada Estado miembro. Estos delegados se dividirían en tres comités reguladores separados: banca, seguros y conglomerados financieros. Este modelo ha sido fruto del trabajo del grupo de expertos que dirigió Alexandre Lamfalussy, ex presidente del Instituto Monetario Europeo. Sin embargo, este esquema regulatorio otorga un papel secundario al BCE, que se quedaría únicamente como observador. En estos comités habría subcomités en los que tendrían representación aquellos bancos nacionales que desempeñen tareas de supervisión. El modelo Lamfalussy choca con los deseos del BCE. La institución defiende un modelo de supervisión en el que la autoridad principal resida en los bancos centrales de cada país miembro. Por ello, en el informe lanzado ayer, Duisenberg asegura ver 'gran valor en que los bancos centrales y las autoridades supervisoras combinen sus dos perspectivas en un esfuerzo conjunto para analizar la estabilidad del sector bancario'. El holandés añade en un tono conciliador que el informe es en sí mismo el resultado del 'matrimonio entre las experiencias supervisoras del banco central y del Comité de Supervisión Bancaria de la UE y de una perspectiva paneuropea'. Dicho comité es un organismo dependiente del BCE compuesto por miembros de los bancos centrales de los países miembros y autoridades supervisoras de la Unión Europea y del propio BCE.