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Defensa

Tecnologías para la guerra

La tecnología se ha convertido en la principal arma dentro de los conflictos modernos. En la más que probable próxima guerra contra Irak, EE UU pondrá a prueba sus últimas innovaciones bélicas

Desde Napoleón, los principios que marcan la estrategia de una guerra son los mismos: ver, saber y actuar. Lo que ha cambiado son los medios. Los proyectiles guiados por láser han sustituido a las viejas bayonetas y los modernos aviones espía equipados con sofisticados sistemas de observación a los prismáticos. La tecnología se ha convertido en el elemento clave de un conflicto bélico, tanto que ya se habla de guerra sin sangre, al menos para las filas de EE UU. El objetivo es lograr guerras cortas, dirigidas a distancia, donde se corran los mínimos riesgo necesarios. La Guerra del Golfo de 1991 marcó el inicio de estos ataques protagonizados por la electrónica y las comunicaciones, en Afganistán continuaron y en Irak, si finalmente el Gobierno de Bush decide intervenir contra Sadam Husein, se afinarán.

EE UU prevé gastar unos 33.000 millones de euros en la guerra contra Irak, lo que supondrá un 10% del presupuesto de defensa. Esta inversión, que supera lo que gastan en defensa Rusia, China y todos los miembros de la OTAN, marca una superioridad bélica que se incrementa al mismo ritmo que se sofistican las armas. Los conflictos actuales se caracterizan por una asimetría entre los contendientes, pues ya que ningún otro país tiene recursos equiparables a los de EE UU, ya no sólo en cuestiones de armamento como bombas inteligentes, sino en comunicaciones vía satélite, sistemas control remoto de aviones o equipamiento para la visión nocturna.

Una de las posibles sorpresas que guarda el Ejército estadounidense en el conflicto contra Irak es un nuevo sistema de microondas de alta potencia que prevén incorporar en los misiles y en aviones no tripulados. El poder de este arma, aún en fase experimental, está en que destruye todo equipamiento electrónico, como ordenadores y sistemas de comunicación, sin que afecte a las personas. Se trata de la misma tecnología que la que usan los hornos microondas convencionales, pero con una potencia muy superior. Si el electrodoméstico tiene una potencia de unos 1.500 vatios, los investigadores han conseguido generar millones de vatios en este nuevo láser.

El tiempo para preparar una misión se ha reducido de tres días en la Guerra del Golfo a unas horas, como sucedió en Afganistán La dependencia de EE UU de la tecnología puede convertirse en su talón de Aquiles

Aunque ésta puede ser una de las armas más llamativas, la ofensiva militar estadounidense gira en torno a otros aspectos más pragmáticos. Su principal tecnología de defensa la conforma la infraestructura de telecomunicación, formada por una sofisticada red de satélites. 'De nada sirven las bombas más inteligentes o aviones espías no tripulados si no se es capaz de procesar toda la información y coordinar en tiempo real todos los elementos', comenta Francisco González, director de tecnologías de la información en Indra, empresa con un fuerte departamento de defensa y que es la única compañía no norteamericana que suministra sistemas simulación a la Armada estadounidense.

La estrategia de una guerra actual pasa por obtener la información más completa y detallada posible sobre el terreno enemigo, procesarla en centros donde las mandos políticos y militares fijan los objetivos y actuar en el menor tiempo posible. æpermil;ste es uno de los frentes donde mayores avances se han logrado. 'El tiempo para preparar una misión ha pasado de 72 horas, tres días, en la Guerra del Golfo o en Kosovo, a unas horas, como se tardó en Afganistán. El objetivo es reducirlo a minutos', añade González.

Todos los expertos coinciden en que en una nueva guerra en Irak se verán grandes avances en la capacidad de reacción. 'Los conflictos modernos y las acciones antiterroristas tienen que ser muy rápidos. La gran novedad va venir de lograr una gran precisión entre lo que se observa y se ataca, por lo que el tiempo que pasa entre que se localiza un objetivo y se reacciona debe ser casi instantáneo. Así se evitará que el objetivo haya desaparecido cuando se produzca el ataque', resalta Jacques Paccard, director ejecutivo de la división de defensa y seguridad de la compañía francesa Sagem, una fuerte proveedora de sistemas militares.

Sensores desplegados sobre el terreno, aviones de observación, sistemas radar e imágenes de satélite captan todos los detalles del campo de batalla y los transmiten a través de satélites, con suficiente ancho de banda para transportar a gran distancia está información a las salas de mando. En estos centros, que nunca se encuentran en primera línea, hay grandes ordenadores que procesan toda la información en tiempo real y la hacen útil para planificar las misiones, que se enviarán a soldados en tierra, buques, aviones y tanques. La mayoría de los Ejércitos modernos usan estos sistemas de control y mando que pueden ser todo lo complejos que se desee. Normalmente funcionan con grandes bases actualizadas en tiempo real que muestran en pantallas mapas donde se ve la distribución de los tropas propias y las enemigas. 'Son tecnologías muy parecidas a las que utilizan en los centros espaciales para el control de satélites, donde se corrigen sus órbitas con herramientas de software', explica Manuel Pérez, director de defensa y seguridad de GMV, empresa que precisamente ha trasladado su experiencia en le sector espacial a la estrategia militar.

Para que todo funcione es fundamental que los sistemas utilizados en tierra, mar y aire sean compatibles. Y no sólo dentro de un mismo Ejército, sino también con los de sus aliados. La OTAN está trabajando en esta línea para que la información de todos los Estados miembros puedan intercambiarse sin problemas. 'Hay que evitar situaciones tan sorprendentes como la acontecida en la invasión de Granada en 1983, cuando el Ejército estadounidense tuvo utilizar la telefonía pública para comunicarse entre los distintos frentes porque sus sistemas eran incompatibles', comenta González.

Una de las mayores fuentes de información son los aviones espía controlados remotamente que recogen imágenes e información cada vez más precisa gracias a cámaras infrarrojas de televisión y radar. Los nuevos Predator y Global Hawk son capaces de identificar a una persona sobre el terreno a más de un kilómetro de altura. 'La precisión de las imágenes es cada vez mayor gracias a los radares y rayos ultravioletas que permiten saber de día y de noche exactamente qué tipo de vehículo se está viendo y si es realmente peligroso', comenta Paccard.

La tendencia es utilizar cada vez más vehículos no tripulados, no sólo en misiones de detección, sino también en acciones de combate, como ocurrió recientemente en Yemen. El retirar al piloto permite volar en situaciones que difícilmente soportaría la naturaleza humana, como condiciones extremas de gravedad, al mismo tiempo que se reduce el peso de la nave, lo que permite alcanzar mayores velocidades. El Ejército español tiene previsto adquirir próximamente alguno de estos aviones no tripulados en línea con las decisiones que están tomando otros países europeos. El precio de una de estas naves es de unos cuatro millones de euros.

La información recopilada por estos aviones sirve también para preparar la misión de los pilotos, que pueden entrenarse y sobrevolar virtualmente sus objetivos gracias a complejos simuladores que reproducen el campo de batalla gracias a las imágenes captadas. Ya no hay ningún ataque a ciegas, se conocen los objetivos y se ensaya al dedillo distintos escenarios y condiciones meteorológicas. El Ejército de Tierra español ha invertido unos 33 millones de euros en la adopción de uno de estos sistema de simulación para el entrenamiento de pilotos de helicópteros.

En el campo de batalla, la información sigue siendo clave. Los helicópteros más modernos vuelan con gafas de visión nocturna. El piloto pueden ver todo el entorno y trabajar en total oscuridad. Además, las luces de a bordo se atenúan para camuflarse en el territorio enemigo. La misión de estas naves consiste en fijar coordenadas de objetivos gracias a las cámaras térmicas de las que van provistos y que se manejan con un joystick muy parecido al de los videojuegos. 'Una vez fijadas las coordenadas, las transmiten a otras piezas de artillería para que hagan blanco. Helicópteros, aviones carros de combate... forman una red de área local inalámbrica para compartir información entre ellos', cuenta Juan Luque, director técnico de la empresa española Aerlyper, especializada en aviónica.

Pero ninguna guerra se puede ganar sin el Ejército de Tierra. Los soldados actuales poco tienen que ver con los que muestra Spielberg en Salvad al soldado Ryan. Centrada en la II Guerra Mundial, la película arranca con el sangriento desembarco en los costas de Normandía con unos soldados que no saben qué les espera ni dónde se encuentra exactamente. La lucha cuerpo a cuerpo forma parte de la historia. El soldado del siglo XXI, al menos el occidental, es la última unidad de la red de información, armado con tecnologías de consumo como GSM, Wi-Fi o Internet. Los sistemas de geoposicionamiento muestran siempre dónde se encuentran las tropas y les permiten saber qué les rodea y qué encontrarán unos metros más allá para evitar sorpresas. Hay proyectos para equipar a los soldados de ordenadores de mano para recibir información actualizada desde los satélites sobre los objetivos y cambios en las misiones. Los PDA pueden ser los nuevos mapas de guerra.

También se mejora su percepción con sistemas de visión nocturna y se está trabajando en nuevos sistemas de comunicación de manos libres, que se activen por la voz o por contacto físico y vayan incorporados en sus uniformes. La seguridad es otro de los campos de investigación con nuevos sistemas de blindajes y de protección pasiva con nuevos tejidos que se adaptan a distintas climatologías. El reto es aligerar el equipamiento. 'El Ejército de EE UU ya ha experimentado con un sistema integrado que incluía todos estos avances, pero el soldado tenía que cargar con 40 kilos de más, poco práctico para combatir. Los nuevos sistemas que están desarrollando quieren reducir el peso a la mitad', comenta Paccard, el experto de Sagem.

La guerra es, finalmente, el campo de experimentación de todas las armas que se han estado desarrollando en los últimos años y que en muchos casos sólo ha sido probadas de forma experimental. Es el caso de los misiles Patriot, un nombre familiar tras la televisada primera Guerra del Golfo. A pesar de su fama, tras la guerra aún han quedado dudas sobre su efectividad para interceptar lo que se ha llamado el misil de los pobres, el Scud, utilizado entonces por el Ejército de Sadam Husein.

Científicos del Departamento de Defensa en el Gobierno de Bill Clinton dedujeron que su nivel de utilidad fue del 9% y no llegaron a impactar en ningún Scud. La industria refuta estas conclusiones, pero las posiciones sobre estas conclusiones han sido irreconciliables, según contaba The Wall Street Journal. El hecho es que, incluso durante la guerra, el software de este misil fue objeto de media docena de modificaciones. Entre los integrantes del Ejército se considera que después de años de escasa inversión en defensa y con un porcentaje muy alto de ésta destinado a las Fuerza Aéreas, algunos de los aparatos que usan los militares en el campo pueden estar en fase muy experimental.

La dependencia tecnológica del Ejército de EE UU podría ser también su talón de Aquiles, pues si se destruyesen sus redes de vigilancia, su fortaleza quedaría muy dañada. Pero esta opción no parece muy viable, según los expertos. Las comunicaciones están muy descentralizadas y, además, no se necesitan unas capacidades tecnológicas muy avanzadas. La posibilidad de interceptar las comunicaciones vía satélite y manipularlas informáticamente hasta colapsar la red tampoco parecen un alternativa de ataque sencillo, pues estas redes están altamente protegidas con códigos de encriptación reservados exclusivamente para uso militar.

Internet, otro posible campo de batalla

El otro campo de batalla en los próximos conflictos bélicos puede ser Internet. Los riesgo que entraña un posible ataque cibernético son percibidos con ópticas muy diferentes. Para unos, las posibilidades de que un pirata de un país enemigo sea capaz de intervenir en la red eléctrica de una ciudad o tomar el control de un aeropuerto vía Internet es muy poco probable. Los expertos en Europa se preocupan más de los efectos psicológicos que pueden generar un ciberataque, como la creación de un virus de rápida extensión o la modificación del contenido de páginas web de instituciones o prestigiosas empresas, que dejan una gran sensación de vulnerabilidad. 'El 99% de las intromisiones piratas en sitios web responden a fallos conocidos de software para los que ya existe un parche y deberían haber sido corregidos', comenta Albert Gabàs, director técnico de Cepinsec y miembro de la asociación de hackers Chaos Computer Club. 'Es muy difícil que se llegue al control de vuelos de un aeropuerto desde Internet. Se necesitaría que colaborase o se engañase a alguien de dentro. Son sistemas que suelen estar aislados de Internet y empresas que tienen niveles de seguridad muy elevados', dice Artur Serra, director de desarrollo de la empresa de seguridad GFT. 'Pero los terroristas han utilizado siempre todas tecnologías disponibles a su alcance, por lo que también usarán Internet ', apunta. En EE UU, los ataques a través de la Red se empiezan a tomar muy en serio. La Administración Bush es consciente de que su alto desarrollo tecnológico puede hacer que un Sadam Husein convierta en realidad la victoria de David frente a Goliat, y ya ha empezado a tomar medidas. Esta semana se ha hecho público el Plan Nacional para la Protección de los Sistemas de Información, que ofrece las principales guías para protegerse de posibles ataques ciberterroristas tanto a instituciones como para las empresas privadas. Por su parte, el FBI ha hecho una llamada a todos los piratas estadounidenses para que se abstengan de hacer de las suyas en sitios web iraquíes. Este organismo advierte que la piratería no es un acto patriótico y que sigue siendo considerado un delito. Las fuerzas de seguridad estadounidenses están preocupadas por sí algún hacker decide por su cuenta crear un virus como una forma de ataque cibernético contra Irak. Esto podría ser contraproducente para EE UU, pues sólo 12.000 de los 23,5 millones de iraquíes están conectados a la Red. Además, la mayoría de los ordenadores con información sensible no están en línea. En comparación, EE UU es mucho más dependiente los sistemas de ordenadores interconectados, por lo que está mucho más expuesta a los riesgos que provengan del ciberespacio. Desde los atentados del 11-S, Washington ha mostrado una creciente preocupación por la seguridad informática. Desde entonces está incrementando sus presupuestos en millones de dólares y se ha propuesto formar a técnicos que estén preparados para defenderse de un ciberataque.

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