El dólar tiene base débil; el euro, también
En los primeros días de febrero, el dólar estadounidense se ha apreciado ligeramente frente al euro, lo cual parece avalar la idea de que un conflicto bélico con Irak resulta positivo para la economía americana, cuyo valor resume la cotización de su moneda. El mismo argumento se encuentra detrás de la interpretación de que el mayor tiempo concedido a los inspectores desinfla el empuje del dólar.
Tras estos razonamientos puede haber dos tipos de explicaciones. Por un lado, se enfatiza el carácter de moneda refugio del dólar y, por otro, se interpreta que la guerra afectará más negativamente a las economías europeas que a la americana.
El primer argumento sigue siendo válido: a pesar de que la economía estadounidense muestra muchas debilidades, su moneda sigue siendo la principal denominación de las reservas exteriores de los países. Respecto al impacto diferencial, se pueden hacer diversos análisis, aunque un primer pensamiento se dirige a la idea de que de estabilizarse el precio del petróleo en un nivel elevado, las economías europeas sufrirían más que la americana por su mayor dependencia y por la mayor imposición que recae sobre el mismo.
Avanzando un poco más allá, también se pueden considerar otros factores económicos que avalarían la fortaleza del dólar frente al euro. Así, el crecimiento de la productividad en los últimos años y la flexibilidad de los mercados de trabajo y de producto se traducen en que, a pesar de la importante corrección de los mercados de valores, se espera un crecimiento de alrededor de un 2% para 2003, frente a una expectativa de un 1% de aumento del PIB del área euro.
Los recientes movimientos del dólar en febrero no deben hacernos perder la perspectiva. El dólar lleva año y medio depreciándose, tendencia que se ha agudizado desde principios de 2002. A lo largo del año pasado, el euro se ha revalorizado desde valer 0,86 dólares a alcanzar los 1,08 dólares. Hay que recordar que durante el año pasado se esperaba una confirmación de la recuperación de la economía americana que, sin embargo, se ha demostrado falta de fuelle.
Pero lo más importante es la falta de corrección de los desequilibrios macroeconómicos en EE UU. El déficit público ya se espera que alcance unos 300.000 millones de dólares (2,8% del PIB), sin contar los gastos eventuales de un conflicto bélico. Por su parte, el déficit por cuenta corriente se sitúa cerca del 5% del PIB. La financiación del déficit se plantea como insostenible a medio plazo, y demandará o una elevación de los tipos de interés, o un menor precio de entrada a las inversiones en activos americanos: es decir, un dólar más barato.
Los tipos de interés oficiales de la Reserva Federal se encuentran cercanos a los mínimos (1,25%). Sin embargo, la opción que se barajaba para los mismos (al menos antes de anunciarse los recortes fiscales) era la posibilidad de un nuevo descenso esta primavera para contribuir al estímulo económico, especialmente dado el moderado nivel de la inflación (inferior al 2%) y el temor a una deflación.
El caso de las economías europeas es antagónico: su situación externa es positiva; es decir, el área euro muestra un superávit corriente del 0,7% del PIB, y el déficit fiscal se muestra dentro de límites manejables. También las familias europeas tienen un menor grado de endeudamiento, cuya corrección no amenaza el crecimiento, como es el caso americano.
Sin embargo, sus economías muestran una situación depresiva y la resistencia de la inflación impide al banco central europeo a reducir los tipos de interés. Tampoco este panorama resulta favorable para la moneda europea.
La conclusión podría ser que el euro no tiene motivos para apreciarse, pero el dólar sí los tiene para depreciarse. Un dólar más barato sería positivo para su balanza por cuenta corriente, con un efecto estimulador sobre la economía americana. La otra cara de la moneda estaría en el área euro, donde una moneda más cara perjudicaría las exportaciones. En este caso no quedaría más alternativa que echar mano del estímulo monetario y acelerar el proceso de reformas estructurales.
Todo ello lleva a la conclusión de que el dólar tiene gran probabilidad de debilitarse más aún. Como siempre se afirma, lo deseable es que tenga lugar una depreciación gradual. Así puede considerarse la evolución de la moneda americana desde mediados de 2001.
Esperemos que la resolución del conflicto con Irak, junto con los planes económicos anunciados por la Administración americana, no introduzcan un nuevo riesgo de desequilibrio económico.