Que inventen ellos
La cifra del número de nuevas patentes por millón de habitantes en España es bajísima. Está en torno a 25, cuando la media comunitaria es de 150. Sólo superamos a Portugal y Grecia. Italia e Irlanda, que se pueden tomar como referencia -aunque podemos hacerlo con cualquier otro país de la Unión porque los datos son similares a los efectos que aquí nos interesa-, tienen unas cifras de 75 y 90, o sea, más de tres veces el dato español.
Sin embargo, si hacemos una comparación de este dato con el porcentaje destinado a investigación y desarrollo en relación con el PIB, en España está cercano al 1%, pero en Italia también ronda en torno a la misma cifra, y en Irlanda al 1,4% (la media de Europa es casi el 2%, y se quiere llegar al 3%). Lo que viene a significar que la eficacia del gasto es mínima aquí.
Por supuesto que el número de patentes no es lo único a tener en cuenta para conocer la fuerza cerebral de una economía, pero, desde luego, es altamente revelador. A nadie se le puede ocultar la importancia que tiene el conocimiento para la solidez de la prosperidad y el nivel de empleo. Qué pasa, ¿es que somos más tontos que los demás? Evidentemente, no. Será un problema de gastar más en I+D, sí, pero no, porque la eficiencia del gasto es muy pobre. La culpa habrá que buscarla, y encontrarla, en la misma estructura del gasto, que, además, genera que se gaste muy poco.
Unos amigos míos tienen una granja marina o piscifactoría -llámalo como quieras-, fueron llamados por un nuevo organismo público a una reunión con investigadores universitarios, para encontrar líneas de investigación útiles para el sector a financiar por el Estado. Antes de seguir hay que anotar que la acuicultura marina de peces tiene una historia muy corta, no más de 20 años, y tecnológicamente se encuentra en estado -nunca mejor dicho- larvario. Más o menos, casi, como la ganadería en la Edad de Hierro. Las empresas reclamaban desarrollo de nuevas especies, mejora en las supervivencias y engorde, desarrollo sanitario. La Universidad ofrecía investigación genética. Unos querían empezar la casa por los cimientos, otros construir el tejado. Diálogo para sordos. Y sé de muchos, muchos más ejemplos.
Otro amigo, catedrático y -literalmente- un sabio que se dedica a la ingeniería química, me cuenta que una fábrica multinacional de coches le encargó una mejora en los catalizadores, les contestó que lo mejor sería cambiar el diseño de la pieza, le respondieron que eso no lo autorizaba la casa matriz.
Como la mayor parte de las grandes empresas españolas no son españolas, realmente la investigación debe volcarse en las pequeñas y medianas empresas, que, hoy por hoy, renecesitan ayuda pública para sus desarrollos técnicos.
Aquí lo que sucede es que cuando algo no funciona se crea otra cosa. Si la Universidad no investiga se inventa el CSIC, el INIA y tantos otros entes. En su día tuvo un trasfondo político al querer controlar el poder central la inteligencia. Empezó con aquella Ley de Enseñanza de 1857 de aquel señor llamado Moyano que centralizó, en la perfectamente llamada Universidad Central, la exclusiva de expedición del título de doctor, cuya tenencia era y es requisito para enseñar en la Universidad.
Hoy la situación ha mudado radicalmente y no hay que controlar, a más de no ser de recibo, políticamente las cabezas pensantes. Será, más bien, hacer que funcione y sea operativo lo que hay. Es decir, que se investigue para lo que hace falta y se traduzca en patentes o modos de saber hacer y menos con destino a lucir en las estanterías de las bibliotecas científicas. Entonces si la investigación da frutos y sólo entonces, será cuando las empresas se gasten sus duros -perdón por la expresión pero todavía no se ha inventado la palabra para decirlo en euros- en investigación en colaboración con el Estado. Es como cuando Pegaso desarrolló un coche de carreras y lo que hacía falta eran utilitarios.
El volumen del gasto, público y privado, en I y D es un índice, pero no hace I y D, porque por sí solo la expresión se cierra en un paréntesis, hay que añadirle un para. Para la industria. Que podemos resumir escribiendo:
(I + D) x In = + (I + D)