Políticas para la estabilidad financiera
Las noticias en los periódicos económicos reiteran que los mercados de valores siguen mostrando gran inestabilidad, que la preocupación sobre el gobierno corporativo es generalizada y está planteando actuaciones diversas, y que la inversión de las empresas no termina de arrancar. Este panorama, con mayor o menor énfasis, se repite en todos los países desarrollados.
Lo que resulta paradójico es que tanto en Europa como en EE UU las políticas macro se hayan utilizado de forma ortodoxa y se hayan logrado unas tasas de inflación compatibles con la estabilidad de precios, pero que a pesar de ello no se disfrute de la prometida estabilidad financiera ni exista un clima apropiado para las decisiones de inversión.
Esta evidencia ha vuelto a poner en primera línea de discusión la conveniencia de tener en cuenta los precios de los activos en las decisiones de política monetaria. Recientemente el subgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King (The inflation target ten years on, 19 noviembre 2002), ha señalado que la inflación no es suficiente como objetivo de la política monetaria, que ésta debe tener en cuenta también el precio de otros activos, como las viviendas, y reaccionar a los mismos. Según su razonamiento, un alza exagerada en esos precios no es sostenible y da siempre paso a un descenso en el consumo privado. La reacción puede ser tan grave que no pueda aplicarse una reducción suficiente de los tipos de interés para estimular la economía.
El empleo de instrumentos monetarios para reactivar la demanda es de resultado incierto y sus consecuencias pueden ser peores que la enfermedad
No se debe olvidar que el uso de instrumentos monetarios para reactivar la demanda es de resultado incierto y sus consecuencias pueden ser peores que la enfermedad. Sin embargo, la autoridad monetaria por excelencia, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal norteamericana (Issues for monetary policy, 19 de diciembre 2002) ha vuelto a comentar su decisión de no haber 'pinchado la burbuja financiera' a tiempo.
Su tesis sigue siendo que conocer qué alzas de precios pueden calificarse como tales y aplicar la restricción monetaria precisa es más difícil que corregir los efectos depresivos que produce su desaparición mediante descensos en los tipos de interés.
La explicación ofrecida es una justificación, que queda avalada por la circunstancia de que la economía americana no se encuentra en la temida situación deflacionaria, de la que Japón no logra salir.
Pero lo que realmente se ha puesto en el orden del día es el replanteamiento de la política monetaria y de la estabilidad financiera.
Por una parte, parece que el objetivo de inflación debe plantearse con un horizonte temporal superior a los dos años, ya que a más largo plazo la inflación refleja las consecuencias de las burbujas en los precios de los activos. Por otra parte, cada vez hay más voces que reclaman que los bancos centrales se preocupen de la estabilidad financiera en sentido amplio, es decir de corregir desequilibrios de naturaleza financiera que pueden afectar a las empresas, los consumidores y finalmente a las entidades financieras. Pero, como se ha mencionado antes, es más fácil advertir el peligro que actuar, y es más fácil actuar de forma expansiva que contractiva.
A pesar de ello, actualmente lo que preocupa es cómo conseguir que las economías crezcan, que la inversión se relance, si el marco de inflación reducida no basta y los tipos de interés están en niveles bajos. Hay economistas que opinan que lo que hay que revisar es la actuación de otras políticas, a parte de la monetaria.
El Grupo de Contacto sobre los Precios de los Activos fue establecido en 2001 y lo forman bancos centrales de los principales mercados. En septiembre de 2002 publicó un informe (Turbulence in asset markets: the role of micro policies) en el que afirmaban que las políticas micro son muy responsables de la inestabilidad financiera. Entre las mismas se mencionan los cambios en los impuestos, en la regulación y en las normas de transparencia.
Estas políticas condicionan los incentivos de las decisiones de inversión y por tanto sus cambios se traducen en inestabilidad. Cualquier medida de esta índole debe estudiar sus consecuencias sobre los agentes económicos y, en especial, evitar crear problemas de 'abuso de confianza o riesgo moral'. Así pues, la actual revisión de muchas regulaciones y normas o códigos de conducta deberá asentarse si queremos que las empresas y los inversores empujen la economía.