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Tribuna
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La irracionalidad económica

Los méritos de Daniel Kahneman y Vernon Smith, que hoy recogerán el Nobel de Economía, se resumen en haber integrado los avances de la investigación en psicología en la ciencia económica y en haber establecido laboratorios experimentales para el análisis económico empírico.

Ambos inician su trabajo hace unos 40 años ante la observación de anomalías en el comportamiento de los mercados por la toma de decisiones carentes de la racionalidad esperada. Por ejemplo, son corrientes las decisiones que violan los principios de maximización de la utilidad esperada. La brecha abierta es amplia: a) Si la idea de racionalidad admitida tiene problemas de consistencia, es lógico cuestionar el método por el que se ha llegado y las conclusiones falsas derivadas; b) hay que considerar cambiar la teoría vigente por otra con mayor capacidad predictiva.

Kahneman y Smith encontraron el campo dominado por la concepción del homo economicus actuando de una forma racional que casi nadie, particularmente, asumiría. Se trata de un ejemplo espléndido de cómo los marcos de pensamiento configuran y limitan la comprensión sobre temas concretos. La idea de homo economicus se desarrolló en el ambiente creado por el conductismo, como doctrina psicológica, que redujo la explicación del comportamiento a un repertorio de estímulos y respuestas.

Esta visión excluía la existencia de procesos internos autónomos que pudieran explicar las preferencias y motivaciones y se mantuvo hasta finales de los cuarenta. La nueva visión fue liderada, entre otros, por Von Neumann, más conocido por la teoría de juegos. En este escenario las preguntas eran si el modelo del actor racional era una especulación y dónde se encontraban los límites de la irracionalidad. Para contestarlas, Smith se planteó analizar el comportamiento en laboratorios que simulaban el mercado, típicamente subastas a pequeña escala.

En los primeros estudios Smith obtuvo resultados que se ajustaban bien a los predecibles por la teoría de los precios competitivos. Experimentos ulteriores pusieron de manifiesto que el comportamiento de los actores dependía de las propiedades del mercado. Es típico ilustrar el trabajo de Smith con los resultados de dos subastas similares, la de tipo holandés (empieza al valor más alto y los actores aguardan a valores bajos para pujar) y la de plica cerrada (los candidatos pujan a la baja). Se alcanzan precios más bajos en la holandesa porque los compradores subestiman el riesgo de esperar. Estos trabajos dieron a Smith la consideración de padre de la economía experimental. Más tarde, utilizó el laboratorio como túnel de viento para ensayar procesos complejos en condiciones controladas (privatizaciones, desregulaciones, etcétera).

Es llamativo el énfasis en el diseño de experimentos como ensayos de repetición y en premiar con incentivos monetarios a los participantes. Ambas consideraciones pueden parecer obviedades ilustrando la inmadurez inicial del campo.

En este contexto adquiere sentido que un psicólogo de formación, Kahneman, irrumpiera para avanzar en el conocimiento de las motivaciones y procesos mentales relacionados con las decisiones. Realizó una acumulación extensiva de datos que cuestionaban la asunción de la racionalidad económica, demostrando que el razonamiento humano viola sistemáticamente las leyes de la probabilidad. No se guía por la ley de los grandes números, sino por leyes de pequeños números conformadas por la idiosincrasia y la experiencia individuales. Por ejemplo, la creencia que se produce de que un agente de bolsa es bueno tras dos ejercicios con buenos resultados. Obviamente, esta base es insuficiente para generar un criterio estadístico robusto.

Kahneman ha desarrollado una teoría para explicar las anomalías observadas en la de la utilidad esperada. Se trata de una teoría descriptiva con mayor valor en constatar las desviaciones sobre las predicciones de la teoría clásica que en su propio potencial predictivo.

Algunas implicaciones de estos trabajos son determinantes para entender la irracionalidad económica: 1) La utilidad esperada por los individuos viene modulada por motivaciones y preferencias con base neurobiológica, acotadas por la idiosincrasia y la experiencia. Samuelson advirtió de que los economistas no debían imponer sus gustos. Prevalecerá el de gustibus non est disputandem sobre cualquier teoría. Y 2) la interacción entre actores implica cooperatividad tal que la posición resultante no es suma de las de los mismos en escenarios neutros. Es crucial porque permite considerar cómo realizar la agregación de actores para reconstruir equilibrios más realistas.

Hay que felicitar a la Academia Sueca por su frescura exultante al conceder el galardón a dos no economistas y a unos trabajos que han abierto más interrogantes que han cerrado. El progreso en esa dirección podrá ser muy útil en ciertas aplicaciones prácticas. No obstante, el mayor interés se pone de manifiesto en la exigencia de apertura de la economía a otros ámbitos de conocimiento, como las neurociencias, que parecen ser capaces de contribuir a su desarrollo.

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